Ovejas asesinas
Nueva Zelanda parece haber encontrado a su nuevo Peter Jackson, o al menos Jonathan King sigue los pasos de la primera etapa terrorífica de tan ilustre antecesor, porque “Black Sheep” recuerda a “Baraindead” en su divertida y delirante estética “gore”. En algo se tiene que notar que los efectos especiales son obra de la compañía Weta creada por Jackson, y de la que se sienten tan orgullosos en las Antípodas. Como me imagino que presumirán de su riqueza ganadera y en especial de la ovina, considerando que los neozelandeses son esencialmente granjeros. Pero las ovejas son los seres vivos más tontos de cuantos explota el hombre, así que a nadie se le había ocurrido hasta ahora dedicarles una típica película de plagas animales. El resultado de semejante primicia es una increíblemente disparatada “monster movie” sobre borregos mutantes, que constituye una de las más gratas sorpresas de la producción fantástica reciente, provocando la carcajada incluso en festivales tenidos por serios como el de Toronto. ¿Qué se puede decir de una película cuyo protagonista sufre de ovinofobia a causa del trauma de infancia provocado por su sádico hermano, quien ya de adulto se dedica a experimentos de ingeniería genética para dar con la superoveja del futuro? A semejante pareja de antagonistas les añadimos otra de ineptos “verdes” que, en lugar de llevar a cabo acciones ecologistas de sabotaje, no hacen otra cosa que extender la enfermedad de las ovejas locas a los humanos, una vez que éstas se hayan vuelto carnívoras. Las amenazantes y premonitoras imágenes de los aparentemente tranquilos rebaños, justo antes de la mutación, son un guiño gamberro a “Los pájaros” de Hitchcock. El proceso en sí de la transformación que da lugar al Hombre-Oveja remite a los mejores clásicos del terror licántropo, por lo que, bromas aparte, “Black Sheep” es una creación que tiene mucho más cine dentro del que cabría esperar. -
Mikel INSAUSTI
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