E l martes pasado, la emisión de Txalaparta Irratia empezaba con las palabras de Beltzane Obanos, prisionera política vasca liberada la víspera, horas después de la muerte de su padre. Habló a sus camaradas que habían quedado detrás de los barrotes de la cárcel. Habló de forma calmada, pero en su voz se notaba un tono de vértigo. Perder al padre es un momento doloroso, violento, y mucho más violento cuando la noticia nos llega mientras que estamos aunque sea temporalmente en la imposibilidad de consolarnos con la presencia de nuestra familia, de nuestros amigos. Para Beltzane, al desgarramiento por la muerte de su padre se le sumaba otro, el de dejar a sus amigos en el infierno carcelario. ¿Cómo se vive, en momentos parecidos, la alegría de recuperar la libertad, aunque sea una libertad relativa?
Qué día tan extraño. Mientras estaba escribiendo estas palabras en el local de la radio, acabo de dar paso para hablar a un hombre y escuchamos, en directo, un Ongi Etorri que tiene lugar, en alguna parte de Euskal Herria. Oímos a la gente que canta: «Eusko gudariak gara...» Y esta tarde, hace solamente unas horas, nos hemos enterado de que Iñaki de Juana reiniciaba su huelga de hambre.
Hay días así, periodos en los que nuestra cabeza parece perderse en los meandros de acontecimientos contradictorios que, al final, te dejan el sentimiento de que ya no vale la pena decir nada más. Nuestras reflexiones se pierden en los meandros de informaciones que se cruzan, que chocan entre ellas, que se mutilan. Pero, ¿qué período es realmente este que estamos viviendo? ¿Pero qué es realmente este momento?
Lo que sabemos, todo lo que centenares de millares de vascos han podido «verificar», es que hay un alto el fuego... que una de las partes del conflicto no utiliza la violencia. Es todo. A parte de esto, nada ha cambiado. Todo sigue igual que antes de ese 22 de marzo en el que ETA anunciaba su iniciativa y en el que todo parecía posible. ¡Atención! Todo parecía posible porque todo el mundo sabe que ETA únicamente anunciará una tregua cuando crea que las condiciones se dan para que esa decisión tenga un sentido y una finalidad. Todo parecía posible, porque ver a ETA declarar un alto el fuego significaba que, de una manera o de otra, sabía que Madrid estaba dispuesta a hacer algo.
Y es cierto, Madrid estaba dispuesta a hacer algo. La intervención de Zapatero en el Congreso fue la prueba de ello. Pero, ¿y después? Si eso es todo lo que se ha de hacer, ¡vale! yo también puedo hacer bellos discursos. Yo también puedo escribir bellas páginas con bonitas palabras. Pero eso no significa nada, nada.
Hoy las cosas están claras: ¿Quién ha hecho un paso hacia la paz? ETA.
¿Quién no ha hecho nada? Madrid y París.
¿Quién respeta su palabra? ETA.
¿Quién no ha mantenido su palabra? Madrid y París.
¿Quién ha suspendido las acciones armadas? ETA.
¿Quién las mantiene? Madrid y París.
Todos los días se dice que Madrid y París continúan por el camino de la represión. Pero a fuerza de repetir las cosas, se acaba por no dar importancia a su contenido... se vuelve algo mecánico. Pero miremos un poco más atentamente esa afirmación que nadie puede negar: desde hace siete meses ETA continúa con su alto el fuego permanente, desde hace siete meses que ha cerrado el frente de las acciones contra los representantes de los partidos políticos españoles, nada, absolutamente nada, han hecho los estados español y francés. Hay que leer y releer esta frase para ver hasta qué punto esta situación es insoportable e inaceptable. ¿Qué pueblo podría aceptar eso? ¿Durante cuánto tiempo?
En el contexto actual, más que nunca, cualquier detención es un crimen contra la paz.
Cualquier control de identidad al ir a una manifestación o al acabar una manifestación es un crimen contra la paz.
Cada día que pasa en el que se mantiene el apartheid político en Euskal Herria es un crimen contra la paz.
Cada discurso sin futuro es un crimen contra la paz.
Y cualquier Estado, incluso el más fuerte, acaba respondiendo por sus crímenes. Nada está decidido. La historia no se ha acabado. España y Francia, tal como las conocemos, no son nada si las miramos a escala de la Humanidad. Y se agotarán jóvenes, si calculamos el tiempo a escala de la Humanidad. Esto es cierto e irrefutable.
Algunas noticias se esperan con impaciencia. Otras no. Quiero hablar ahora de las que se esperan con ansiedad. ¿Madrid y París van finalmente a tener el valor de decir al pueblo vasco lo que este pueblo quiere oír? Que sepamos si podemos esperar algo o no. Porque en la situación actual, es hacia esas capitales hacia las que nuestros ojos miran. Son sus gestos los que esperamos y no los de otros. ¿Cambio en la política penitenciaria? La respuesta debe venir de esos dos estados. ¿Fin de la represión? La respuesta debe venir de esos dos estados. ¿Reconocimiento de los derechos del pueblo vasco? La respuesta debe venir de esos dos estados. ¿Legalización de Batasuna? La respuesta debe venir del Estado español.
No soñamos. Los únicos que no han hecho nada son los estados español y francés y sus representantes. Por lo que es a ellos y a nadie más que a ellos a quienes corresponde, hoy en día, hacer un esfuerzo. -