Músicas nórdicas
Los diez primeros minutos de la actuación de la Filarmónica de Helsinki, dedicados al poema sinfónico “Barden” de Sibelius, depararon una de las experiencias más intensas de lo que va de año. Segerstam realizó un alucinante trabajo de despiece del material que da forma a la obra, relacionando después cada elemento con músicas tan diversas como las de Webern o el barroco sobrio que practican los conjuntos historicistas centroeuropeos. “Barden” sonó tan visionaria, tan rabiosamente postmoderna y espiritual, que bien podía haber sido compuesta hace un mes.
La versión del “Concierto” para violín de Bartók no pudo igualar las cotas de calidad del “Barden”. Las orquestas finesas son de las pocas en Europa que aun conservan una idiosincrasia sonora particular. La sonoridad extremadamente tamizada, siempre sedosa aunque un tanto difusa, de la Filarmónica de Helsinki no contribuyó a clarificar la estructura del “Concierto”, que demanda una articulación muy definida, a veces incluso evidente, de los contrastes tímbricos. Shlomo Mintz sí que entendió perfectamente esta cualidad de la música de Bartók, e hizo sonar a su violín con mil y un matices tímbricos distintos, desde sonidos auténticamente sucios y rústicos a agudos que parecían ondas sinusoidales puras, reservando su mejor vibrato sólo para los momentos clave. Es cierto que su afinación no fue siempre pluscuamperfecta, pero tanto el Bartók como el Kreisler del bis fueron magníficos.
La segunda parte estuvo dedicada a la “Sinfonía” nº 2 de Sibelius. Segerstam optó por una visión un tanto introspectiva, lo que restó algo de heroísmo a las expansivas melodías de, por ejemplo, el ‘Finale’. Con todo, fue una versión de interés, con un rendimiento orquestal notable. -
Mikel CHAMIZO
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