Los datos dicen que San Mamés es el campo más accesible de la Liga para los visitantes. Casi todos los equipos que pasan se llevan algo dando la sensación de hacer el mínimo esfuerzo, aunque estaría bien preguntar a los de Luis Fernández si es cierto. Seguro que cuando escucharon el pitido final del árbitro sintieron un enorme alivio por el miedo al arreón final de los rojiblancos.

 

El Athletic está pagando caro la ansiedad que genera el tratar de ganar los partidos y agradar a tu público. El equipo ve que fuera es un conjunto compacto, que saca los partidos adelante con relativa facilidad, mientras en casa siempre le ocurre algo que se lo impide porque los rivales juegan con su angustia y nervios al igual que hace el Athletic en sus desplazamientos. Sin imponer ninguna prisa, los rojiblancos esperan su momento y aprovechan sus ocasiones.

 

Pese a que es un motivo de preocupación, la situación es comprensible teniendo en cuenta que todos los equipos -incluso los que van en lo alto de la clasificación salvo un par de excepciones- juegan a cerrarse atrás, o mejor dicho, a no dejar jugar. Las defensas se imponen casi siempre a los ataques y el espectáculo se ha visto relegada a un segundo plano. La media de goles por partido que registra la Liga lo demuestra.

 

El Athletic debe tranquilizarse, no dormirse, porque ha encontrado un patrón de juego tanto para el ataque como para la defensa y le suele dar resultado. Aunque es un estilo limitado y repetitivo con continuos balones en largo, directo y con pocas combinaciones, crea oportunidades y suele conseguir dejar la portería a cero. Es el camino a seguir y hay que aferrarse a ello. Por lo menos, hasta salir de abajo.

 

 

Cuando se habla tanto de los temas arbitrales es señal de que las cosas no marchan bien. Pensar que existe una conspiración en contra del Athletic no tiene sentido. Aunque es cierto que el colegiado influyó en el devenir del partido y se equivocó en algunas de sus decisiones, no hay ningún motivo más que el bajo nivel de los colegiados. Son malos a más no poder y no están preparados.

 

Ayer se seguía hablando en Lezama de la actuación de Daudén Ibáñez. Unai Expósito fue uno de los jugadores rojiblancos que más enfadado se mostró en el campo en el tramo final del partido recriminando en repetidas ocasiones las decisiones del colegiado.

 

El lateral de Cruces manifestó que «el árbitro nos desquició bastante. No sé lo que pasa, pero la verdad es que no estamos teniendo suerte con los árbitros. Ya no son sólo penartis o expulsiones, es todo. Es jugada tras jugada, es una falta tras otra y eso al final te va minando y te desquicia un poco".

 

Expósito estaba tan molesto que aseguró no entender porque le mostró la tarjeta amarilla. «Me gustaría ver lo que ha puesto en el acta, porque no sé exactamente por qué me sacó tarjeta. ¿Por empujar al rival? Si ni siquiera le toqué", comentó. No obstante, admitió que no deberían haberse desesperado con el árbitro, aunque «es muy difícil" no hacerlo porque aseguró que tanto él como Iraola fueron amonestados sin motivo. El defensa de Ezkerraldea no estaba satisfecho ni con la pena máxima que decretó el colegiado porque «te pita un penalti en el minuto 45 y parece que te compensa un poco, pero lo de todo el partido queda ahí".