La Corte de Apelación de París ha adoptado la decisión por la que el preso Filipe Bidart ha luchado durante años. Tras pasar 19 años encarcelado, saldrá en libertad condicional. El tribunal ha tomado en cuenta el recurso presentado por la defensa del militante abertzale. Ese recurso rebatía la decisión adoptada el pasado 17 de octubre por el Tribunal de Apelación de Penas, instancia creada ad hoc y que, de hecho, se estrenó con el vecino de Baigorri. La llegada del caso a esa corte había despertado ya los peores presagios, que se vieron confirmados en la celebración de una vista en la que no se analizaron las circunstancias sociales, laborales y familiares de Bidart, sino que se trató, una vez más, de incidir en que el preso político no ha renegado nunca de las ideas que le llevaron a comprometerse con IK. «¿Qué pensaría usted de una eventual ruptura de la tregua por parte de... ETA?». Esa fue una de las cuestiones que planteó en aquella vista el ministerio público.

El fallo contrario a la concesión de la libertad condicional llevó a su defensa y al comité de apoyo «Filipe Aska!» a denunciar el impulso político de una decisión que llegaron a calificar de «patada al proceso de paz» en Euskal Herria. Pese a todo, la batalla judicial siguió adelante, y el fruto de ese trabajo es que el baigorriarra, al que mantuvieron en prisión desde su detención en 1988 y hasta el año 2000 sin ser ni siquiera juzgado, pueda recobrar la libertad el próximo 14 de febrero. Eso sí con condiciones, relativas a residencia y trabajo, que se mantendrían durante varios años.

¿Cabe esperar que esta decisión abra las puertas a un cambio en la política penitenciaria francesa? Así sería de desear, como deseable sería que esta medida fuera la antesala de otras decisiones tendentes al reconocimiento de Euskal Herria y al respeto a la voluntad de sus ciudadanos. Sin embargo, lo más oportuno ahora es extraer lecciones del caso que nos ocupa: lo primero a remarcar es que la perseverancia en la reclamación de los derechos de los presos que exhibe la sociedad vasca ha sido clave para que, finalmente, Bidart salga de prisión. Pero, tras este fallo se hace inevitable dirigir la mirada hacia esa cama de hospital en que tienen amarrado de pies y manos a Iñaki de Juana Chaos. La segunda lección del «caso Bidart» es que cuando se quiere se encuentra la forma de aplicar la ley sin herir de muerte a los principios universales de humanidad y de justicia. Madrid también puede. -