Laura GONZALEZ DE TXABARRI | Responsable del área internacional de ELA
«La función de ‘lobby’ ya no es efectiva, hay que organizar un verdadero contrapoder»
Laura González de Txabarri considera que la fundación de la CSI era un paso necesario en el actual contexto, en el que «la globalización neoliberal salvaje campa a sus anchas por todo el mundo y es muy agresiva con los intereses y derechos de la clase trabajadora», lo que requería mejorar la correlación de fuerzas y la revisión de las estrategias sindicales.
ELA valora de forma «muy positiva» la fundación de la Confederación Sindical
Internacional (CSI), la pasada semana en Viena, fruto de la unión de la
Confederación Mundial del Trabajo (CMT) y de la Confederación Internacional de
Organizaciones Sindicales Libres (CIOLS), en las que militaba el sindicato
vasco, en cuanto que supone de suma de fuerzas. Laura González de Txabarri,
responsable del área internacional de ELA, aplaudió especialmente la inclusión
entre los principios de sus estatutos del derecho de autodeterminación, «es
importante que se mantenga». La CSI proclama «el derecho de todos los pueblos a
la autodeterminación y a vivir libres de cualquier agresión y totalitarismo,
bajo el gobierno que ellos mismos elijan, rechaza el recurso a la guerra para
resolver los conflictos y condena el terrorismo, el colonialismo, el
militarismo, así como el militarismo y el sexismo».
¿Qué
valoración hace del congreso celebrado en Viena, en el que la fusión de la CIOLS
y la CMT ha dado origen a la constitución de la CSI?
Ha sido un
congreso de fundación de una nueva central, más que de fusión, en la que
participan las organizaciones provenientes de una y otra confederación más ocho
nuevas que se incorporan a este proceso –entre las que están la CGT francesa y
la CTA argentina–. Parte del valor añadido de este proceso son esas
incoporaciones y otras que se puedan dar en el futuro. La valoración de ELA es
muy positiva porque concluye un proceso que para nosotros era natural. También
lo es porque si al principio de nuestra larga trayectoria internacional, sobre
todo en los años de dictadura y clandestinidad, el objeto central de nuestra
presencia internacional era el reconocimiento del sindicato y dar a conocer la
realidad del Euskal Herria, hoy día nuestra sola presencia es ya una
reivindicación de la existencia de Euskal Herria. Somos un referente de que
Euskal Herria existe y, además, se trata ya de una participación activa en
defensa de un modelo sindical alternativo. Además, estamos en el Consejo General
de la CSI.
¿Con qué objetivos nace?
Superadas las
diferencias ideológicas iniciales, sobre todo a partir de la caída del muro de
Berlín, y a la vista de que se estaba dando una acción unitaria de las dos
centrales frente al Banco Mundial y a la OMC, no había razones para mantener la
diferencia. Estamos en un contexto internacional marcado por una globalización
neoliberal salvaje que campa a sus anchas por todo el mundo y que es muy
agresiva con los intereses y derechos de la clase trabajadora, que requiere
mejorar la posición sindical, la correlación de fuerzas y también la revisión de
estrategias y dinámicas sindicales internacionales. La tradicional función de
«lobby» que en muchos casos ha desempeñado el sindicalismo internacional no
tiene ya la efectividad del pasado. El efecto de la presión de las
confederaciones que existían frente al Banco Mundial o al FMI era muy reducido,
por eso era necesario acumular fuerzas, y ahora habrá que revisar estrategias.
Ha sido un congreso de fundación en el que se han aprobado los estatutos y
reglamentos y un plan de acción para los próximos cuatro
años.
¿En qué se concreta ese plan de acción?
En
términos generales, apuesta por cambiar el signo de la globalización, por
afrontar el reto de las empresas multinacionales, impulsar la defensa y
promoción de derechos sindicales y la lucha contra la discriminación y a favor
de la igualdad, así como la defensa de la seguridad e higiene en el trabajo, el
trabajo decente, la sindicalización y la paz. Es una agenda general. Se prevé,
asimismo, instaurar un día mundial por un cambio en la globalización y por el
trabajo decente.
Más allá de discursos programáticos, ¿cuáles son
los retos?
