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Gara > Idatzia > Mundua 2006-12-09
Txente REKONDO *
Golpe en el paraíso
Los paradisiacos entornos de Fiji, en pleno Pacifico, se han visto nuevamente alterados por movimientos golpistas. Desde que el 10 de octubre de 1970 Fiji logro la independencia, y tras unos años de despunte economico, las complejas relaciones politicas, sociales y etnicas le han abocado a cuatro golpes de estado en menos de veinte años.

La mayoría de las noticias desde Occidente tienden a resumir las causas de estos acontecimientos en el enfrentamiento étnico entre los nativos de Fiji y los descendientes de los trabajadores indios que durante el período colonial llegaron a las plantaciones locales, en manos de los colonialistas. Si bien es cierto que esa es una de las causas principales para entender el devenir de los acontecimientos, conviene remarcar que también esconde un intento interesado para ocultar todo un abanico de diferencias y enfrentamientos que coexisten en ese «paraíso terrenal» y que superan las diferencias entre fijianos nativos e indio-fijianos.

En el archipiélago que forma Fiji viven cerca de 900.000 habitantes, repartidos en un centenar de islas, mientras que otras doscientas permanecen sin habitar. La población indígena representa la mitad de la población, mientras que los indio-fijianos alcanzan el 44%. La mayor parte de los nativos viven en pequeños pueblos y muy ligados a una agricultura de subsistencia, y siguen manteniendo una importante estructura social basada en las obligaciones y lazos comunales y familiares. Por su parte, las comunidades indio-fijianas están más relacionadas con la producción y explotación industrial de azúcar. Esta industria, junto a la del turismo, es la mayor fuente de riqueza del país, aunque también tiene su peso la producción de oro y el textil, así como un importante potencial productivo de madera.

Herencias coloniales

Los colonialistas británicos encontraron en Fiji el lugar apropiado para desarrollar sus políticas de plantaciones agrícolas, de algodón al principio y de azúcar posteriormente. Sin embargo tropezaron con varios obstáculos: la propiedad de la tierra, la forma de vida local, basada en la subsistencia, el juego y la pesca, sin ninguna pretensión de entrar en la maquinaria productiva colonial, y de ahí el tercer obstáculo, la consecución de mano de obra para llevar a cabo sus planes explotadores.

Esa forma de vida de los fijianos, unida a una epidemia que acabó con varias decenas de miles de ellos, obligó al gobierno británico a maniobrar, buscando por un lado aliados locales en algunos de loa jefes y familias locales y por otro trayendo mano de obra de trabajadores indios a partir de 1879. Paralelamente a estos movimientos los administradores de la corona británica pusieron en marcha un sistema que mantenía dividida a la población y evitaba en lo posible contactos interétnicos, lo que facilitó también que se extendieran en cierta medida los adjetivos vulagi (visitantes o extranjeros) para definir a la población de origen indio y taukei para los nativos.

El sistema colonial tenía tres pilares; los indio-fijianos aportaban su mano de obra, los fijianos la tierra y los europeos se ocupaban de las finanzas y la administración. Esta política colonial de fomento de la separación étnica trajo consigo la puesta en marcha de estructuras políticas que perseguían ese fin. Así, los europeos tenían la mayor representación institucional y política, la de los indio-fijianos era muy limitada a partir de 1929, mientras que los fijianos nativos no lograron el acceso al sufragio directo hasta 1963.

Otras dos herencias del sistema colonial, el ejército (actualmente más de 4.000 regulares y 10.000 reservistas) y la iglesia, han jugado importantes papeles en los acontecimientos golpistas de estos últimos años. Mientras que los primeros se han convertido en los protagonistas de las divisiones del país, y que también afectan a su propia estructura, la iglesia Metodista, mayoritaria entre la población nativa, frente al hinduismo de la colectividad indio-fijiana, siempre se ha posicionado a favor de los primeros, llegando a apostar por un estado cristiano oficial y defendiendo algunos de los golpes militares.

Golpe a golpe

En los últimos veinte años, cuatro golpes de estado se han producido en Fiji. Los tres anteriores se han presentado como intentos de los golpistas por «defender los intereses de los indígenas fijianos». El reciente golpe, en cambio, se presenta en la dirección opuesta y dice apostar «por la integración de todas las comunidades del archipiélago».

En mayo y setiembre de 1987 el teniente coronel Rabuka protagonizó dos golpes de estado para acabar con el gobierno de una coalición multirracial. El segundo de ellos motivó la salida del país de miles de indio-fijianos y la instauración de una constitución basada en divisiones raciales.

El golpe de mayo del 2000 fue sin duda el que más atención suscitó en Occidente, y el que generó la pérdida de vidas humanas y de grandes pérdidas económicas provocadas por la duración de la crisis y su repercusión directa en el turismo. La importancia de aquellos acontecimientos es altísima y guarda relación directa con lo que ha acontecido estos días. El golpe del año 2000 fue frustrado por el jefe del ejército Frank Bainimarana, quien a su vez se ha convertido en el protagonista del realizado estas semanas. Tras el derrocamiento del gobierno multi-étnico de 2000, Laisenia Qarase, el hasta ahora primer ministro, había vencido en las elecciones de 2001 y 2006. Sus intentos por poner en marcha tres leyes, sobre todo la que recogía el perdón para los golpistas del 2000, ha generado descontento entre los militares. Además, tras las elecciones de mayo de este año, en las que Qarase logró la reelección, éste intentó remover de su posición a Bainimarana, lo que acentuó aún más la crisis entre ambos.

Lo cierto es que más allá de las discrepancias étnicas entre los nativos fijianos y los de origen indio, existe un abanico de importantes diferencias en cada bloque que hace que sea imposible presentar a éstos con una imagen homogénea y unida. Dentro de la comunidad indígena encontramos importantes divisiones de acuerdo a las diferentes dinámicas políticas en torno a la dirección de la comunidad (de hecho son más de siete los partidos que se disputan la representatividad fijiana y ninguna alcanza a destacarse, fragmentando el voto de forma considerable), las distintas facciones y familias con sus propias alianzas e intereses, el regionalismo y provincialismo, la división del ejército, los distintos intereses económicos, de clase y de religión... Y en menor manera, pero también con importantes disensiones internas, nos encontraríamos en el colectivo indio-fijiano.

Parece que los verdaderos problemas de la mayoría de la población, la pobreza y la corrupción, no interesan a nadie fuera del archipiélago. De ahí que tras la cortina de humo de las diferencias étnicas no se quiera abordar la herencia envenenada del colonialismo británico y la acentuación de los problemas que ha provocado el sistema heredado de aquellos. No son las comunidades fijianas o indio-fijianas las que se disputan el poder, sino sus elites corruptas, que se aprovechan de la situación compleja y de la fragmentación del país para seguir defendiendo sus propios intereses. -

(*) Txente REKONDO: Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN).


 
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