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«Emak Bakia», etxea

Iratxe FRESNEDA

Periodista y profesora de Comunicación Audiovisual

Emak Bakia», «déjame en paz», un nombre para una casa, cobijo para crear, ser y descubrir. La casa, de donde a veces somos, desde donde partimos. La pieza audiovisual «Emak Bakia» de Man Ray, rodada cerca de Biarritz en 1926, sirve de hilo conductor en el documental «La casa Emak Bakia» de Oskar Alegría para desarrollar la idea del azar, la idea de la búsqueda. Un lugar, una construcción que nos invita a viajar, placenteramente, junto a escritores como Bernardo Atxaga o Tonino Benacquista, clowns y princesas rumanas, músicos, pastores y vecinos... Una odisea en la que pasado y presente se encuentran, en la que el azar convoca historias olvidadas al calor del misterio de las casualidades.

La suya fue una «pesquisa» que le llevaría a indagar en los restos del pasado a modo de viaje iniciático, tal y como deben darse los primeros pasos de cualquier documental que se precie. Se dejó llevar y, el camino, se convirtió en meta y hallazgo. ¿Dónde rodó «Emak Bakia» Man Ray? ¿En qué lugar estaba la casa desde dónde tomó las imágenes del mar? Un enigma rodea al espacio en el que surgió la película del norteamericano. El fascinante juego del artista surrealista es el punto de partida. El palacete se convierte en excusa y fin para dialogar con la obra anterior, con la referencia, con la casa del padre: «Emak Bakia».

Alegría convoca al espíritu de la libertad creativa para estimularnos con sus imágenes poéticas, con su periplo hacia «La búsqueda de la libertad y el placer». El realizador navarro cautiva y emociona con un documental brillante, evocador y liberador.

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