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Gara > Idatzia > Jendartea 2006-03-26
Bartolomé JIMENEZ | Presidente de la asociación gitana Gao Lacho Drom
«Debemos abrirnos a los payos para que se den cuenta de que somos iguales»
La asociación gitana Gao Lacho Drom de Gasteiz ha abierto sus puertas a GARA para explicar la realidad actual del pueblo gitano. Su presidente, Bartolomé Jiménez, reconoce que «toda sociedad, cuando avanza, deja cosas en el pasado, consolándose con otras mejores». Asegura que aunque el trato con la sociedad paya ha mejorado con los años, todavía es preciso trabajar para que «se dé cuenta de que somos iguales».

Bartolomé Jiménez, encofrador de profesión, tiene 61 años y lleva más de dos décadas al frente de la asociación gitana de Gasteiz Gao Lacho Drom. Recuerda que han sido años en los que ha luchado para que tanto sus diez hijos como la comunidad gitana en general tengan los mismos derechos que los payos. Un reto, a fecha de hoy, todavía presente.

­¿Cuándo y por qué surge la asociación Gao Lacho Drom?

El movimiento gitano como tal nació en el año 68. Con la llegada de la democracia, nos constituimos como una asociación civil, que está dentro de la Unión Romaní y de la Fundación Secretariado Gitano. Se quería superar las carencias que tiene el pueblo gitano en sanidad, vivienda, trabajo o educación. Ha sido ese el principio y seguirá siéndolo hasta que logremos la igualdad. No pedimos nada fuera de lo normal.

­Organiza actuaciones contra la drogadicción como, por ejemplo, la recuperación de un pueblo abandonado en Nafarroa...

Sí. En 1981, una de las asambleas que hicimos coincidió con la muerte de un chico por sobredosis. Allí se decidió que los drogadictos fuesen considerados personas enfermas y presentamos a las autoridades los problemas que teníamos con la gente. Nos dijeron que presentáramos un programa y lo subvencionarían. Compramos un pueblo abandonado, Melledes, que los enfermos fueron rehabilitando mediante cursos de albañilería o jardinería. Allí iban médicos de Osakidetza para tratar a los chicos que durante seis meses estaban sin bajar a Vitoria. Es una experiencia positiva. Muchos de ellos se han rehabilitado y son uno más dentro de la comunidad gitana. También tenemos programas con la prisión de Nanclares.

­¿Se ha conseguido romper con los estereotipos del pasado en torno al perfil del gitano?

Todavía hay una sombra bastante grande. No se puede juzgar sin conocer. Los gitanos tenemos que sensibilizarnos, a través de campañas, para que la sociedad paya se dé cuenta de que somos iguales.

­¿Cree entonces que no están integrados en la sociedad?

Nosotros sí que intentamos convivir. Hace 30 años estábamos en chabolas y ahora la gente está distribuida por toda Vitoria. Al principio, tuvimos muchos problemas porque las asambleas de vecinos no nos aceptaban. Personas que incluso no eran vascas y a las que no se les exigía nada, pero al vecino gitano sí que se le tenía que exigir.

­¿Cómo ven ustedes a la actual sociedad vasca?

El pueblo vasco es trabajador y abierto. En general, no me puedo quejar. Es verdad que hay una diferencia de culturas y mucha gente inmigrante que ha venido del resto de España. Es multicultural. Pienso, además, que es noble.

­¿Pueden mantener sus costumbres en Euskal Herria?

Toda sociedad, cuando avanza, deja cosas en el pasado, consolándose con otras mejores. Respetamos las normas generales. Luego, de casa para dentro, podemos vivir nuestra cultura, que es un poco lo que nos diferencia. Nuestra forma de expresarnos o de vestir. Simplemente, la cultura es diferente, pero en el fondo somos humanos como los demás.

­¿Cómo valora que se les relacione muchas veces con viviendas sociales o infraviviendas?

Es cuestión de dinero. Nuestro estatus social todavía, en muchos casos, es muy bajo. Hay quienes trabajan y compran su casa con normalidad, pero hay también una minoría que necesita de esa ayuda de las instituciones. Luchamos, en su día, por esas personas que no llegaron a trabajar y no tenían dinero para pagar una vivienda, consiguiendo pisos sociales o de alquiler. Ahora todos los chavales van a la escuela y son independientes. Se ha notado una gran mejoría. De los gitanos de hace 30 años a los de ahora hay un abismo.

