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Gara > Idatzia > Jendartea 2006-05-15
Javier PERALTA | Conservador del herbario de la UPNA
«Las malas hierbas nunca mueren, pero algunas son muy beneficiosas»
Biólogo, botánico y profesor, Javier Peralta es responsable del cuidado del herbario de la Universidad Pública de Nafarroa, y ha colaborado junto con la profesora Mercede Royuela en la elaboración de la página web de este servicio. Según indica, a pesar de su nombre las malas hierbas tienen importancia como parte de la biodiversidad natural, y algunas son muy beneficiosas porque sirven de sustento indirecto para determinadas aves.

Desde el año 2004 este profesor trabaja en una colección de flora arvense, lo que comúnmente se denominan malas hierbas.

­¿Qué son las malas hierbas?

Son las hierbas que crecen donde no quieres que crezcan. Por ejemplo, si estás cultivando maíz, el trigo, que normalmente no es una mala hierba, podría en ese caso ser una mala hierba. Lo que quiero decir es que el concepto es subjetivo, depende de un punto de vista humano. Es cualquier planta que interfiere con los objetivos que tienes en la agricultura. Normalmente, la mala hierba es flora espontánea que tiende a crecer en los cultivos. Suelen ser unas plantas muy determinadas que se han adaptado precisamente para competir con ellos. Algunas son capaces de generar muchísima semilla, a veces similar al cultivo, y entonces interfieren con la recolección o hacen que un producto valga menos, porque se mezclan con él. Otras veces hacen que los cultivos crezcan menos, porque compiten por el agua o por la luz.

­¿Hay especies especialmente nocivas?

Hay algunas que están muy extendidas y producen más daños. Una muy conocida en gran parte de la zona templada del mundo es la que se llama bayueca o avena loca. También están las amapolas, conocidas como ababoles o mitxeleta. Las malas hierbas se suelen agrupar por cultivos, porque no es lo mismo un arrozal de Arguedas, que está con el suelo permanentemente encharcado, en un ambiente caluroso, que un campo de cereal de la Cuenca de Pamplona o un maizal del Bidasoa.

­¿Existen métodos para combatirlas, o es cierto el dicho de que mala hierba nunca muere?

Ese dicho es en parte verdad, porque las malas hierbas se adaptan bien, pero hay muchos métodos para combatirlas y controlarlas. Uno de ellos es el control químico, mediante herbicidas, que tiene ventajas e inconvenientes. También hay de tipo mecánico, como puede ser arar un campo para que se entierre la cosecha, o los acolchados. Por ejemplo, en la Zona Media y Ribera ponen sobre las esparragueras unos plásticos negros en los que se deja un pequeño hueco para que crezca la planta que interesa, y como no da la luz al resto, las malas plantas no pueden crecer. El acolchado también se utiliza en huertas y en jardinería. Pero además de estos métodos, también existen otros ecológicos.

­¿En este herbario se realiza algún tipo de investigación?

Más que investigación en sí misma, lo que hace el herbario de la UPNA es apoyar a la investigación de otros. Por ejemplo, a personas que trabajan en malas hierbas o en biodiversidad les puede servir para identificarlas, recolectarlas, compararlas con otras...

­¿Tienen algún tipo de utilidad las malas hierbas?

Lo de «malas» es relativo. Hay algunas que son medicinales. Otras, como por ejemplo los tréboles de color blanco, se siembran en praderas y en ese sentido son plantas forrajeras y útiles. Pero claro, si crecen en un campo de peras o de almendras, privan a los árboles del agua que necesitan. Tampoco hay que olvidar la función ecológica que desempeñan. Como han mejorado los métodos para acabar con ellas, hay muchos lugares donde la zona que está asociada a cultivos se va empobreciendo mucho. En tierras marginales o de media montaña, donde los campos están más espaciados y la agricultura está menos desarrollada, esas malas hierbas pueden servir para que se reproduzcan determinados insectos, de los cuales además pueden depender ciertas aves. Es decir, las malas hierbas tienen importancia como parte de la biodiversidad natural. También hay que tener en cuenta que hay dos tipos de malas hierbas: unas son las propias del lugar, asociadas a los cultivos de una zona concreta, y otras que han llegado recientemente de lugares lejanos, como ha ocurrido con los arrozales de Arguedas. -


 
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