De vez en cuando se toca de refilón la OMC (Organización Mundial de Comercio) en tertulias de radio. La mayoría de esas veces mis ánimos se desploman. O bien las personas y organizaciones que cuestionamos la legitimidad de la OMC como ente decisorio en comercio agro-alimentario fallamos estrepitosamente en explicar nuestras razones, o bien las entidades político-económicas que apuestan por y se benefician de la OMC tienen tal éxito en volver ambiguo su funcionamiento que un sector de la población, incluyendo algunas personas tertulianas, cree que si la OMC genera algún problema agro-alimentario no es culpa de la propia OMC sino de la población y sindicatos agrarios del Norte.

Los problemas agroalimentarios que genera la OMC no son entre «Norte y Sur» sino que reflejan la oposición e imposición de diferentes modelos de producción y consumo agro-alimentario. La OMC favorece un modelo en detrimento de otros, tanto en el Norte como en el Sur. Aunque es evidente que las repercusiones son más amplias, drásticas y devastadoras en el Sur, también hay consecuencias en el Norte.

La cuestión no es que la población agraria del Norte niega la entrada de lechugas del campesinado de Mauritania, como escuché hace pocos días en una tertulia, sino que la OMC favorece un modelo de agricultura intensiva, monocultivo, de exportación, que emplea grandes cuantías de insumos como fertilizantes, productos químicos y semillas híbridas beneficiando económicamente así a empresas suministradoras, a la vez que margina y destruye modelos agrarios basados en recursos y conocimientos locales, autoconsumo o venta local y que mantienen un alto nivel de autonomía de cada persona productora o consumidora. Patrón que se repite en Norte y Sur.

Es cierto que hay algunos intereses agrarios del Norte a quienes les da igual la población agraria del Sur, pero que igualmente poco les importa la población agraria de otros modelos del mismo Norte. Y también hay intereses del Sur a los que les da igual la población agraria de modelos no intensivos tanto del Sur como del Norte. Por eso hay organizaciones agrarias sindicales que se oponen a la OMC y otras que no, cada una defendiendo un determinado modelo y población agraria, tanto en el Norte como en el Sur.

Al ponernos todas en el mismo saco en tibias tertulias matutinas no se ayuda a identificar las verdaderas causas de las dificultades que experimenta o genera cada modelo agroalimentario. -