Por un lado, están los retos externos que nos impone
este capitalismo salvaje y la globalización de las políticas neolibera- les,
ante las que hay que coordinarse para responder, cada uno desde su ámbito. En
cuanto a los desafíos internos, tenemos que conseguir que las organizaciones tan
diversas que integran esta confederación tan grande y plural seamos capaces de
coordinarnos y trabajar conjuntamente. Es un reto alcanzar el nivel de cohesión
interna que requiere, como también lo es que las organizacio- nes que han
participado en el proceso pero, por la razón que sea, no se han incorporado
ahora, se sumen en el futuro. Cada sindicato vive una situación diferente y
tiene que estar pegado a su realidad, pero hay un elemento común que nos une,
que es el elemento de clase. Aunque los niveles de desarrollo y las sociedades
sean distintas, el interés del capital es el mismo en todo el mundo y la lucha
de la clase trabajadora por la distribución de la riqueza es también la
misma.
Uno de los desafíos que se ha marcado la CSI es lograr que
la OMC introduzca una cláusula de respeto a los derechos de los trabajadores.
¿Cómo se garantiza su cumplimiento?
Es cuestión de correlación
de fuerzas. Primero, hay que conseguir que los organismos se sometan al derecho
internacional, porque muchos no lo están respecto a derechos laborales y
humanos... y eso es una absoluta aberración. Si tienes una posición desde la que
puedes presionar y exigir, se puede conse- guir cambiar las cosas. Por eso la
valoración positiva del nacimiento de la CSI es también porque mejora la
correlación de fuerzas del movimiento sindical. Cuanto más fuerte sea, mejor,
pero tiene que revisar estrategias. El trabajo de «looby» que el sindicalismo ha
realizado tradicionalmente ya no es efectivo, por eso hay que ir más allá y
organizar un verdadero contrapoder. La estrategia de la contraparte es muy clara
y la nuestra también tiene que serlo en clave de contrapoder. Hay que acumular
fuerzas y generar un verdadero contrapoder que consiga que se respeten los
derechos de los trabajadores y que se avance. Hay que avanzar a la vez hacer
respetar lo que ya existe.
Entre sus principales cometidos está
la defensa de los derechos de las mujeres. En Euskal Herria, como en el resto de
Europa, la discriminación es real, los salarios son más bajos, los sectores de
ocupación femenina son muy concretos... ¿Cómo actuará la CSI en este
ámbito?
Es uno de los objetivos del plan de acción. La situación
de discriminación de la mujer es un problema general. La igualdad no se ha
conseguido en ningún país, en todos hay diferencias salariales, aunque
legalmente en los países europeos se regoja el principio de igualdad. Hay que
incorporar la lucha por la igualdad a las luchas sindicales. Del análisis del
mercado laboral y de la situación general mundial se desprende que el colectivo
más desfavorecido, dentro de todos los colectivos más desfavorecidos (jóvenes,
inmigrantes...) es el de las mujeres. Es prioritario, por tanto, centrar la
atención en estos colectivos. ¿Cómo? Organizando y mejorando la afiliación de
las mujeres. Hay que organizar la lucha, incorporar sus reivindicaciones a la
lucha sindical, combatir el empleo informal... Es uno de los retos y es posible
llevarlo adelante, pero hay que concienciarse y tener una verdadera voluntad
política de incorporarlo.
¿Qué lugar ocupan las mujeres en la
CSI?
Se han establecido mínimos de presencia de mujeres en los
órganos de toma de decisión de la CSI y se cumplen. En el Consejo General, que
es el comité ejecutivo y máximo órgano entre congresos, un 30% como mínimo
tienen que ser mujeres. De cara al congreso se planteó también la paridad en las
delegaciones y se cumplió de forma escrupulosa. El secretario general es Guy
Rider, pero tiene dos adjuntos, una de los cuales una sindicalista africana. Y
la presidente de la confederación es Sharon Barrow,
australiana.
El plan de acción se plantea también atraer a los
jóvenes, ¿de qué forma se va a hacer ante el desencanto que parece sufrir la
juventud?
