WASHINGTON

Para Bush el de ayer fue un día complicado. A nadie le gusta reconocer sus fracasos, y el presidente estadounidense necesitó perder unas elecciones para presentarse ante su pueblo y aceptar el fracaso de su política exterior y, más en concreto, que las cosas en Irak no van bien después de mantener lo contrario a toda costa pese a la rotundidad de las pruebas en contra. Esta vez no era la economía, no, era la guerra, y el «estúpido» lo sabía.

George W. Bush admitió ayer su «decepción» por la victoria demócrata y reconoció que le corresponde «una gran parte de la responsabilidad» en la derrota republicana.

El presidente estadounidense ofreció una rueda de prensa para analizar los resultados de los comicios. Bush reconoció que «parte» de la derrota se debe al descontento de «muchos ciudadanos americanos con la marcha de la guerra en Irak». No obstante, pese al «claro mensaje» recibido por parte del pueblo en ese sentido, según Bush, las tropas ocupantes «no pueden regresar ya y permitir que Irak se convierta en un refugio para los terroristas».

De ahí que el inquilino de la Casa Blanca aceptara la dimisión presentada por el cada vez más impopular ministro de la guerra Rumfsfeld. Según indicó Bush, ha designado al ex director de la CIA Robert Gates como sustituto de Rumsfeld al frente del Pentágono.

Decisión difícil, pues apenas hace seis días aseguraba que Cheney y Rumsfeld acabarían con él el mandato. Ayer se cayó el segundo y Bush ratificó su confianza en el primero.

Rumsfeld, de 74 años, fue nombrado secretario de Defensa por primera vez durante la presidencia de Gerald Ford, cuando tenía 43 años. Estuvo en el cargo entre 1975 y 1977. En 2001 Bush le volvió a ofrecer el puesto, hasta ayer. De su extenso historial ha sido «suprimido» el viaje que realizó a Bagdad para entrevistarse con el ahora condenado a muerte Saddam Hussein, entonces firme aliado de EEUU.

Si bien la marcha de Rumsfeld era una de las prioridades de los demócratas, no existen fórmulas mágicas para solucionar la brutal agresión a Irak y la situación, tal y como se encargó de decir Bush, no cambiará a corto plazo.

Política de defensa

Durante su presencia ante los medios de comunicación, Bush subrayó la necesidad de trabajar de forma conjunta con los congresistas demócratas, pero también dejó claro que la columna vertebral de su política en Irak, que definió como la «victoria final sin espacio para la derrota», continuará, asegurando a los iraquíes la continuidad de la ocupación y el apoyo de EEUU a su «lucha por la democracia y la libertad».

Entretanto, el inquilino de la Casa Blanca expresó su voluntad de ponerse a disposición de los representantesdemócratas con el objetivo de estudiar todas las fórmulas necesarias para avanzar en la consecución de los objetivos que supongan solucionar los problemas a los que se enfrenta el país. Una cohabitación que se presume difícil después de seis años de control absoluto del Congreso, aunque para hoy tiene previsto desayunar con la nueva presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, en la Casa Blanca.

Exigen cambios

Precisamente la representante decmócrata por California Pelosi representa el giro que ha dado la Cámara de Representantes en estas elecciones, ya que la ex portavoz demócrata pasa a convertirse en la jefa de la institución.

De todas formas, la victoria demócrata en el Congreso no supone un cambio sustancial en la política de Estados Unidos si se entiende como tal la capacidad de legislar independientemente de la Casa Blanca, ya que el presidente Bush todavía goza del derecho de veto, por lo que cuestiones como la subida del salario mínimo o la reducción del precio de los medicamentos deberán abordarlas con pocas probabilidades de éxito.