Lo que la «comida rápida» esconde
Respondía en una entrevista el reciente ganador al mejor pincho de Euskal Herria, el eibarrés Enrique Fuentes, afincado en el restaurante gasteiztarra Jardín del Toloño, que «no sería capaz de comer en un Mc Donald´s». Pues a partir de ahora, quienes vayan a ver la película «Fast Food Nation», estrenada este viernes en EEUU, puede que rubriquen palabra por palabra la frase de este cocinero.
En agosto de 2004, ‘‘Super Size’’, un documental donde el protagonista de la historia era el propio autor, removía los cimientos de la sociedad estadounidense al mostrar los efectos de alimentarse durante treinta días a base de la llamada ‘comida basura’. Morgan Spurlock desayunó, comió y cenó a base de Big Macs, Cheeseburgers y McNuggets. ¿El resultado? Engordó doce kilos, los niveles del colesterol malo se le dispararon, lo mismo que de sodio, sufrió dolores en el pecho y padeció asma y arritmia cardíaca. Los médicos le imploraron que colgara de inmediato los títulos de crédito finales.No es la única vez que este tipo de comida que gana fieles en todo el mundo es puesta en tela de juicio en el país del que salió de los fogones. Marion Nestlé, una nutricionista de la Universidad de Nueva York y con apellido ciertamente sospechoso, batió récords y premios hace tres años con su best-seller ‘‘Food Politics’’, donde destapó los tejemanejes de la industria alimentaria en EEUU. Ahora le ha tocado de nuevo el turno al cine. Este viernes se estrenó en las pantallas estadounidenses ‘‘Fast Food Nation’’, una película muy aplaudida y con buenas críticas, y que está basada en el libro homónimo de no-ficción de Eric Schlosser, publicado en 2001 como una crítica radiografía a la industria cárnica en EEUU. En los 114 minutos que dura el trabajo del director Richard Linklater, se presenta a Don Henderson, un ejecutivo corporativo de una importante cadena de restaurantes de comida rápida, al que se le presenta un problema: La carne de las hamburguesas más famosas de la empresa está contaminada, y él tiene que averiguar por qué. Emprendiendo un viaje al lado oscuro de la comida típicamente americana, decide abandonar su cómoda sala de reuniones en su sede de California para adentrarse en el mundo de los mataderos. Y la película muestra lo que se esconde detrás del fast food o comida rápida, un negocio en el que en 1970 los estadounidenses se gastaron 6 billones de dólares y en el 2000, 110 billones. El libro de Schlosser en el que está basado este film que no documental se remonta a cuando Richard y Maurice McDonald abrieron en 1937, en Pasadena, un autorrestaurante con camareras que iban a los coches, vendiendo mayormente perritos calientes. Nos guía, desvelando todos sus secretos, hasta hoy, en que uno de cada cuatro adultos en aquel país acude cada día a uno de estos restaurantes. Uno de cada 8 trabajadores de EEUU ha trabajado en McDonald´s, lo que da idea de hasta qué punto este consumo de comida está interiorizado en aquella sociedad. Y la realidad nos dice que hace una década tenía unos 3.000 restaurantes fuera de EEUU y ahora son unos 15.000 en más de 117 países. Suele abrir unos cinco nuevos al día y al menos cuatro de ellos fuera de su país. Pero lo que este libro y esta película ponen sobre aviso es también lo que hay tras los mostradores de esas cadenas de comida rápida. Quienes hayan tenido oportunidad de ver el trailer en internet, sabrán de lo que hablamos. Schlosser, en su libro denuncia, lo resume así: «Una simple hamburguesa de fast food contiene carne de docenas e incluso centenares de ganados distintos. Cada día, en EEUU, unas 20.000 personas enferman por intoxicación, 900 son hospitalizadas y 14 mueren. Hay una explicación sobre el porqué tomar una hamburguesa puede enfermarte: hay mierda en la carne. El 78,6% de la carne picada tiene microbios que son esparcidos primariamente por materia fecal». Es cierto que en los últimos años, la vigilancia de estas grandes firmas alimentarias se ha extremado y que se han tenido que adecuar a los nuevos tiempos en que gobiernos y organismos como la OMS han declarado la guerra a la obesidad, a las malas grasas, a la sal. Como decía el cardiólogo Valentín Fuster, director del Instituto Cardiovascular del Mont Sinaí de Nueva York, «las cadenas de comida rápida acabarán como las tabacaleras».
Aviso a Burger King
De momento, esta semana la Agencia Española de Seguridad Alimentaria (AESA) reclamó a la empresa Burger King que interrumpa su última campaña publicitaria, centrada en la promoción del consumo de hamburguesas muy grandes. Según los análisis realizados por el Centro Nacional de Alimentación de la AESA, una hamburguesa de Burger King de la gama XXL alcanza un peso neto medio de 328,9 gramos y aporta un valor calórico medio de 971 kilocalorías por unidad, casi el 50% de los requerimientos calóricos diarios de un adolescente. Su ingestión supera la cantidad de grasa saturada reco- mendada. La aludida, Burger King ya ha respondido que «los gustos de nuestros clientes priman por encima de todo». Curiosamente, esta cadena, como otras, se había comprometido a no incentivar el consumo de raciones gigantes, especialmente en niños y jóvenes, como medida contra la obesidad. Lo que estamos es ante una política de estas cadenas de incrementar el tamaño de las porciones. La ración super grande de patatas fritas de McDonald´s es tres veces mayor que la que daban hace una generación. Dicen que Ronald McDonald es el personaje de ficción más
conocido por los escolares estadounidenses. Una pena que quien se metía dentro
del disfraz, Willard Scott, fuera despedido, precisamente, por engordar y no
caber en el traje. ¿Demasiadas hamburguesas gratis, acaso? -
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