Llegaba cada año a Baigorri para colocar su tienda de campaña y pasar en ella los meses de invierno. Su situación no era, por tanto, desconocida para sus habitantes. Menos aún para las autoridades locales. En buena lógica, las entidades que se ocupan de la atención a personas en situación de urgencia social deberían haber sido prevenidas y haber actuado para evitar que este hombre solitario que cada año acudía a Baigorri a pasar el invierno muriera. Falleció debido a las bajas temperaturas. Esa es la causa natural. Las responsabilidades van más allá. El problema de alojamiento alcanza cotas cada día más alarmantes en Ipar Euskal Herria. La crisis de la vivienda no deja de crecer, y a alimentarla contribuyen muchos factores: escasa promoción de viviendas sociales, explosión de los precios de los alquileres, proliferación de segundas viviendas, presión sobre los agricultores, recalificaciones de terrenos... Si a ese déficit del mercado social y de alquiler se suma la pérdida de poder adquisitivo, la precariedad laboral, la limitación de las ayudas sociales... aparece un cóctel explosivo que lleva a situaciones difíciles, con familias mal alojadas en viviendas insalubres o en campings. Al final de la escalera están quienes no tienen techo, y algunos mueren en medio de la frialdad social. -