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Pernando Barrena Militante de la izquierda abertzale

Si se definen como reales, son reales en sus consecuencias

Queremos la independencia para garantizar la existencia de nuestro pueblo y defender con todos los recursos nuestro patrimonio histórico, cultural y lingüístico. Pero también para construir otro modelo de sociedad

El título de este artículo -«Si las personas definen las situaciones como reales, estas son reales en sus consecuencias»- es el conocido Teorema de Thomas. W. I. Thomas hacía referencia a la capacidad del grupo de convertir en reales las situaciones sociales que se tienen como tales. Un ejemplo del propio Thomas de una situación que es «definida como real» es la de un país inmerso en una guerra civil en la que dos etnias se disputan el poder político. La guerra termina, pero no es posible comunicárselo a los habitantes de una pequeña isla de este Estado, en la cual los miembros de las dos etnias enfrentadas continuarían combatiendo ignorando la nueva definición de la realidad.

Pues bien, más allá de la posibilidad de traducir este último ejemplo a la realidad de Euskal Herria, me parece interesante subrayar que este principio tan conocido en sociología de la profecía que se cumple a sí misma, es utilizada a menudo por el stablishment para perpetuar el poder establecido. ¿Qué quiero subrayar con ello? Que en ocasiones, y pese a que la realidad no sea tal, quien ostenta el poder y la propiedad de los grandes media nos puede hacer creer otra realidad para que actuemos basándonos en ella (como diría Thomas, «adecuando nuestra conducta») y conseguir así que la profecía se autocumpla.

Y viene toda esta larga introducción a intentar explicar la gran mentira que se han puesto a construir en nuestro país para ver si en la próximas elecciones (parece que primero en la CAV y luego en Nafarroa) se cumple.

Y de qué trata la mentira? De forma simple diríamos que viene a decir lo siguiente: Pese a que hace no poco tiempo se hablaba de la posibilidad real de que EHBildu pudiera ganar las próximas elecciones, esa posibilidad se ha desvanecido. ¿Cómo? ¿Por qué? Eso nadie lo sabe, lo importante es que el stablishment repite que esa posibilidad ya no es real y para ello está construyendo la profecía que pretenden que se cumpla a sí misma.

Lo cierto es que tras los resultados de Bildu y Amaiur todos se pusieron muy nerviosos. En las encuestas siguientes se hablaba de un «empate técnico» entre PNV y la coalición de soberanistas de izquierdas (ahora EHBildu), y de la noche a la mañana nos desayunamos con encuestas que ya marcan gran diferencia entre el PNV y EHBildu y que niegan expresamente «la posibilidad de un sorpasso» por parte de esta última. Esto es, quieren hacernos creer que es imposible acabar con la hegemonía del PNV (solo truncada por el pucherazo del tandem PP-PSE) y para ello empiezan ya a utilizar encuestas que empiecen desde hoy a construir «la fortaleza» del PNV y la «imposibilidad» de la coalición soberanista.

La construcción de la realidad que pretenden que se autocumpla no es en todo caso un ejercicio que se limite únicamente a las encuestas. Es verdad que este tema es importante, que la publicada por el grupo Vocento viene a marcar un punto de inflexión en una nueva dirección y que en las próximas semanas y meses le seguirán un sinfín de encuestas negando la posibilidad de que EHBildu vaya a ser la primera fuerza del Parlamento de la CAV. Pero como decimos, la construcción de la gran mentira va mucho más allá.

La construcción de una gran mentira necesita de ideas fuerza y en este caso la idea base se llama gestión o capacidad de gestionar. Decía Iker Casanova el domingo anterior en su magnífico artículo que PP y PSE no podían ofrecer ya nada a este país. Lo cierto es que el PNV tampoco puede ofrecer absolutamente nada porque simple y llanamente no tiene oferta política. Sí, he dicho y mantengo que el PNV no tiene absolutamente nada nuevo que ofrecer a este país. Su modelo socioeconómico es el mismo que nos ha traído a esta crisis, en el proceso de paz no hace otra cosa que dar cobertura al PP y ya ni se acuerda de Aiete, y finalmente, respecto al marco jurídico político, ni «Jaungoikoa» sabe qué demonios es eso del nuevo status político, más allá de una frase prefabricada. En definitiva, no puede ofrecer futuro porque simplemente es pasado.

