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Gara > Idatzia > Jendartea 2006-11-24
Infancia y juventud marginadas
Rechazan que los centros de menores sean la solución
La situación de vulnerabilidad de los menores, especialmente los que pertenecen a sectores sociales excluidos, es motivo de debate desde ayer en Gasteiz. Los expertos apuestan por la necesidad de mantener al menor en el ámbito familiar y en caso de que esto sea imposible, posibilitarle una familia de acogida. También tienen críticas para la mirada «adultocrática», así como para la reforma legislativa.

GASTEIZ

El campus de Araba acoge estos días el congreso “Infancia y juventud marginadas”. Una iniciativa cuyo objetivo primordial es potenciar un debate crítico y articular propuestas de actuación con las actuales políticas de respuesta a las necesidades y barreras discriminatorias que sufre la infancia y adolescencia pertenecientes a los sectores marginados de la sociedad.

Miguel Santiago Losada, coordinador del área marginal de la Asociación pro-derechos humanos de Andalucía, analizó la situación de vulnerabilidad en la que se encuentran los menores. Subrayó la necesidad de que éstos permanezcan en su propio ambiente, procurando que el acogimiento se produzca en su familia. En caso de que esto no sea posible, Losada apuesta por posibilitar que el menor tenga una familia de acogida, frente al ingreso en centros, ya que, a su entender, éstos últimos facilitan la «despersonalización» de los niños.

Así las cosas, cree que las administraciones deberían sensibilizar para crear una red de familias de acogida, así como desarrollar una intervención social, formativa y laboral. Opta, además, por buscar medios como la mediación o el arbitraje para solucionar problemas en el ámbito juvenil, que no sea aplicar el Derecho Penal.

Respecto a los menores inmigrantes no acompañados, afirmó que debería prevalecer su necesidad de protección, «antes de considerarlos inmigrantes». En este sentido, Losada se inclinó por acogidas «dignas» que favorezcan su integración, y se opuso a las repatriaciones no voluntarias. Al movimiento ciudadano le pidió que reivindique respuestas sociales y asuma responsabilidades.

El sociólogo César Manzanos ha indagado sobre los estereotipos. Entre ellos, destacó el binomio adulto-otras etapas vitales. Aseguró que «este binomio identificativo del nosotros y del otro» está íntimamente ligado a otros estereotipos del tipo de hombre-mujer, rico-pobre, blanco-pobre, perfecto físicamente-minusválido o heterosexual-homosexual.

A su juicio, todos ellos han sido «internalizados en nuestro proceso de aculturación», de tal forma que son elementos constitutivos de cada personalidad y se expresan «inconsciente o conscientemente en los pensamientos, emociones o actos que regulan nuestro comportamiento social».

Calificó el estereotipo «adultocéntrico» como aquella estructura de pensamiento y demás elementos de cultura, que se refieren al “adulto” como un «modelo de aspiración y perfección, como modelo a imitar» frente al resto, a la infancia o la juventud, identificados «como un cúmulo inmenso de desvalores» y, por lo tanto, a quien hay que educar, civilizar y «enseñarle a imitar, a ser adulto como condición integrante» en la sociedad.

«Aberración y negación»

En opinión de Manzanos, en el espacio vital humano «todo permanece y lo que va apareciendo se sustenta en lo anterior» y tratar de negar las anteriores etapas evolutivas no deja de ser «una aberración y negación de riqueza y pluralidad acumulativa que nos caracteriza».

Aseguró, asimismo, que el binomio penalización y educación están «íntimamente» relacionados, porque «según el concepto de educación que tengamos, así será el tipo de penalización que apliquemos y viceversa». Desde este punto de vista, analizó cual es el tipo de acción educativa que se aplica en el marco de un sistema de ejecución penal para menores.

Al respecto, cree que las instituciones de internamiento educan, pero lo hacen en valores muy concretos. Subraya que si se les inculta valores de castigo, competencia e individualismo, y si se convierte a jueces o asistentes sociales en sus controladores, «estaremos construyendo una sociedad cerrada, disciplinaria y autoritaria». Manzanos concluye recordando que la infancia y la juventud representan el futuro de la sociedad y la forma de tratarles es «determinante» para la misma.

