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Gara > Idatzia > Euskal Herria 28/10/2006
Kliptown, el acuerdo que alumbró el futuro
El sudafricano Yunnus Carrim no pudo estar ayer en Burlata para presentar la Carta de Libertad de su país. Ante su ausencia forzada, Julen Arzuaga y Urko Aiartza fueron los encargados de dar a conocer el contenido de este documento, consensuado en 1955 entre más de 3.000 personas de muy diversa índole política, religiosa y social. Este fue el taller principal de Nazio Eztabaida.

Kliptown, 1955. Aquel año, en esta localidad cercana a Johannesburgo se firmó un importante documento que ha pasado a la historia reciente de Sudáfrica. Pese a todos los obstáculos, medidas represivas y férreos controles policiales, el Congreso del Pueblo reunió a 3.000 personas. En dos días, entre el 25 y de 26 de junio, consensuaron la Carta de la Libertad, un texto que llenó de contenido y significado conceptos como «libertad», «liberación nacional» o «autodeterminación para el pueblo africano», hasta ese momento un tanto abstractos.

Por primera vez, los ciudadanos sudafricanos ­independientemente de su raza, sexo, posición social o religión­ se juntaron, hablaron, debatieron y acordaron una serie de valores sobre los que se debería asentar el futuro del país.

El espíritu que impregnó este documento estuvo muy presente en la jornada de ayer. En un principio, Yunnus Carrim, miembro de la Ejecutiva del Congreso Nacional Africano, iba a ser el encargado de explicar cómo y en qué contexto se gestó y qué supuso para el desarrollo de Sudáfrica. Pero las presiones españolas forzaron a aplazar el viaje y en su lugar intervinierion los abogados Urko Aiartza y Julen Arzuaga.

La Carta de la Libertad, redactada en un clima de ilegalización y represión, supone un ejercicio práctico de cómo llegar a un acuerdo entre diferentes, un ejercicio, sin duda, aplicable a Euskal Herria.

En 1950, cinco años antes de su elaboración, se ilegalizó el comunismo en Sudáfrica. Seis años después, el 5 de diciembre de 1956, arrestaron a 156 miembros de la Alianza de Congresos. Tras un proceso de cinco años, todos quedaron en libertad, pero para ese entonces el Gobierno ya había ilegalizado al Congreso Nacional Africano (ANC por sus siglas en inglés) y otras organizaciones. La lucha por la «liberación na- cional» entró en una nueva fase. La ANC y la escisión surgida de este partido, el Congreso Panafricano, iniciaron una campaña de boicot.

Entre medio de estos acontecimientos, en junio de 1955, se realizó la asamblea de Kliptown. El Gobierno utilizó toda su artillería para presentar la Carta de la Libertad como un documento de corte comunista que lo único que pretendía era impulsar la violencia.

En un artículo publicado en 1956 en el periódico del movimiento Congress Liberation, Nelson Mandela describió de esta manera la reunión de Kliptown: «Ha sido la expresión más emotiva e impresionante que jamás ha conocido nuestro pueblo, que ha demostrado su capacidad para superar cualquier obstáculo y que tiene la fuerza suficiente para hacer realidad el futuro que tanto ansía. Alfred Hutchinson, que cubría este Congreso, escribió un titular maravilloso; ‘‘El nacimiento de un nuevo mundo’’. Resume a la perfección su importancia histórica».

«Por primera vez en la historia de Sudáfrica, se han reunido las fuerzas políticas al margen de su raza, ideología y creencias religiosas para rechazar el racismo y sus consecuencias. Cada uno ha ex- puesto sus objetivos con el fin de consensuar un plan de acción unitario. La Carta es mucho más que una mera lista de reivindicaciones para lograr reformas democráticas. Es un texto revolucionario e imprescindible para derrotar al actual sistema político y económico. Tampoco es el borrador de un proyecto socialista, sino un punto de encuentro entre clases y colectivos», subrayó.

Tras recordar estas reflexiones de Mandela, Aiartza y Arzuaga expusieron el relato que hizo uno de los 3.000 participantes al cumplirse el 25 aniversario del Congreso.

«¿Qué puedo decir de aquellos dos días en los que se constituyó el primer Parlamento de verdad de Sudáfrica? Se puede comparar con un festival, pero nuestro trabajo era serio y la Policía secreta anduvo de un lado a otro tomando notas. Al segundo día, la asamblea amaneció rodeada por un cordón de policías y militares armados que anotaron el nombre y la dirección de cada uno de los participantes», destacó. Pese a todo, el Congreso se hizo.

«Al igual que otros tantos, tuve que conducir más de 1.500 kilómetros para llegar. Era impresionante ver a los compañeros, algunos iban en coche, otros en autobús e, incluso, a pie. Muchos iban con banderas de gran colorido y vestidos con el traje nacional, había que estar elegante para la ocasión. En la campa en la que nos juntamos se podían ver banderas de toda Sudáfrica. Otros, procedentes de las áreas rurales del país, no llevaban nada ante el temor de posibles represalias policiales o por las medidas que podían adoptar sus jefes si se enteraban de que habían estado en Kliptown», remarcó.

No fue tarea fácil organizar a esas 3.000 personas. La hora de comer constituía el reflejo más fiel de la diversidad de gentes que se habían dado cita. En función de su religión, había dos posibilidades: sopa con carne o sin ella. Para la Policía, sin embargo, esos dos menús escondían un significado político y lo que era un plato de comida se convirtió en una de las pruebas que se presentaron en el juicio por «traición», impulsado por el Gobierno en respuesta al Congreso.

«Marcamos el camino para una nueva Sudáfrica, y fue una gran bofetada al Gobierno. Demostramos que nunca aceptaríamos el apartheid y que seguiríamos luchando. La Carta de la Libertad fue una fuente de inspiración», concluía este testimonio. Nazio Eztabaidagunea quiso también que lo sea para los vascos. -

BURLATA


 
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