El presidente del Gobierno navarro, la alcaldesa de Iruñea, el delegado del Go- bierno español o el presidente de la Confederación de Empresarios de Navarra estaban ayer en la misma sala del centro Civican de Iruñea, lo que da medida de la importancia que concedían al orador. Fernando Grande-Marlaska no parecía fingir cuando mostró un estupor bastante justificado ante semejante constelación de autoridades, congregadas para oír su conferencia sobre «Terrorismo y sociedad». Después de abrirse paso entre una nube de cámaras, el superjuez parecía intuir que, más que sus palabras, lo que interesaba era la foto. Que aquellos mandatarios iban en realidad a aplaudirse a sí mismos y celebrar que Marlaska es uno de los suyos.

Todos ellos no tardaron en llevarse un disgusto. Grande-Marlaska acababa de tomar la palabra cuando dos jóvenes se levantaron y plantaron en la sala una ikurriña y una bandera navarra con el símbolo de la campaña «Euskal Herriak autodeterminazioa». El juez no cambió el tono de su discurso mientras los encargados de la segu- ridad se llevaban de bastantes malos modos a la chica, sin importarles un pimiento que allí hubiera tal concentración de jueces y fiscales atentos a otra cosa. El chico pudo aguantar la posición un poco más, probablemente porque daba más reparo arrancarle de las manos la bandera navarra que la ikurriña que enseñó la joven.

Desde el público, entregado al juez especial distinguido por su persecución al conjunto de la izquierda abertzale, se escucharon gritos de «fuera», «sinvergüenzas» o «payasos», y se vieron rictus de cabreo que tardaron unos minutos en disiparse. Grande-Marlaska decidió pasar por alto el incidente, pero Juan Manuel Fernández, presidente del Tribunal Superior de Justicia de Nafarroa que ejerció de anfitrión, optó por no hacerse el sueco: «Ha sido un incidente demostrativo del con- cepto de democracia que tienen algunos. La flema que has demostrado muestra que estás acostumbrado a estas cosas», indicó al juez bilbaino.

Luego se vería que, al fin y al cabo, el incidente iba a ser lo más comentable de la sesión. Grande-Marlaska hizo una exposición del fenómeno prácticamente para escolares. Destacó, eso sí, como crucial el paso dado al «entender» a ETA como «un todo», aunque matizó en repetidas ocasiones que hablaba sólo «desde la alta probabilidad» porque no hay todavía una sola sentencia firme que avale la doctrina de Garzón.

«habra que cambiar la ley»

Ante preguntas más complicadas, Grande-Marlaska terminó haciéndose un lío. Admitió que «si la ley puede entorpecer algo, habrá que cambiar la ley, digo yo», aunque acto seguido matizó que «he sido un poco drástico». Al final por fin surgió un interrogante inteligente:«¿Usted cree que hay leyes injustas?». Marlaska se lo pensó un rato largo y admitió que «todo es posible, ¿por qué no?». Los jóvenes que reivindicaron ante él la autodeterminación lo tenían bastante más claro. -