María José Bernuz, profesora de Filosofía del Derecho de la Universidad de Zaragoza, consideró que le reforma de la Ley Orgánica reguladora de la responsabilidad penal de los menores no esconde «sus verdaderas intenciones». Esta ponente defendió que «las medidas que se propongan deben ofrecer un mensaje de prevención general y de seguridad al conjunto de la sociedad».

Finalmente, otro de los expertos participantes, Jesús María Silva Sánchez, manifiestó que las nuevas medidas «satisfacen necesidades sicosociales de pena, esto es, apaciguan la sensación de inseguridad y desazón social ante la aparente imposibilidad de erradicar definitivamente el fenómeno terrorista». Añadió que lo mismo podría decirse de las medidas más duras previstas para «ese núcleo duro de la delincuencia juvenil».



El Congreso español aprueba la Ley del Menor
El Pleno del Congreso español aprobó ayer definitivamente el proyecto de ley de Responsabilidad Penal del Menor, que excluirá de su ámbito de aplicación a los jóvenes de entre 18 y 21 años, punto al que se opusieron CiU, PNV, ICV y Grupo Mixto. Con esta decisión se vuelve al texto original que el Gobierno remitió al Congreso y se modifica lo aprobado en la Cámara Baja, donde se incluyó a los jóvenes de 18 a 21, extremo que el pasado mes de octubre tampoco contó con el visto bueno del Senado. El ministro de justicia español, Juan Fernando López Aguilar, anunció que la nueva ley entrará en vigor el próximo mes de febrero. -



Para Omar Karlitt en algunos centros «las cosas eran similares a la cárcel»

GASTEIZ

Omar Karlitt conoce muy bien el funcionamiento de los centros de acogida. Ha pasado, en los últimos 14 años, por los de Logroño, Burgos, Santander, Madrid, Irun y Loiu.

Recuerda que durante su estancia en Madrid, en Hortaleza, «las cosas eran parecidas a una cárcel de menores». Tenía que estar allí tres meses. Afirma que era «muy aburrido», porque de lunes a viernes, los internos pasaban todo el día en el patio, menos las horas de la comida y de dormir. El sábado, para variar, salían un rato de paseo.

Algo similar piensa del de Loiu, aunque también reconoce que «no me faltó de nada» y que fue allí donde le arreglaron los papeles. «Allí o jugabas al fútbol, bajabas al pueblo o te quedabas mirando como un tonto al infinito», explica Karlitt. Dice que hubiera entrado «la mar de contento» en algún club deportivo.

Señala que ha conocido centros en los que cada habitación tenía media docena de camas y donde todos los días les mandaban a comer a un bar. Discrepa con dicha actuación, ya que «tendríamos que estar haciendo, con la ayuda de los monitores, nuestra propia comida», sostiene.

Conserva, sin embargo, un buen recuerdo de Logroño. Fue allí donde le enseñaron electricidad, a nadar y también donde aprendió castellano, en sólo tres meses.

Karlitt demanda más educadores y la desaparición de «un vigilante con la porra». Recuerda que los internados son, en muchos casos, chavales que están muy lejos de su familia. «Llevo 14 años sin ver a mi madre, y mi padre ha muerto y no lo he visto», dice.

Pisos frente a centros

Apuesta por los pisos de acogida, frente a los centros, ya que «hay poca gente integrada y mezclada». Subraya la importancia de que entre ellos haya personas del Estado español, para practicar el castellano. Así, «pasado mañana hablaré bien y no me pondré nervioso, pensando que se burlan de mí», indica.

Sostiene, además, que en un piso uno se acostumbra a controlar las labores de casa. De esta manera, «cuando sales funcionarás sin ningún problema en este sentido», cree Karlitt.

Reclama, al mismo tiempo, que antes de abandonar el centro de menores, un chaval tenga un lugar donde ir y un trabajo. «No tiene nada y si no sale con papeles del centro es como si lo estuvieran mandando a un chavolo», concluye.


 
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