Alizia Stürtze - Historiadora
El llanero solitario y el imperialismo
A pesar de la famosa foto del «trío de las Azores», la inmensa mayoría de estadounidenses no sabe dónde localizar España ni, desde luego, el País Vasco. Nosotros, por contra, gracias supuestamente a lo extraordinariamente bien que nos informan los medios, «lo sabemos todo» acerca de las recientes elecciones yanquis: que si, a pesar de ser unas midterms (o sea, unas elecciones que se hacen a mitad del mandato presidencial, ¡que igual hay quien todavía no se ha enterado!), en realidad han supuesto un referéndum a un Bush «hundido en el pantano iraquí» (es decir, a un presidente al que acusan de no calcular correctamente las consecuencias de esa invasión, que no es sino parte de la genocida aventura imperial yanqui-israelí en Oriente Medio); que han sido los demócratas quienes han arrasado en la Cámara de Representantes (que es como el Congreso pero con un lobbying a lo bestia); que si una tal Nancy Pelosi que, por cierto, según insisten los republicanos (¿por conciencia proletaria?; ¿por machismo?), es multimillonaria y al parecer se ha hecho la cirugía estética montones de veces, es la primera mujer que accede a la presidencia de tan alta institución gracias a que sabe controlar con mano de hierro a la muy revuelta panda de los demócratas (que, por lo que se ve, practican poco el diálogo constructivo y se meten puñaladas traperas y así); que, después de tenernos con el alma en vilo, los tales demócratas, apodados «burros», se han hecho por fin (¡buf, qué alivio!) con el control del Senado (que está, aunque eso no nos lo cuentan, copado por millonarios), gracias a haber conseguido en Virginia (¿dónde está Virginia?) 7.000 votos de más que los republicanos; que el futuro líder de la Cámara Alta va a ser un mormón ultraconservador (aunque, eso sí, demócrata como el que más); que, además, en varios Estados de la Unión (hay que decirlo así, para evitar decir «en varios Estados de Estados Unidos», que queda fatal) se han pronunciado sobre temas de lo más variopintos, de los que nos dan todo tipo de detalles (en la tele nos enseñan unas granjas de cerdos y todo).
La información sobre los prolegómenos electorales también nos ha ayudado a comprender bastante bien por qué era tan importante para nosotros que ganaran unos u otros (creo que teníamos que preferir que ganaran los demócratas, pero tampoco lo sé muy bien, porque a los jefes de la Unión Europea parece que les ha fastidiado un poco). Así, por ejemplo, nos hemos enterado de que Arnold Schwarzenegger, el retrógrado Gobernator de California tan amante de la silla eléctrica, se había distanciado públicamente de Bush al parecer porque no estaba de acuerdo con su deficiente política de defensa del medio ambiente, y que otros republicanos poderosos y artistas y cantantes que en su momento apoyaron la asesina invasión de Irak habían hecho lo mismo por considerar que no la había gestionado bien (las masacres isralíes en Palestina o Líbano no entran, al parecer, en su «libro de reclamaciones», y de la imposición del burka a las mujeres, que justificó el bombardeo criminal de Afganistán, ya ni se acuerdan).
En un número previo a las elecciones, esa revista de propaganda del imperialismo que es “Time” nos describía en portada al presidente yanki como The Lone Ranger (El Llanero Solitario), es decir, como una especie de César (aunque en versión vaquero tejano) que, desde su altísimo cargo de jefe del planeta, sólo paga con su soledad (con su pérdida de prestigio en las urnas) las sangrientas consecuencias de sus imperiales decisiones. El simbolismo es claro: el imperio y sus representantes en la tierra no son responsables de los abominables actos que cometen, tienen impunidad total respecto a los crímenes contra la humanidad que provocan. Pueden torturar, secuestrar, violar leyes internacionales y hasta utilizar armamento nuclear si así conviene a su proyecto de dominación global.
Y es que, corresponda la mayoría a los «burros» o a los «elefantes», no cambia más que en cuestiones accesorias el plan llamado Project for a New American Century, que busca mantener el liderazgo estadounidense durante el siglo XXI a través de una dinámica militarista (iniciada ya por Clinton, con la guerra de Kosovo), es decir, a través de una guerra permanente contra los pueblos que osan defender su soberanía y/o luchar por otra sociedad, y que, claro está, chocan con los intereses geopolíticos de control de armas, recursos energéticos y demás materias primas que EEUU requiere para proseguir con la implantación de su denominado «Nuevo Orden Mundial».
Por eso, porque demócratas y republicanos tienen esencialmente el mismo proyecto, apoyaron ambos unánimemente la ocupación de Irak (y unánimemente quieren ahora reconducir el tema y entablar negociaciones con la resistencia), la invasión israelí de Líbano, el bloqueo y secuestro sionista de Gaza, un aumento en el presupuesto del Pentágono del 40% para 2007, o la Ley Patriótica y demás atentados a las libertades propugnados desde la Casa Blanca (legalización de la tortura y abolición del habeas corpus incluidas).
Por eso, porque los poderes económicos a los que representan los dos partidos tienen en este momento como objetivo principal prevenir el resurgimiento y fortalecimiento de un nuevo rival (¿China quizá?) y adelantarse a la aparición de una amenaza real a la unipolaridad actual, el triunfo demócrata no va a traer cambios sustanciales en la proliferación de bases, la reactivación del escudo espacial antimisiles o el rearme militar y nacionalista de Japón y Taiwán frente a Pekín, lo que no hará sino aumentar las tensiones en la zona.
Por eso, porque, como dice James Petras, se trata de «un solo partido básico», van a continuar polarizando el mundo entre «el bien y el mal», y apoyándose en la llamada guerra mundial contra el terror y contra el islamofascismo (categoría que incluye desde Bin Laden hasta Chávez) para legitimar todas sus aventuras guerreras «preventivas».
El mundo no es, pues, ni más seguro ni más justo ni más pacífico porque ahora los demócratas tengan la mayoría en Washington. Ni tampoco lo será cuando el «Llanero Solitario» abandone la Casa Blanca dentro de dos años. Y no lo es ni lo será porque Estados Unidos necesita de la expansión imperial para prolongar su liderazgo.
Y de eso es de lo que, tras tantísimas horas de telediarios y conexiones en directo, los medios nos deberían haber informado, para que comprendamos que el enemigo sigue siendo el de siempre y que nos quiere meter (o nos ha metido ya) en lo que algunos llaman una nueva guerra fría y otros la cuarta guerra mundial. -
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