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Gara > Idatzia > Iritzia > Kolaborazioak 2006-12-16
Iker Gallastegi
Lemas demagógicos actuales

Políticos, tertulianos y periodistas españoles (¡y algunos vasco-españolistas!) se han emperrado con ciertos lemas pretendidamente lógicos que tratan de convertir en dogmas irrefutables. Pero son lemas políticamente amañados y no se tienen de pie. Así y todo, a fuerza de repetirlos sin cesar, pueden llegar a hacer mella en el público ingenuo.

Por ejemplo: «No se puede negociar si existe violencia». Claro está que sólo se refieren a la violencia de ETA. Nunca explican ni analizan el por qué de esa violencia. Además, estamos hartos de ver en todas las partes del mundo que se negocia para que la violencia cese precisamente mientras ésta existe y porque existe. Si ya no existe violencia ¿para qué negociar? Exigir el fruto que se pretende conseguir, antes de comenzar a negociar para conseguirlo, es una precondición absurda. Tan absurda como que a los obreros que se han declarado en huelga, hartos ya de haber intentado inútilmente durante meses o años negociar con los patronos, éstos les exijan ahora que para poder negociar primero tiene que cesar la huelga. ¿Y por qué no negociaron cuando todavía no había huelga? ¿Por qué la provocaron?

A ese lema se le suele añadir el de que «ETA tiene que abandonar toda violencia primero», lo cual denota una parcialidad y una beligerancia inaceptables, ya que el Estado español también practica la violencia y no se le hace la misma exigencia. Y sobre todo porque el Estado español fue el primero en cometer la injusticia de privar violenta y represivamente a Euskal Herria de sus derechos como nación. Desde entonces los gobiernos españoles siempre se han negado a negociar una solución democrática a ese conflicto, lo que provocó la lucha armada reivindicativa de ETA. Esa prepotencia española es la causa directa del conflicto político y armado entre Euskal Herria y el Estado español. Por lo tanto, esa es la violencia que primero tiene que desaparecer. Si hubiesen dialogado y solucionado el conflicto democráticamente a su debido tiempo, ETA militar ni hubiese nacido. Si así lo hiciesen ahora, la lucha armada de ETA cesaría por sí misma, sin más requisitos.

Otro ejemplo: «La paz no tiene precio». Por lo tanto, quieren conseguir la paz «sin pagar precio político alguno». ¡Eso no se lo cree nadie; ni siquiera el PSOE! Pero éste se acobarda ante el PP. Los Padres Pasionistas en su nada sospechosa publicación “Redención de San Felicísimo”, de febrero de 2001, afirmaban: «...la injusticia no sólo genera violencia, sino que es en sí misma violencia, por eso todo aquel que quiera construir una paz estable tiene que defender la justicia. Cualquier ‘acuerdo de paz’ entre países, pueblos y grupos sociales, sin ‘acuerdo de justicia’ sólo será una tregua entre guerras». También John Russel, premier inglés de mediados del siglo XIX, declaró que «Si la paz no puede mantenerse con honor, deja de ser paz». ¿Cómo se va a poder mantener con honor una «paz» impuesta contra la voluntad de un pueblo? Es evidente que la paz verdadera no cae del cielo como el maná; que sí tiene precio.

Un tercero: «Batasuna tiene que condenar la violencia». Eso sólo se lo piden a Batasuna y sólo se refieren a la violencia de ETA. Parece ser que el Estado español puede seguir ejerciendo su dominante y represiva violencia sin que nadie le exija que cese y sin que nadie la condene. En febrero de 1985, Nelson Mandela, que llevaba encarcelado desde 1962, renunció a la libertad que le ofrecían a cambio de manifestarse contra la lucha armada. Tras su puesta en libertad, cinco años más tarde, después de 27 años preso, afirmó que «Aún existen razones para la lucha armada». El mismo Mahatma Gandhi dijo: «Prefiero ver a la India libre por la violencia que esclava y encadenada a la violencia de los dominadores». Prefiero con mucho el ejemplo intelectual, moral y patriótico de Nelson Mandela, Mahatma Gandhi e incluso el de los Padres Pasionistas y John Russell que el de quienes exigen inútiles e improcedentes condenas, pues hay violencias que son condenables y violencias que no lo son y es muy fácil distinguirlas.

Si se está decidido a conseguir una paz justa y duradera en Euskal Herria, es evidente que tendrá que ser como consecuencia de haber eliminado la injusticia que provocó la lucha armada. Si esa injusticia no se elimina, la volverá a provocar. No es posible conseguir una paz real ni una convivencia apacible con una «pacificación» impuesta prepotentemente por Madrid en contra de la voluntad del pueblo vasco.

Esos políticos, tertulianos y periodistas españoles (¡y vasco-españolistas!) que predican semejantes lemas demagógicos y que imponen condiciones previas absurdas para evitar sentarse a dialogar y resolver el histórico conflicto vasco-español democráticamente, habrán de considerar sus exigencias con un criterio más ecuánime y con menos subjetivismo partidista si verdaderamente pretenden la paz.

¡La paz y la convivencia no se consiguen aplastando al contrario porque uno es más fuerte, como está pretendiendo hacer el Gobierno español del PSOE, con la connivencia del PNV! -


 
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