Aquests no s’aturan. Tercer viernes de mes, víspera del Real- Barça en Anoeta, y a las ocho de la noche la semanal concentración en Donostia para exigir el fin de la dispersión, el estatus de preso político, y en definitiva la aplicación de todos los Derechos Humanos a los presos políticos vascos. Este viernes se mezclan con los habituales transeúntes unos testigos de excepción, unos adelantados aficionados blaugra- nas que llegados al Boulevard, y con el reconocimiento de quien lucha con esfuerzo o gana los partidos sudando la camiseta, dejan al aire para ser escuchado «éstos no paran». Entendido el mensaje.

Día siguiente, tercer sábado de mes, el día del partido a las doce del mediodía, Euskal Kulturaren Alde Kantari arranca por las esquinas de la parte vieja, con “Boga Boga”, “La hija de la marquesa”, y un repertorio bien ensayado que por si les falla la memoria llevan escrito en los papeles. Los aficionados del Barça, ya más numerosos que la noche anterior, se dejan ver y van siguiendo a un remolino de chicos y chicas guapas que cantan con director y banda sin cansarse. Es el turno en euskara también de la canción de Lluís Llach-Gorka Knör «si estiramos todos juntos esto caerá», y a uno de los catalanes se le escapa un íntimo y casi emocionado «hostia, hostia». Mensaje bien comprendido.

Son muchos los detalles que los observadores y analistas, por supuesto no aquellos que daban 30.000 votos a la izquierda abertzale en las últimas elecciones, descubren en la realidad social cotidiana de Euskal Herria, que esto no se para, que existe una reserva; unos lo dicen bajo secreto de confesión y otros, como el futbolero visitante, lo reconocen sin tapujos en medio del Boulevard.

Con el hierro de Azpegia y el trabajo artesano de nuestros antepasados hemos fabricado una locomotora euskaldun, que a pesar del desgaste de los remaches y de las camisas, la caldera no deja de funcionar. La máquina no necesita de fuente energética externa, empieza en reposo y poco a poco coge velocidad hasta lograr aquello que se ha propuesto. Su run-run enamora, como Johnnie Gray se enamoró de su locomotora La Generala en la guerra civil americana entre el Norte y el Sur.

Mediante operación estratégica, el bando contrario llamará terroristas a los que no quieran bajarse de la locomotora vasca e intentará reventar su máquina, pero el derecho a decidir del pueblo vasco es tan humano y cristiano que hasta una locomotora del Vaticano tiraría de él. Estamos frente al mensaje más llano y directo posible: queremos decidir y, como decía mi profesor de psicología bá- sica, si el mensaje es sencillo, verdadero y entendible la misión triunfa porque lo que se somete a la consideración de los ciudadanos está expuesto a la voluntad de los de abajo que siempre son más.

Recientemente, la declaración de Iruñea de Madrazo-Llamazares abogaba por escribir el derecho al refrendo en los territorios de Euskal Herria, otros apuntan que la consulta se debe hacer tanto si hay acuerdo como si no lo hay. Mi profesor de Psicología hoy sonreiría maliciosamente al ver confirmadas sus teorías. Entre todos, algunos habrá que entiendan que no debe darse a los terroristas la mínima opción para que piensen que van ganando, por lo que acotarán el poder de decisión a condiciones temporales espaciales o políticas. Otros ni siquiera aceptarán que se pueda preguntar a los vascos, porque estaríamos sometiéndonos también a los designios de los terroristas. Lo cierto es que el mensaje «queremos decidir» es tan natural y entendible que se convierte automáticamente en reparador y reconfortante. La locomotora euskaldun no se para. Los otros están perdiendo. -