Hoy se cumplen 20 años del referéndum en que los vascos de Araba, Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa Garaia dijeron «no» a la OTAN. Concretamente, fueron 828.721 ciudadanos de estos cuatro herrialdes los que depositaron el voto contrario a la permanencia en la organización militar occidental, mientras que 434.721 introdujeron la papeleta del «sí». De este modo, Hego Euskal Herria, además de Catalunya y Canarias, se convirtieron en territorios insumisos a la Alianza.

El referéndum de la OTAN evidencia, veinte años después, la importancia de dotarse de unas reglas del juego auténticamente democráticas, si de verdad se aspira no sólo a votar, sino también a decidir. De hecho, la falta de coincidencia entre el votar y el decidir hace que la voluntad anti-militarista expresada por los vascos y las vascas no haya podido hacerse realidad dos décadas después. Como prueba de ello está la persistente ocupación de las Bardenas para maniobras militares del Ejército español, en ocasiones en operaciones dependientes de la Alianza a la que los navarros dijeron «no».

De hecho, bien puede decirse que a los vascos nos hicieron trampa, sí al menos si nos atenemos al lema de la campaña oficial del PSOE en 1982, la que decía ‘‘OTAN. De entrada no’’ para animar a los ciudadanos a solicitar un referéndum. ‘‘Exige que te escuchen’’, proclamaban los carteles. Poco o nada de esos mensajes sobrevivieron a la llegada a la Moncloa de un partido que se adaptó a la doctrina atlantista, reforzada tras el golpe del 23-F.

De hecho, conocidos los resultados en Hego Euskal Herria, el entonces delegado de Madrid en la CAV, Ramón Jáuregui, despreció el resultado de las urnas para aclarar que «lo que realmente importa es el referéndum celebrado en España». Un diagnóstico compartido, frente a la opinión de otros representantes del PNV, por el entonces lehendakari, José Antonio Ardanza, para quien no existía el marco vasco de decisión. «Lo que cuenta ­afirmó pese a lo expresado por los vascos en las urnas­ es que el resultado es bueno para España». Veinte años después, y a las puertas de un nuevo tiempo político, es bueno refrescar la memoria, no con exclusivo afán de reproche, sino con el ánimo de cerrar el paso a futuros intentos de vetar la decisión de Euskal Herria en base a juegos de mayorías en marcos ajenos. Y, por qué no, para celebrar también que la movilización popular y el pensamiento crítico no cedieron ante la Brunete mediática de la época. -