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Gara > Idatzia > Jendartea 2006-05-22
Estibaliz VEGAS GONZALEZ | Monitora de educación sexual y crianza natural
«El placer existe desde que nacemos, desde que el bebé busca el pezón de su madre»
El placer sexual no es sólo cosa de adultos. Los más pequeños de la casa empiezan pronto a hacer sus pinitos, eso sí, de forma natural, espontánea, sin tantos prejuicios. Estos últimos los dejamos para los padres y madres: ¡No te toques eso! o ¡Deja de tocarle eso a tu hermano!... Estibaliz Vegas es sicoterapeuta en educación sexual y sabe mucho de sexualidad infantil, que la hay.

La forma en la que reaccionamos y actuamos ante las emociones de nuestras hijas e hijos y ante su sexualidad, condiciona en gran medida su salud, tanto durante su infancia, como en su futura edad adulta. Comprender cómo este proceso tiene lugar y cuál es la actitud más adecuada, puede ayudar a mejorar las relaciones con nuestros hijos y, a la vez, contribuir a su adecuado desarrollo. Ese fue el objetivo de la conferencia que recientemente ofreció en Basauri la monitora de educación sexual y crianza natural, además de sicoterapeuta, Estibaliz Vegas González.

­Según usted, el bebé que nada más nacer tiende a chupar la teta de su madre no lo hace por hambre, sino por placer.

Por placer y por buscar seguridad y afecto. El contacto que hay entre la boca y el pezón de la madre viene a sustituir al contacto que ha habido a través del cordón umbilical. De hecho, cuando la lactancia es satisfactoria, pueden observarse en bebés muy pequeños orgasmos orales, se sonrojan, los labios les tiemblan, se les entornan los ojos y se relajan.

­Entonces, el primero de nuestros órganos corporales que nos provoca placer en esos primeros años de vida es la boca.

Esa fase oral dura aproximadamente hasta los tres primeros años de vida, cuando el placer, y no sólo éste sino la forma de conocer el mundo estriba en llevarse todo a la boca, su propio cuerpo o todo lo que pillen. La lactancia materna no sólo tiene unas funciones nutritivas, sino que da seguridad y placer al bebé, por eso no tiene nada de malo dar pecho más allá del primer año de edad. Es alrededor de los tres años cuando la lactancia pasa de ser una necesidad a un deseo, por lo que el destete se produce entonces más fácilmente.

­Hasta que ese mundo de placer se focaliza en los genitales, ¿es así?

Así es. A partir de los tres años, más o menos, esa zona más cargada energéticamente pasa de ser la boca a ser los genitales. Hasta entonces no les era diferente tocarse los genitales que la pierna o la oreja. Aparece la curiosidad sexual y la fase de exhibición sexual natural. Les encanta bajarse la ropa interior y enseñar todo, y es importante cuál es la actitud del adulto, porque el niño o niña se está reafirmando corporal y sexualmente en algo que necesita hacer. Es también a partir de entonces cuando empiezan a hacernos muchas preguntas, cuando van detrás de los padres para ver cómo mean, es cuando empiezan a observar las diferencias genitales, es como si nunca se hubiesen fijado en ello hasta entonces. Para ellos adquiere mucha importancia.

­Y, como usted dice, es cuando empiezan las incómodas preguntas para padres y madres.

Son preguntas que tienen que ver con esas diferencias genitales, con el embarazo, con el parto, pero puede ocurrir también que pregunten antes en función de lo que vean a su alrededor. Un niño de dos años puede empezar a preguntar por el embarazo si su madre o alguien cercano lo está. Y, aunque no lo parezca, es importante cómo se responde, porque si los niños ven que no tenemos mucho interés en decirles la verdad, ellos no van a dejar de preguntar... pero no a nosotros, sino a los amigos, a otra gente, cuando tengan unos años más.

­Habla de contarles toda la verdad, ¿cómo debemos entender eso de «toda la verdad»?

Pues toda la verdad que yo conozco, porque para empezar, los adultos muchas veces desconocen muchas cosas de la sexualidad. No se trata tampoco de hacer filtros en función de las edades, porque si tú le explicas las cosas con palabras sencillas, habrá cosas que entenderán y otras que no. Es decir, ya lo entenderán cuando vayan creciendo, pero no debemos dejarles de explicar las cosas porque tengan una determinada edad y nos han preguntado algo que les interesa saber. Porque muchas veces nos sorprenden con preguntas que ni siquiera nosotros nos habíamos planteado.

­Imagino también que más que de edades habrá que hablar de momentos oportunos para comentar estas cosas.

Es en el día a día, no cuando tengan seis o diez años. Los niños preguntan constantemente. Sólo dejan de hacerlo cuando no les respondemos. No es cuestión de decirles aquello de «cariño, siéntate aquí que te voy a explicar cómo se hacen los niños». Eso no es.

­Por cierto, que lo de que los bebés vienen de París ¿qué es?, ¿un error histórico?

Desgraciadamente, como esas explicaciones sigue habiendo muchas y dejan en muy mal lugar las cuestiones femeninas. La experiencia del parto o el embarazo también puede ser gratificante y aportarnos mucho, por eso es bueno hablar de ello, que no parezca que el parto es sólo una intervención quirúrgica. Y es lo que transmitimos a los más pequeños.

­Será obvio decir que padres y madres apenas estamos preparados para responder a sus preguntas, tengan la edad que tenga los hijos o hijas.