­Esa mejoría, ¿también se nota en el mercado laboral?

Los gitanos optamos en el pasado por ser tratantes, pero eso va cambiando porque la inmensa mayoría de la juventud se está dando cuenta de que hay que trabajar para pagar las deudas y el que no lo hace, está marginado. Tenemos mucha gente en la construcción. De mi edad, la mayoría somos oficiales de encofradores o albañiles. Nos ha pasado, un poco, como a la sociedad paya, que antes empezaba a trabajar con doce años y cuando tenías 18 sabías el oficio. Ahora no. Nuestras gitanas, además, están incorporándose al trabajo, y eso influye en que muchos tengan la posibilidad de comprarse una vivienda.

­¿Qué puede decir respecto a la educación?

También está avanzando. Tenemos una asistente social, ATS, técnicos superiores y administrativas en Vitoria. Vamos poco a poco, no todo lo rápido que quisiéramos, pero la juventud se está dando cuenta de que hay que estudiar. El que no hace nada se siente marginado dentro de la comunidad. Esa pequeña envidia de superarse, por no ser menos, es positiva. De todas formas, el pueblo gitano no es analfabeto, porque aprendemos de la vida. Somos analfabetos en la cultura de las letras y en eso tiene que aprender nuestra juventud.

­¿Tienen algún problema para escolarizar a sus hijos?

Hasta hace diez años, hemos tenido un colegio expresamente de gitanos en Vitoria. Cuando desde la asociación vimos que ya no era necesario un centro específico, aplicamos la ley. Es decir, que tenemos derecho a escolarizar a nuestros niños en los colegios más cercanos a nuestro entorno, y eso es lo que estamos haciendo. Desde las guarderías a los parvularios o la ESO. Es verdad que hace unos años, la propia asociación tenía incluso que matricular a los niños y vigilarlos, pero ahora ya no. Nuestra juventud está terminando más tarde y nuestras chavalas, quizás son más valientes, ya no se van a los 12 o 13 años, como se iban antes y siguen estudiando.

­Está dando a entender que el papel de la mujer gitana ha evolucionado con los años...

Así es. Son más emprendedoras que los hombres. Nuestra mujer es el eje de nuestra vida, en la educación de nuestros hijos, en la administración de la casa y trabajando fuera cuando pueden. Es una trabajadora nata y eso se nota. Y cuanto más formadas están nuestras mujeres, más posibilidades tendrán nuestros hijos de vivir en un entorno mejor y tener una idea clara del mundo, que cada vez es más competitivo. Estos, como mínimo, deben obtener el graduado escolar y luego cada uno lo que pueda. Ahí esta la vida y ese es el pueblo gitano. Debemos ser capaces de valernos por si mismos, de poder competir en un puesto de trabajo. Nuestra lucha principal es mentalizar a la gente de que la escuela es sagrada.

­¿Qué otros retos se marca la asociación Gao Lacho Drom?

Debemos de abrirnos a la sociedad. Es verdad que todavía tenemos un temor, que a veces se convierte en impotencia, que después de seis siglos de convivencia todavía tengamos que hacer campañas de sensibilizaciones. Eso nos duele y lo sufrimos en silencio. Pero tenemos que aprender a abrirnos a la sociedad. No es una mayoría de la sociedad la que nos margina, sino una minoría. Los gitanos, no obstante, no estamos exentos de ser racistas, pero tenemos nuestras cosas buenas y malas, lo mismo que cualquier otra comunidad del mundo.

­¿Qué tal marchan las relaciones con las administraciones?

Bien. Desde la asociación Gao Lacho Drom siempre hemos mantenido relaciones bastante buenas con las autoridades. La Diputación es fiel a mantenerlas y el Ayuntamiento también coopera en ese sentido. En general, nos sentimos arropados, aunque últimamente con el Ayuntamiento hemos tenido unos pequeños problemas, pero con buena voluntad los hemos ido poco a poco superando. -


 
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