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Gara > Idatzia > Mundua 2006-11-12
Sebastian SMITH
¿Quién ha ganado de verdad en Chechenia?
Escombros hasta las rodillas, huellas de los bombardeos en los bosques cercanos y ancianos que hablan de paz: la localidad de Bamut, bastión independentista en Chechenia, parece ilustrar la victoria militar rusa en el Cáucaso. Una impresión matizada por el control real del territorio por parte de guerrilleros reconvertidos y por la inestabilidad reinante en el conjunto del Cáucaso Norte.

Akhiiat Zaitov, 64 años, sostiene que ninguno de los habitantes de esta localidad del sur montañoso que haya sobrevivido a los últimos doce años de conflicto cree ya en una Chechenia independiente. «Formamos parte de Rusia. Nadie puede ya negarlo», concede.

Una opinión que cada vez se escucha más en la pequeña república musulmana, en la que las campañas militares rusas han matado a decenas de miles de personas y han causado destrucciones ingentes, incluida en su capital, Grozni.

«El Ejército ruso ha ganado. La gente ha entendido que no puede seguir resistiendo», sostiene Katia Sokirianskaia, de la ONG rusa Memorial.

Rusia parece haberse impuesto sobre el conjunto del territorio, pero hay dos elementos que desdibujan claramente esta impresión.

Milicias locales

De un lado, la autoridad cotidiana en Chechenia es asegurada por milicias locales cuya lealtad a Moscú es todo menos evidente. Con sus largas barbas y sus uniformes, estos milicianos parecen calcados a los guerrilleros a los que tienen la misión de combatir. No es extraño. Miles de ellos son de hecho ex combatientes independentistas.

«Se habla de milicias pro-rusas pero son de hecho formaciones militares clánicas que sólo son leales a sus jefes», señala el experto militar ruso Pavel Fewlgenhauer.

Este Ejército checheno legalizado está a las órdenes de Ramzan Kadirov, hijo del mufti muerto por la guerrilla independentista en 2004.

El clan de los Kadirov logró comprar la fidelidad de 7.000 guerrilleros independentistas, contribuyendo a debilitar a la resistencia chechena contra el Ejército ruso.

Ello explica en gran parte por qué el presidente ruso, Vladimir Putin, tiene a Ramzan Kadirov por su aliado y cierra los ojos a su campaña de islamización y a las acusaciones de brutalidad de su guardia pretoriana. «Kadirov ha sido la única alternativa para Rusia de vencer a la guerrilla», asegura Julia Latynina, periodista especialista en Chechenia, que añade tajante que «los rusos no controlan el territorio checheno. El territorio está controlado por aquellos que combatieron a Rusia».

La ley ancestral, el adat, tiene prioridad sobre la Constitución rusa y viejas costumbres como la vendetta están totalmente institucionalizadas.

Ramzan Kadirov impulsa como nadie la vigencia de estas leyes y combina esta política con su generosidad con el dinero público. Acaba de financiar la construcción de 11 viviendas en la devastada Bamut.

El mismo Zaitov que certifica que Chechenia es Rusia ha recibido una de esas casas, lo que explica su locuacidad. Más aún, afirma que los hombres de Kadirov le han prometido protección contra los soldados rusos. «Me dijeron: aquí tiene un número de teléfono. Si los rusos vienen a fastidiarte y si ves que se pasan, tú tranquilo, llámanos y nos ocuparemos de ellos».

Una situación como poco paradójica que pone en tela de juicio la aparente victoria rusa en Chechenia, estiman los expertos. «Putin no puede ignorar a Ramzan en Chechenia», afirma Alexei Malachenko, del instituto Carnegie de Moscú. «Pero Ramzan tiene muchos enemigos, no sólo en Chechenia sino en Moscú, donde muchos ven con malos ojos la presencia de un dirigente local fuerte en Chechenia».

«En un momento u otro, todo explotará», augura Charles Blandy, especialista en conflictos de la academia militar británica Sandhurst.

Bombas en Ingushetia

El segundo elemento que pone en cuestión esa victoria es la inestabilidad en las repúblicas caucásicas vecinas.

10 de noviemnbre en Nazran, capital de Ingushetia. Esta vez han fallado en su objetivo, pero la humareda que sale del cráter provocado por la explosión de la bomba al borde de la carretera desmiente los victoriosos anuncios desde Moscú.

Hace solamente un año, los expertos alertaban de una insurreción islamista en todo el Cáucaso Norte, una región con 6 millones de habitantes con una larga tradición de resistencia al Ejército ruso.

Frente a la fachada acribillada del ministerio de Interior ingush, su portavoz, Nazir Yevloev, se siente seguro: «Ahora estamos combatiendo con éxito contra ellos». Nazran fue escenario en 2003 de un asalto guerrillero frustrado, similar al de el año pasado contra Naltchik, capital de la república de Kabardino-Balkaria.

La portavoz del Ministerio de Interior de Osetia del Norte, Alla Ajpolova, comparte el optimismo de su homólogo ingush. «Es cierto que los combatientes chechenos se han propagado por todas partes, pero no representan ya un verdadero peligro. Son una llama que se apaga. Vaticino que en un año todo habrá terminado».

Alexei Malachenko, del centro Carnegie de Moscú, matiza. «La situación sigue siendo muy tensa, particularmente en Daguestán e Ingushetia, pero también en Adigeia», otra república caucásica.

Uno de los líderes de la insurgencia islamista caucásica, Magas, aseguró hace días en una entrevista en una web de internet que los combatientes se han reorganizado y «han aprendido de (sus) errores». Hace además un llamamiento a «atacar a Rusia en todo el Cáucaso y a establecer un Estado islamico en los territorios liberados».

De vuelta a Chechenia, en la aldea montañosa de Vedeno, Ajmed, un viejo partidario de la independencia, maldice la guerra que ha matado a tantos de los suyos pero advierte de que todo volverá a comenzar: «Cuando la gente se vuelva a poner en pie, todo volverá a comenzar, en 10, 20 o 30 años. Los chechenos no olvidan jamás». -

 


 
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