Balmaseda ha retrocedido en el tiempo a lo largo del fin de semana para darle un toque medieval a sus calles y a sus habitantes. El de este año ha sido el octavo mercado medieval que se celebra en la villa y, una vez más, numerosas personas han acudido a la cita épica. Aunque la feria se ha retrasado un poco más de lo normal para evitar que coincidiera con la Semana Santa, la expectación que ha causado ha sido la habitual en este evento. Así las cosas, el visitante se encontró con un pueblo repleto de banderas del medievo colgadas de los balcones y al adentrarse en el centro urbano, los puestos de comida y los de los artesanos llenaban de color y de vida las calles del municipio. A esto hay que sumarle la animación musical constante que un grupo de juglares ofreció durante la mañana de ayer.
En los puestos se podía encontrar de todo, desde artículos de cetrería hasta dátiles del desierto. De hecho, una de las grandes apuestas de la edición de este año ha sido mostrar los talleres de oficio ante el público. Los espectadores pudieron observar en directo el trabajo elaborado por cesteros, zapateros, herreros, elaboradores de tejas, toneleros, lutiers o escribanos góticos. Uno de los puestos que más llamó la atención fue el que elaboraba zapatos de piel. La encargada del negocio ofreció todo tipo de explicaciones a los curiosos que se acercaban a contemplar la belleza de los zapatos artesanos. «Utilizamos una de las técnicas más antiguas a la hora de crear el calzado», explicó ante la atónita mirada de los visitantes.
Las especias fueron otras de las grandes protagonistas de Balmaseda. Muchos de los puestos que estaban decorados con toques moriscos ofrecieron especias de colores tan vivos que ensuciaban sólo con mirarlas. El té también estuvo presente en numerosos puestos y en uno de ellos se expusieron todo tipo de infusiones para curar o aliviar enfermedades como la depresión, el insomnio o la ansiedad.
En un mercado de este tipo no podían faltar los animales exóticos. De hecho, una caravana de camellos recorrió las calles del municipio recogiendo y dejando pasajeros por el camino. Aunque no todos los puestos buscaban el disfrute del visitante, ya que el horror estuvo presente en la localidad vizcaina. Una exposición de aparatos de tortura horrorizó a más de uno, aunque despertó el morbo de otros tantos. En definitiva, un año más la feria medieval de Balmaseda ha dejado huella. -