Es otro reto para el movimiento sindical. La forma de
atraerlos es preocupándonos por su situación y trabajando para ellos. Si una
persona joven ve que un sindicato le escucha y da respuesta a sus preocupaciones
y necesidades, se va a afiliar. Tenemos que enfocar nuestro trabajo en ellos. Un
determinado modelo de sindicalismo tiene que hacer autocrítica en este sentido y
analizar por qué la imagen que muchos jóvenes tienen de muchos sindicatos es la
que es. Tenemos que tener un proyecto que resulte atractivo. Si estás ahí,
organizas y luchas, la gente se afilia y se mueve, incluso en condiciones de
precariedad. Si te preocupas, la gente responde. Hay que hacer proyectos
atractivos, interesarse por las preocupaciones reales de la gente y huir de los
modelos de corte institucional y de acompañamiento que no resultan
efectivos.
Aseguran que la constitución de la CSI abre «grandes
expectativas en América Latina. ¿Qué pasa con Europa? ¿Cómo se entiende el
retroceso en materia de derechos laborales?
Hay muchos lugares
en los que la situación es mucho más complicada, pero en Europa se está
desmontando el Estado de Bienestar. El entorno es muy agresivo, con diferencias,
porque no es comparable nuestra situación con otras, pero aquí se está
desmontando el modelo social europeo, está en franco retroceso. Quienes
defendemos diferentes modelos sindicales estamos muchas veces de acuerdo en el
diagnóstico, pero no en los instrumentos y las estrategias de cómo hacer frente
y combatir esta situación y vuelve a ser cuestión de correlación de fuerzas y de
practicar un modelo sindical de contrapoder, que es la única solución. Hay que
sumar y trabajar en una dirección y nosotros defendemos un modelo de
contrapoder, porque la otra forma de hacer sindicalismo –más institucionalizado,
de acompañamiento, que seguramente es mayoritario– no está dando
resultados.
¿Qué relación va a mantener la CSI con la otra
internacional sindical, la FSM? ¿De colaboración? ¿De
confrontación?
No creo que sea de confrontación. Lo importante
es que este proceso es que tenga un carácter abierto a incorporar, sin ningún
tipo de exclusiones o de vetos, a organizaciones que existen y son
representativas en sus ámbitos. La vocación tiene que ser integradora y
unitaria. No tiene sentido confrontar con otra parte del movimiento sindical, lo
que hay que confrontar claramente está del otro lado. La fundación de la CSI es
una forma de sumar fuerzas y no sólo en el campo sindical, también hay que
impulsar alianzas con otras organizaciones y movimientos que comparten contigo
luchas contra las políticas neoliberales, luchas y objetivos. Es importante la
suma. Este un elemento estratégico de primer orden. El adversario está muy
claro. •
«Hemos impulsado este proceso desde el principio desde la CMT y la CIOLS»
Laura González de Txabarri se muestra satisfecha por la unión de la CMT y la CIOSL en una sola organización. Desde su doble afiliación, indica que ELA siempre ha querido que se fusionaran y se creara una única confederación.¿Qué papel ha jugado ELA en este
proceso? Lo hemos apoyado e impulsado desde el principio tanto en la CMT como en la CIOLS, en la medida de nuestras posibilidades. Nos hemos posicionado a favor desde el principio. Estamos en la CMT desde 1933 y en ambas desde 1949, cuando se produjo una escisión en la Federación Sindical Mundial (FSM), en cuya constitución, como en la de la CIOLS, participamos. Esa doble afiliación no nos ha generado dificultades. Siempre hemos querido que las dos centrales en las que participábamos se fusionaran y crearan una única. ¿Cómo se entiende esa doble
militancia? El movimiento sindical ha estado hasta ahora dividido en
familias ideológicas: la cristiana CMT, la socialdemócrata
CIOLS y la del bloque socialista, más próxima a partidos comunistas
FSM. La razón de nuestra doble afiliación es histórica. En su origen,
ELA es un sindicato cristiano y en coherencia con su ideología se integró en
1933 en la CMT. En 1947 se constituyó la FSM en un intento de unidad sindical
internacional, con la pretensión de agrupar a todas las corrientes, excepto a la
cristiana. La guerra fría rompe ese primer intento de unidad sindical y se
produce una escisión en la FSM que da origen a la CIOLS. Esa doble presencia la
explica la propia historia de ELA. -
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