Pero tiene un aspecto a su favor, es cierto. Los cuatro años de pucherazo lo han dejado al margen de Ajuria Enea y de la gestión de la crisis que padecemos desde el 2008. Es, por así decirlo, el único partido del stablishment que no se ha quemado gestionando la crisis de estos últimos años. Y es por ello el partido elegido por el stablishment para vender la «capacidad de gestión» y la «seguridad» que requieren los ciudadanos para salir de esta crisis. No importa los agujeros millonarios que han dejado en las instituciones a las que luego ha llegado Bildu, no importa que se hayan gastado miles de millones hipotecando nuestro futuro en beneficio de sus amigas las constructoras... lo importante es decir que son capaces, que saben gestionar y que son los llamados a ello. Esa es la idea fuerza de la gran mentira.

En todo caso parece que el problema que tiene el stablishment es más gordo que ese. El verdadero opositor del PNV es una coalición de soberanistas e independentistas nítidamente de izquierdas que tienen una oferta y un proyecto político claro. Sí, nadie duda de a dónde queremos llevar este país en último término, a la independencia y lo decimos sin ambages, el status político que queremos es el de un Estado independiente.

Pero hay más. Queremos la independencia para garantizar la existencia de nuestro pueblo y defender con todos los recursos necesarios nuestro patrimonio histórico, cultural y lingüístico. Pero también para construir otro modelo de sociedad. Creemos que ha llegado la hora de plantar cara a la dictadura de los mercados; creemos que es necesaria una economía y una sociedad al servicio de las personas y no de los bancos; creemos que el Estado y el sector público tienen un papel fundamental; creemos en el desarrollo local y diversificado y no en sus mega-infraestructuras; creemos en los baserritarras, en los arrantzales, en las cooperativas, en los comerciantes, en las Pymes; y, cómo no, creemos sobre todo en la clase trabajadora que lucha por sus derechos sociales y laborales. Para todo eso y mucho más necesitamos la independencia.

Esa es nuestra oferta política: impulsar el proceso de paz, avanzar hacia la soberanía plena y construir desde hoy un modelo económico y social alternativo. Como quiera que el stablishment sabe que esta oferta puede contar con el aval de la gran mayoría de este país, no solo tiene que construir «la capacidad de gestión» de los que no tienen oferta como el PNV, sino que pretenden demostrar «la incapacidad de gestión» de los que sí tenemos un proyecto político y social que ofrecer. Y he aquí la idea fuerza de la gran mentira invertida: Bildu no tiene capacidad de gestión. Y como quiera que pasado un año, por ejemplo en Gipuzkoa, nadie tiene las sensación de que nada esté parado (y los ejemplos son muchísimos) hay que hacer una «oposición basura» y aparentar o construir artificialmente una realidad que, hoy por hoy, no existe.

Ese es por lo tanto el plan del stablishment político y económico, construir una gran mentira que condicione las conductas de los ciudadanos y que garantice que el «leal» (lo ha dicho él, no yo) Urkullu sea el nuevo inquilino de Ajuria Enea, una vez que el «estridente» Ibarretxe está condenado al ostracismo por su propio partido.

No es nueva para los vascos y vascas la pretensión de una construcción social falsa que desvirtúe la propia realidad. No es ni de antes de ayer. Ya hace siglos que algunos escribían domuit vascones una y otra vez, a ver si la profecía se cumplía. Pero afortunadamente en este país hay cultura política y social suficiente para desmontar tanta mentira y abrir paso al verdadero cambio político y social que necesita este país. Nos toca a nosotros ahora construir socialmente la profecía que queremos que se cumpla con el apoyo de la mayoría de este país.

Ha llegado el momento de creernos que es necesario alcanzar el poder de los gobiernos de Iruñea y Gasteiz para zarpar hacia la soberanía plena. Ha llegado el momento de que no nos tiemble el pulso a la hora de tomar responsabilidades, porque pese a nuestros errores tenemos la certeza y el convencimiento de a dónde queremos llevar a este pueblo y de qué tipo de sociedad queremos construir. Repito, nos confundiremos en más de una ocasión y estoy convencido de que sabremos reconocerlo y rectificar, pero hay algo que debemos asumir desde ya: si nuestro objetivo es construir un país soberano y una sociedad alternativa hay que tomar las responsabilidades que exige el momento. No tengo duda, capaci- dad sí tenemos, ahora nos falta la voluntad y el apoyo de los y las ciudadanas. ¡A por ello!

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