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Chapuzones y «Bratwurst»

Cómo se sabe que en Alemania ya llegó el verano? Pues al abrir la ventana y ser prácticamente abrazado por los aromas provenientes de las barbacoas que pululan en el aire. «Grillen» durante la época estival deja de ser un mero verbo para convertirse en algo parecido al «deporte nacional» por excelencia.

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Desde el mismo momento cuando se anuncian las altas temperaturas, los supermercados de la capital alemana se surten de todo lo necesario para esa deliciosa práctica; así que tanto nativos como asimilados vacían anaqueles y neveras para armarse de carne, salchichas, ensalada de patatas, parrillas, carbón...

Berlín no pierde ni un ápice de su sex appeal abocada al entretenimiento de la parrillada; sin embargo, el desolador escenario del Tiergarten azotado por los aficionados al grill, con la inacabable erradicación de desperdicios que le costaba a la ciudad esfuerzo y dinero (que no tiene...), hizo que se colgara el cartel de «Grillen verboten» (prohibido hacer barbacoa). Así que con las Bratwürste a otra parte, o mejor dicho: a otros parques.

El fantástico oasis berlinés, explayado desde la Potsdamer Platz y el Regierungsviertel, pasando por la Puerta de Brandeburgo hasta la Estación del Jardín Zoológico (Bahnhof Zoo), se sometió a un lifting que le acerca más a un retiro zen con gente haciendo yoga, tai chi, entre otras prácticas exóticas, o no tanto como la simpleza de echarse bajo la sombra de un árbol.

Los berlineses siempre se las ingenian para disfrutar aún más de la brevedad del verano, una época bipolar con ataques de fuertes vientos e incesantes lluvias. Es por eso que las «playas» a la orilla del río Spree o de algún lago (natural o parido por la ingeniería), se han convertido en una especie de ampliación de los tradicionales Biergärten. Arena, tumbonas, voleibol de playa, yoga, cócteles, ambiente tropical, conciertos open air, toda una «ilusión veraniega» para diferentes gustos, perfectamente recreada en sitios como Badeschiff & Arena Club (en la zona de Treptow), o en Beach 61, en las inmediaciones de Kreuzberg, unas de las zonas más palpitantes de la ciudad.

Cuando la temperatura escala, los chapuzones libres de cloro -previo pago, práctica común en tierras alemanas- también se pueden dar en las «playas de agua dulce» como en la de Wannsee (considerada la más hermosa), Weissensee o Seebad Friedrichshagen, entre muchas otras.

Aunque a veces ataque el ánimo de las perezas, y apetezca más estar «colgado» de un árbol o hamaca, Berlín no se entrega al letargo del verano, no se da el lujo de cerrar negocios, ni mucho menos de detener su incomparable vida cultural. Si todos los astros se juntan para impedir que caigan aguas sobre la capital alemana, próximamente en el Waldbühne el gran director Daniel Barenboim blandirá su batuta frente a la West-Eastern Divan Orchestra. Este escenario al aire libre enclavado en el distrito Charlottenburg-Wilmersdorf, además de transpirar historia y mucha naturaleza, impresiona por su aforo para más de 22.000 personas.

Al foráneo siempre le espera bajo techo la espectacular Nefertiti, acostumbrada ya a los «ohs» y «ahs» de los visitantes del Neues Museum, uno de los impresionantes espacios del Museuminsel (Isla de los Museos), así como la Puerta de Isthar en el de Pérgamo. Pero durante el verano las artes (aquí se valen muchas interpretaciones de las mismas) más que nunca se adueñan de la ciudad; por ejemplo dentro o en las afueras de Radialsystem (en el número 33 de la Holzmarkstrasse, cerca de la Ostbahnhof) se ofrece música, danza e interesantes propuestas artísticas.

La misión es pues ponerse las sandalias y abandonar las cuatro paredes donde estuvimos invernando. Y si el olor a barbacoa abre el apetito, mejor será olvidar la idea de montar el aparataje en el Tiergarten, donde la multa por desobedecer la prohibición puede llegar a los cinco mil euros, y eso no vale una Bratwurst.

Janina Pérez Arias

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