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Un recurso natural a nuestro alcance que, sin embargo, como puntualiza el coordinador del área de Dinamización Marina del Instituto AZTI, Manuel González, «se encuentra en la misma fase que la energía eólica estaba a principios de los años ochenta hasta ser lo que es hoy». Este experto participó ayer en la II Jornada Internacional sobre Energías Marinas que el Ente Vasco de la Energía (EVE) celebró en el BEC de Barakaldo, con presencia de varios ponentes extranjeros. «Si este tipo de energía resulta económicamente rentable, empezará a funcionar en diez o veinte años», vaticina.

En este encuentro quedó patente que la costa vasca es una de las pocas privilegiadas a nivel mundial para impulsar este tipo de aprovechamiento energético. La franja que va desde el sur de la Península ibérica hasta la costa de Gran Bretaña es una área única en el mundo para obtener energía a partir del oleaje marino. De hecho, británicos y portugueses son ahora mismo quienes más están apostando por este recurso, mientras que en la cornisa cantábrica comienza a despuntar algún que otro proyecto.

Uno de ellos tendrá como futura ubicación la localidad de Mutriku. Allí, el departamento de Obras Públicas del Gobierno deLakua construye desde el año pasado un dique de protección para el acceso a este puerto guipuzcoano de unos 400 metros de longitud. Las obras han llegado ya a su parte central, justo donde el EVE tiene previsto encajar una planta demostrativa que aproveche esa fuerza de las olas y que ocupará unos 75 metros. «Concretamente, dispondrá de 16 cámaras-turbina de 15-20 kw cada una, que en conjunto supondrán una potencia instalada de 300 kw», explica José Ramón Epelde, responsable de Comunicación del EVE. «En cualquier caso, antes de finales de 2008 no se tiene previsto hacer nada».

De los varios tipos de energías marinas, sólo la de las olas es aprovechable en la costa vasca. El rango de las mareas ­alrededor de 4,5 metros­ es insuficiente para sacar partida de ellas. Tampoco las corrientes marinas ofrecen posibilidades, ya que requieren de una notable diferencia de temperatura entre ellas que aquí no se da. Así las cosas, el oleaje ofrece una oportunidad muy adecuada. En el Golfo de Bizkaia se calcula un potencial energético de 30 kw/m, cuando en las costas atlánticas europeas esos flujos de energía del oleaje oscilan entre los 20-40 kw/m.

En cualquier caso, el proyecto previsto para Mutriku tiene más un carácter experimental que energético. En su caso, se trata de aprovechar la presencia del nuevo dique para generar energía como si de una central hidroeléctrica se tratara.

Sin embargo, no es esta opción, conocida como onshore, la que más rendimiento energético ofrece. Manuel González, experto de AZTI, aclara que la alternativa que más posibilidades presenta es aquella en la que la planta se ubica mar adentro, como si fuera una batea de mejillón, y conocida como tecnología offshore. Se sitúa a tres o cuatro millas de la tierra aprovechando el movimiento de las olas según pasan hacia la costa.

En cualquier caso, ninguna es una tecnología sencilla, ya que «el mar es un desafío muy agresivo para asentarse o para mantenerse», afirma.

Surfistas se oponen a una planta aguas adentro en la costa británica de Cornwall

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Además de la costa cantábrica, los litorales de Escocia, Irlanda y Portugal ­Noruega también aunque menos­ son algunos de los lugares más privilegiados para transformar la fuerza de las olas en energía eléctrica. Pero mientras en el Estado español esta apuesta está todavía en pañales ­aunque hay proyectos en Santoña (Cantabria) y dos más en Galicia­, en Gran Bretaña y en países como EEUU o India hay ya instaladas algunas plantas de aprovechamiento.

Sin embargo, esta alternativa energética tan novedosa también ha empezado a encontrar trabas. Ha ocurrido en una de las zonas más surferas de la costa británica, en Cornwall, donde se proyecta una de estas instalaciones. Según denuncian los críticos con este plan, que prevé ubicar mar adentro una planta de unos diez kilómetros cuadrados, ello supondrá una reducción del tamaño de las olas.

Esta situación está dando lugar a un enconado debate entre quienes abogan por las energías limpias como ésta y los amantes del surf. Lo que parece obvio es que, sean plantas instaladas juntos a los diques de los puertos o varias millas hacia el interior, existe una afección ambiental que debe ser debidamente calculada, como admite el experto de AZTI Manuel González. «Por una parte, se trata de la ocupación de un espacio; por otra, el oleaje es un agente que moldea las costas. Si retiramos una parte de energía, claro que habrá que estudiar cómo afectará a la costa cercana. Es importante desarrollar, a la par que la tecnología, los protocolos y metodologías sobre el impacto ambiental».