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Gara > Idatzia > Iritzia > Gaurkoa 2006-03-22
Félix Placer Ugarte - Profesor en la Facultad de Teología de Gasteiz
Contra la pobreza: derechos sociales

El minoritario mundo de los países ricos y empresas multinacionales extiende sus círculos globalizadores que asfixian el mayoritario mundo de los pueblos pobres, esquilman sus riquezas naturales provocando hambre y muerte en millones de personas.

Como pueblo de Europa, también Euskal Herria forma parte del círculo globalizador, del capitalismo neoliberal y del mercado en to- das sus dimensiones. La economía vasca es capitalista en sus empresas y en sus planificaciones. Los presupuestos de los parlamentos de Gasteiz e Iruñea reflejan y expresan esta tendencia. Los debates y decisiones sobre el gasto social son una demostración de los criterios neoliberales dominantes en la política gubernamental a pesar de reformismos parciales. Varios movimientos sociales han venido manifestando su crítica razonada durante estos años, teniendo en cuenta que sus partidas destinadas al gasto social, en general y, en concreto, a la Renta Básica y a las Ayudas de Emergencia Social resultan insuficientes para paliar los fenómenos de pobreza y exclusión. También la política agraria están teniendo importantes consecuencias medioambientales y culturales en función de los intereses industriales y de las inversiones del capital.

La Euskal Herria que se presenta ante Europa y el mundo como modelo avanzado socioeconómicamente, con mínimos porcentajes de paro, con un elevado nivel de bienestar y aparentemente amplio gasto social, oculta otra Euskal Herria profunda donde, como denuncian varios grupos juntamente con Elkartzen, un número alarmante de familias y personas viven bajo el umbral de la pobreza dentro de políticas socioeconómicas neoliberales. Más de 800.000 personas ­según cálculos del colectivo citado­ malviven bajo el umbral de pobreza, fijado en sus estimaciones en 804 euros. Las ayudas para una vida digna son recortadas y la renta básica es insuficiente para todos los hogares que la necesitan. Es particularmente grave el caso de muchos jóvenes sin trabajo estable ni posibilidades reales de acceso a una vivienda. Las masivas protestas de los estudiantes franceses contra los contratos de primer empleo son ya una advertencia a tener en cuenta.

Los derechos sociales para una vida normalizada, basados en ingresos garantizados por una renta básica suficiente, en el disfrute de una vivienda asequible, en prestaciones dignas, con servicios públicos y trabajo asegurado en condiciones de igualdad, sin explotación laboral ni discriminaciones entre hombres y mujeres ­siempre con perjuicio de éstas­, son exigencias que deben ser reivindicadas socialmente por razones de justicia y ética social. Sin olvidar, por supuesto, ese tenebroso submundo de las cárceles, a los inmigrantes sin papeles y con empadronamientos negados ­como denuncia SOS racismo­, a los ancianos y ancianas en solitaria miseria, a los mendigos en la calle o durmiendo hacinados en pensiones donde cualquier descuido provoca un trágico final... Son razones más que suficientes para apoyar esta semana reivindicativa.

Estas situaciones nos afectan a todos y todas de manera directa y socialmente responsable; aunque suele ocurrir que cuando se habla de pobreza y exclusión muchas personas instaladas en un relativamente cómodo bienestar y seguridad vuelven la vista a otro lado y, a lo sumo, miran al sur de la tierra lamentando aquellas situaciones y aportando, tal vez, cierta ayuda en alguna ONG.

La lucha contra la pobreza no se hace desde la distancia. Es una lucha próxima y común contra la glo- balización cuyos círculos invaden todos los continentes generando amplios agujeros negros de exclusión, también en los países ricos. Por ello debe hacerse solidariamente desde cualquier lugar y desde todos y cada uno de los pueblos, con una participación social activa. Poco o nada haremos a favor del inmenso mundo de los pobres de otros continentes si desde aquí y en Euskal Herria no reclamamos los derechos sociales para quienes viven bajo umbrales de pobreza. Contra los opresores círculos de la globalización neoliberal es necesario crear en cada lugar un dinamismo emancipador cuyas ondas liberadoras vayan extendiéndose desde todos los puntos geográficos de la tierra. Si queremos otro mundo diferente, nosotras y nosotros debe- mos comenzar por otra Euskal Herria diferente, como lo reclamó hace tres años el Foro Social: «Bestelako Euskal Herria beharrezkoa da».

La urgente necesidad de una normalización política de Euskal Herria ­cuyo proceso vive momentos cruciales­ está unida indisolublemente a una normalización social donde todos los derechos sean afirmados y realizados. Cada persona es una exigencia de respeto a su vida digna. Cada sociedad reclama una convivencia sin desigualdades injustas ni exclusiones, donde cada ciudadano y ciudadana pueda decidir libremente su estilo y forma de vida sin discriminaciones. Cada pueblo reivindica el derecho y ejercicio de su libre decisión desde inviolables derechos colectivos, sin sumisiones económicas. Personas, sociedad, pueblo son formas de relación social y política cuyo referente primero no son los intereses del capital y del Estado, los beneficios empresariales y menos aún los gastos armamentísticos, sino los principios éticos de su dignidad y libertad con todas sus consecuencias.

Sin embargo la actual Euskal Herria se construye mirando más a la globalización neoliberal que a quienes viven bajo el umbral de pobreza, se encuentran en graves situaciones de precariedad y subsisten sin garantías ni esperanzas de un futuro estable. Desde la perspectiva del capital y de la finanzas multinacionales los derechos de quienes carecen de lo necesario para vivir se encubren con prestaciones, con frecuencia insuficientes, y tienen que recurrir a limitados servicios asistenciales o caritativos. Por ello, como lo constatan en sus análisis Elkartzen y otros colectivos, es necesario un cambio de modelo político-social donde los más necesitados, mujeres y hombres de nuestros barrios y pueblos, sean precisamente el punto central y criterio referencial de una política gubernamental humanizada, guiada por los derechos sociales cuya defensa y promoción le corresponden como tarea y responsabilidad prioritarias e irrenunciables.

La realización solidaria de un orden internacional que no provenga de las decisiones del G7 (grupo de los países ricos), sino de la esperanza y lucha desde los pobres, reivindica un nuevo orden «desde el reverso de la historia», «desde los últimos», «desde los pueblos oprimidos y excluidos», «desde el clamor de la tierra, de la ecología», como reclaman los teólogos de la liberación haciéndose eco y voz de los pobres sin voz. Contra las falsas éticas y religiones del capitalismo neoliberal, esta esperanza de los pobres tiene su punto de partida en cada pueblo y su objetivo ético consiste en la acción transformadora de tantas injusticias desde y con los pobres y en sus espacios de lucha, en sus conquistas, porque entiende que ahí se descubre y realiza la dignidad de las personas y de los pueblos que luchan por su liberación. -


 
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