Claro, porque cuando nosotros éramos pequeños también nos evitaron esas respuestas. Porque más que la falta de conocimientos que teníamos entonces sobre la sexualidad, lo peor es la actitud que tenían con nosotros. Si cuando éramos pequeños nos decían que hablar de aquello era sucio o pecado, nos encontramos que ahora se nos aparecen las mismas emociones que entonces. Es decir, un niño nos pregunta y sentimos vergüenza, miedo, es decir, quizá lo difícil no es responderles, sino lo que sentimos ante esas preguntas. Yo veo a muchos adultos para los que es un verdadero alivio hablar de sus relaciones sexuales en sus primeros años, cuando, por ejemplo, jugaban a médicos, algo de lo que nadie habla con otra persona nunca.

­Esta mentalidad, ¿está en un proceso de cambio?, ¿esos padres y madres jóvenes son más abiertos en este sentido?, ¿o los avances son lentos?

Yo conozco lo que veo en mis consultas y lo que sé es que siguen existiendo esas dificultades en la práctica. Que hay esa intención de hacer las cosas de otra manera, pero en el día a día cuesta cambiar lo que uno recibió. Muchas veces uno se propone no repetir lo que hicieron con él y de repente se sorprende diciendo lo mismo y haciendo lo mismo que le hicieron a él. Se puede cambiar, pero hay que trabajarlo. Por eso lo más importante en sexualidad infantil es hablar de ello. Yo veo muchas caras de alivio en la gente cuando doy charlas de este tema, alivio de pensar de que su hijo no tiene un problema, que no es el único que se toca el pene. Porque muchos padres lo observan, pero no se lo dicen a nadie por si acaso.

­Y cómo se puede convencer, entonces, a alguien de que cambie esa actitud.

Yo no trato de convencer a nadie, porque muchas veces les explicas cosas que ellos ya han visto o conocen, aunque sigue pesando más lo que dice un experto que lo que vemos con nuestros ojos. En este tema, como en otros de la infancia, yo explico cosas que ya han visto. Quizá no se trata tanto de convencer a alguien como de que los padres y madres digan aquello de «ahora entiendo». Porque las preguntas que hacen es sobre lo que ven. A no ser que lleves orejeras, todos hemos visto comportamientos de la sexualidad infantil.

­Llegan los cinco, seis años, y usted habla de una edad en que aparece el complejo de Edipo.

Fue Freud quien primero habló de él, es la época en que se suele decir que el niño se enamora de su madre y siente como rival al padre, y en la niña al revés. Pero es algo cultural, en familias cerradas. Porque cuando aparece la sexualidad, aparece el enamoramiento. Ellos lo dicen en serioy por ello hay que responderles en serio, que una cosa es la vida sentimental de los niños y otra la de los padres, que él tendrá que buscar alguien de su edad y tamaño. Es un error seguirles la corriente. Es lo mismo que ocurre cuando nos vienen diciendo que tienen novio o novia, algo muy habitual, ante lo que no debemos tomarlo a risa porque a ellos les duele mucho que lo hagamos. Debemos tener en cuenta que a esas edades, la intensidad de ese enamoramiento quizá no se tiene después en la edad adulta. Aunque les dure un día.

­Masturbación libre, juegos sexuales entre niños, reconocimiento corporal propio y del otro... Cuando habla de estas cosas en sus charlas, muchos ojos de los oyentes se pondrán como platos.

Sí, sobre todo porque hay mucho miedo al descontrol en los niños. ¿Dónde está el límite? En condiciones naturales, los niños no necesitan límites en este sentido, pero como nosotros, adultos, estamos expuestos al descontrol, pensamos que en los niños también es así. Y no es cierto. Hay descontrol cuando hay sobre ellos represión. Tendemos, por ejemplo, a asociar la masturbación con la adolescencia o cuando no se tiene pareja, cuando sabemos, desde la salud, que todo empieza por uno mismo. Los niños reconocen primero su propio cuerpo y luego el de los demás; empiezan a quererse a sí mismos y en función de cómo lo hagan querrán a los demás; si ellos se respetan respetarán a los demás.

­La masturbación sería ese primer contacto.

Su primer reconocimiento empieza por la masturbación, pero de una manera mucho más natural y espontánea que los adultos. Deberíamos apostar por una masturbación saludable. ¿De qué hablamos? De una capacidad de autocontrol, es decir, que a partir de los cinco años puedan esperar al momento y lugar adecuados, en condiciones de higiene y que no esté acompañada de sentimientos de culpa. También son sanos los juegos sexuales entre niños. El adulto sólo debería intervenir si median claras diferencias de edades, si hay una imposición de uno a otro, si existe riesgo de daño físico, si hay de por medio un contenido sexista o si imitan conductas negativas que han visto. Pero esas relaciones debemos verlas como naturales.

­Pero la realidad es que cuando un niño o una niña pequeños se están tocando sus genitales, los adultos les ordenamos que dejen de hacerlo.

Y eso les puede hacer daño. Lo veo al trabajar con adultos en cómo en ellos han calado esas frases y qué limitación supone luego en su vida de adultos. Vemos cómo la masturbación está mucho peor vista en las niñas y luego ves en consulta muchas mujeres que no se han atrevido a mirarse o tocarse nunca, y son las que tienen más dificultades para luego tener placer en las relaciones sexuales. Y seguro que no es casualidad. Pero muy a menudo, cuando la niña o el niño se toca sus genitales reaccionamos con desaprobación, y ellos pueden empezar a considerarlo como algo sucio o malo. Incluso para su salud, no es nada bueno renunciar a esas necesidades.

­Lo que es evidente es que el placer sexual no es sólo cosa de adultos.

Así es, porque, aunque desde la teoría la sexualidad está presente a lo largo de toda nuestra vida, si nos fijamos en los medios de comunicación parece que el placer es sólo de adultos y de una determinada edad. Nunca nos aparece una pareja de sesenta años en la publicidad o en el cine. Parece que lo normal son otras edades, y el problema es que lo normal se convierte en norma y lo que se salga de ahí está mal. Es lo mismo que si no tienes la talla 36. -


 
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