De entrada el tema de los cultivos bioenergéticos provoca una reacción favorable. Cultivos+bio=energía renovable. ¿Qué mejor? En la práctica la ecuación es bastante más compleja, aunque su configuración exacta depende claramente de la óptica desde la cual se formule.
Así, para una explotación agrícola que ha visto cómo sus cultivos habituales pierden valor y mercado año tras año, cómo las políticas agrarias y comerciales dificultan el cultivo de las alternativas más lógicas y cómo el creciente poder de las industrias alimentarias hace escasamente viables otras opciones, es como si le lanzase un balón de oxígeno desde la Unión Europea cuando ésta empieza a subvencionar los cultivos para fines energéticos de forma que interesa económicamente, a la vez que se fomentan proyectos para transformar y comercializar la energía derivada. Ante el desinterés e incapacidad institucional para fomentar otras alternativas agrícolas, ¿qué harías tú?
Pero para la explotación ganadera dependiente de piensos la creciente demanda de cereal para fines energéticos es mala noticia. Ya ha empezado a tener un impacto negativo en la oferta de cereales para alimentación ganadera y, por tanto, generar un incremento en sus costes. Más le interesaría que la explotación agrícola vecina le suministrase elementos alternativos de alimentación ganadera (habas, guisantes...). Un punto negativo complica la ecuación de los cultivos energéticos.
El análisis ambiental de los cultivos energéticos lo complica aún más. Por supuesto la energía renovable es preferible a la energía derivada de fuentes agotables. Pero la información disponible indica que la mayoría de las fuentes actuales de energía derivada de cultivos tiene un balance energético negativo: se emplea más energía en producir el cultivo de que provee éste. No es un constante, pero sí un preocupante factor negativo en la ecuación. Y aunque en el futuro el balance se tornase positivo, hay que saber que la mayor parte de la energía derivada de estos cultivos sirve y servirá para mantener el actual modelo de vida despilfarrador de energía de los países ricos, otro factor claramente negativo.
Desde el punto de vista ético hay también complicaciones. A muchas personas les resulta poco moral cultivar plantas para producir energía cuando más de 850 millones de personas mueren cada año de hambre o enfermedades derivadas del hambre en nuestro Planeta.
No es una ecuación sencilla. -