No quisiera que esta columna se convirtiera en un monocultivo, tener que escribir una y otra vez de temas judiciales referidos a la Audiencia Nacional, pero lo cierto es que por una cosa o por otra, por fas o por nefas, por H o por B o por HB, la actualidad de Euskal Herria pasa por ella. Precisamente la próxima semana, el 21/N, se cumplirá un año desde que se iniciaron las sesiones del macro-mega-super-proceso 18/98. Un año de viajes semanales, de abrumadoras sesiones capaces de sumir al más despierto de los asistentes en estado letárgico. Un año en el que en el camino han quedado amigos como el querido Jokin Goristidi y otros han sido excluidos temporalmente del proceso por padecer graves enfermedades. Un año de trastorno en nuestras vidas, a caballo entre Euskal Herria y Madrid, sin poder trabajar o haciéndolo en forma extraña. Miles de kilóme- tros y muchos millones de gastos para un proceso que nunca debió celebrarse y menos en la forma en que se está llevando a cabo. Desde hace un par de meses vienen desfilando por la Casa de Campo los arietes de la lucha antieta con piel de peritos que ilustran al Tribunal, lo que no impide que asome a cada momento su voracidad acusadora. Afirmaciones sin prueba, inferencias gratuitas, todo ello barnizado por unos conocimientos que no se aprenden en ninguna universidad, pero que les permiten hacer análisis de inteligencia. La criatura cumple, pues, su primer año, y me jugaría algo a que cuando acabemos ya habla perfectamente.

Al mismo tiempo, se juzgó a Iñaki De Juana. Se había filtrado que la Fiscalía iba a corregir sus conclusiones provisionales, que se reconocían como disparatadas y modificaría la calificación jurídica eliminando el tipo de amenazas terroristas sustituyéndolo por amenazas, solicitando pena de 6 años. La filtración desató la cólera de la fachenda y al final la Fiscalía optó por el pasteleo de los pusilánimes, lo que ha acarreado que nos encontremos con una condena de 12 años y siete meses de prisión. La sentencia después de decir que el derecho penal de autor, el del enemigo debe desterrarse, acaba condenando porque el autor es quien es y los artículos se publican en un medio «del entorno». Las amenazas son veladas, por lo que hay que inferir que pretendía «señalar» a los mencionados. Hemos anunciado ya el recurso de casación ante el TS.

Cada vez parecen más confusas las noticias sobre lo ocurrido en Bilbo entre manifestantes y dos municipales. En España hablan de atentado terrorista frustrado y aquí se dice que nadie les roció ni pretendía quemarles. Pero en los Madriles están que trinan porque los supuestos autores hayan quedado en libertad y lo achacan a que no hayan sido conducidos a la Audiencia Nacional. Critican al juez natural y exigen el especial. De locos. -