En las horas anteriores a la decisión de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional sobre Iñaki De Juana (16 magistrados para una decisión. ¿Cuántos se reunieron para poner en la calle a Galindo? ¿Cuántos para liberar a Vera? ¿Cuántos para los matarifes de Lasa y Zabala?) los opinadores del nacionalismo español rugían como los leones del circo romano ante el paso de los cristianos por delante de su jaula. El editorialista de “La Razón” advertía con gravedad que «si la Audiencia (...) excarcela al terrorista, ETA habrá ganado la batalla propagandística más importante de las últimas décadas». A eso se le llama «presionar», ¿no les parece?En “Abc” Edurne Uriarte exhibía una ignorancia plena de mala fe:«De Juana sigue siendo miembro de ETA y, como lo puso de manifiesto en los artículos por los que fue condenado, persiste en colaborar en sus crímenes. Su excarcelación, por lo tanto, no sólo plantea una quiebra moral del sentido de la justicia sino que descuida la responsabilidad de protección hacia nuevas víctimas».
En “El Mundo”, el editorialista también le ponía las cosas difíciles a ese numeroso tribunal:«Si (...) decididera excarcelar a este terrorista no arrepentido, ello sería interpretado como la primera gran claudicación inspirada por el Gobierno desde el inicio del proceso de paz». Y como así de crudo lo pintaba, iba un poquito más lejos en su despropósito:«el futuro del Estado de Derecho está en manos de los jueces de la Audiencia, que encarnan hoy la esperanza de millones de ciudadanos de que la Justicia pueda prevalecer frente a este órdago de ETA».
En el editorial de “Diario de Navarra” mostraban su sorpresa por el hecho de que «no se encuentren fórmulas para compaginar el derecho con la no aceptación del chantaje de un terrorista. Por ejemplo, su envío a un hospital penitenciario en vez de a su casa». No recuerdo haber leído un argumento similar en “Diario de Navarra” cuando los sanguinarios Bayo Leal y Dorado Villalobos, torturadores y matarifes convictos, fueron enviados «a su casa».
Y en “El País” era Josep Ramoneda quien recordaba lo
que, en realidad, ocurrió:«ante la proximidad de su liberación, bajo una presión
mediática considerable, empezó a buscar desesperadamente alguna treta legal que
permitiera mantenerle en la cárcel». Y eso fue así, se pongan como se pongan.
Ahora habrá que ver si procesan a Ramoneda por «colaboración», por ejemplo. - msoroa@gara.net