La muerte de Slobo en la Haya era inevitable. Si realmente resulta de una complicación «natural» estaba en manos de la ilegítima Corte Penal garantizar las máximas atenciones médicas, y si no lo han hecho es sin duda porque interesa este escenario. Si el óbito deriva de una confabulación para «suicidarle», como es común en muchas cárceles europeas, todas imbuidas, eso sí, del escrupuloso respeto a los «derechos humanos» (desde las Baader-Meinhof hasta Igor Angulo), también era inevitable, y más aún teniendo en cuenta que cinco reos serbios han muerto «naturalmente» en la «democrática» prisión holandesa, ya que la actual situación en los Balcanes «agradece la noticia». No hay más que leer los titulares de la prensa que hace una década encumbraba a Milosevic como un gran estadista balcánico digno de firmar «la paz» en Dayton: «La muerte de Milosevic abre la puerta a la reconciliación completa de Europa». El tentáculo mediático de Mister PESC induce a pensar que para que Kustunica «negocie» definitivamente la entregar a Mladic y Karadzic y dé carpetazo definitivo a la «falta de colaboración serbia», se habría buscado «el escenario». Lo cierto es que los Balcanes se mueven y Milosevic tenía un peso específico definitivo en la sociedad serbia que seguía taponando posibles «colaboraciones plenas», ya que «Europa» sigue apostando por políticas impositivas ajenas a las lógicas populares que mantienen «atrapados» a los actuales gestores serbios.

Los hipócritas que encumbraron y legitimaron a Milosevic hace una década son los que hoy trataban de juzgarle y respiran aliviados. Los soberbios y engreídos autocampeones del humanitarismo y la democracia son los que transmiten lecturas «esperanzadoras» que quizá no sean del todo correlativas con lo que piensa la mayoría de la sociedad serbia. Si la muerte de Milosevic era un impulso para «animar» a Kustunica en sus políticas colaboracionistas con la UE, habrá que ver si el tiro no sale por la culata, ya que muchas veces los titulares reflejan más deseos que realidades.

Pero el Milosevic que fue legitimado en sus políticas genocidas por el Occidente mientras le fue útil, también fue el «polo» referencial, el divo puntual de cierta «izquierda» enemiga de la lucha legítima de las naciones balcánicas por autodeterminarse, que veían en él a «la referencia clara de la lucha anticapitalista y antiimperialista». Qué ironía. Un tecnócrata instrumentalizador que se convirtió en referencia sí, pero criminal, y que si se caracterizó por algo, además de por no creer en el proyecto yugoslavo que destruyó, fue porque desarrolló de políticas neoliberales salvajes vinculadas a los aparatos paraestatales mafiosos que llevaron a la sociedad serbia al sumidero social. Al final, ni los que le encumbraron, ni los que le defendieron, ni los que le sufrieron, evidentemente, le lloran, quizá porque su misma muerte sea en esencia la imagen del aislamiento y fracaso de las ideologías de las que se valió para ser lo que fue: un mediocre tecnócrata manipulador genocida. -