DONOSTIA
«Yo sufrí torturas». Durante las tres últimas décadas, en torno a 7.000 personas han hecho suya esta expresión. Sin embargo, el colectivo de ciudadanos y ciudadanas de EuskalHerria que ha sido víctima de los malos tratos en dependencias policiales ha venido siendo, en la inmansa mayoría de los casos, silenciado e ignorado. Torturaren Aurkako Taldea (TAT) se ha marcado como objetivo retirar este manto de silencio y dar voz a los torturados y a las torturadas. Para ello, ha convocado para el próximo 16 de diciembre una Asamblea Nacional de Víctimas de la Tortura, con el fin de «recuperar la memoria histórica» e intentar que nadie más tenga que pasar por ese mismo trance. Los detalles sobre este acto, como el lugar y la hora exacta, se darán a conocer durante las próximas semanas.
La presentación celebrada ayer en Donostia fue un llamamiento para que esas 7.000 personas se decidan a aportar su granito de arena en la lucha contra estas prácticas. El escritor Edorta Jiménez víctima de los malos tratos en 1984 reconoció que no es fácil implicarse, que muchos prefieren dar el tema por zanjado y evitarse posibles consecuencias adversas.
En primera persona
Junto a él estuvo otro medio centenar de personas que ha conocido muy de cerca qué se esconde tras palabras como detención e incomunicación. Gentes como la escritora Eva Forest, familiares del fallecido Joseba Arregi, el director de “Berria” Martxelo Otamendi, enjuiciados por el sumario 18/98 como Xabier Alegria, Mikel Egibar y Nekane Txapartegi, el cantante de Ken Zazpi Eñaut ElorrietaŠPrecisamente este último, guitarra en mano, fue el encargado de dar inicio a la presentación, que continuó con la lectura de tres poemas por parte de Susana Atxaerandio, Mikel Egibar y Leire Gallastegi, y la proyección de un diaporama en el que se intercalaron imágenes relacionadas con la tortura, dirigentes políticos españoles y franceses, movilizaciones o el rostro de uno de los condenados por la muerte de Lasa y Zabala, el ex general de la Guardia Civil Enrique Rodríguez Galindo.
Eva Forest conoció en carne propia la negrura de los malos tratos en 1974, cuando no había muerto todavía el dictador Francisco Franco. La escritora subrayó que es «afortunada» por poder contarlo, porque otros «no lo han podido contar o salieron maltrechos».
Subrayó que la utilización de este tipo de prácticas «no es un hecho aislado», sino que se trata de «un arma» que se emplea «científicamente» por intereses políticos. Asimismo, destacó que en los últimos años «se ha reforzado el mecanismo» para dar mayor cobertura a quienes utilizan los malos tratos.
Frente a ello, defendió la necesidad de «enfrentarnos al problema» exigiendo que se dé a conocer lo sucedido. «No reivindicamos ni dinero ni nada, solamente la verdad», sentenció. Forest recordó las imágenes de torturas en Irak que se han podido ver en estos últimos años, y afirmó que «si hubiera imágenes de lo de aquí, veríamos que no existen diferencias».
Seis personas fallecidas
Desde 1978, 35.000 detenciones, 10.000 incomunicaciones, 7.000 personas torturadas, 6 muertes. Cifras que Edorta Jiménez puso encima de la mesa para resaltar la magnitud de estas vulneraciones de derechos. Unos números que, en el otro lado de la balanza, se compensan con «alguna condena de suspensión de empleo y sueldo, para luego ser repuestos y ascendidos». Por ello, el escritor animó a las víctimas a acudir a la cita del 16 de diciembre, destacando que alzar conjuntamente todas esas voces será una forma de evitar que alguien siga diciendo “yo no sabía nada”. Tras estas palabras, el dantzari Jon Maia fue el encargado de poner el broche final a este acto de presentación con un aurresku.