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Gara > Idatzia > Iritzia > zirikazan 2006-05-22
Josebe Egia
Cosas de familia

A pesar de los titulares sensacionalistas que nos hemos encontrado la pasada semana, de los que cabría deducir que esa institución secular que es «la familia» está en riesgo de desaparición, no parece que va por ahí la cosa. Al contrario, la familia sigue gozando de buena salud. Otra cuestión es que ya no quepa hablar en singular de la misma, como les gustaría a quienes conciben la relación de pareja en plan cavernícola: él caza, ella se ocupa de la prole.

Pero la familia, como otras instituciones sociales, no es algo estático, sino que ha evolucionado en el tiempo en consonancia con las transformaciones de la sociedad. La familia es un grupo en permanente evolución relacionada con los factores políticos, sociales, económicos y culturales. Así, a lo largo de la historia, ha cambiado su estructura e incluso sus funciones, y desde la década de los 70 este cambio se ha producido de modo acelerado.

Actualmente, la familia no se constituye exclusivamente sobre la base de un matrimonio, sino también sobre unidades de convivencia que han ido surgiendo como consecuencia de que hombres y mujeres han ejercido el derecho a regular sus relaciones personales sin la sujeción a reglas previamente establecidas que condicionaran su libertad de decisión, o, incluso, de circunstancias ajenas a su voluntad. De ahí que la familia, como tal, siga perviviendo, si bien se dan distintos tipos de familia. Seguro que se me escapa alguna modalidad, pero podemos identificar las siguientes: nuclear, monoparental o monomarental, unipersonal, de hecho, homosexual, bis o «reincidentes», extendida...

Esta bien que Azkarraga, consejero de Justicia, Empleo y Seguridad Social del Gobierno Vasco, tenga en su cabeza esta realidad y, por lo que dice, esté dispuesto a diseñar su política de familias atendiendo a la misma. Cuando podamos conocer el II Plan de Familias que promete, comprobaremos si es así, de momento sus palabras van en ese sentido. «Hoy, familias hay tantas como formas de convivir nos podamos imaginar y todas deben de ser respetadas... La elección en plena libertad de nuestro destino personal, con miras a crear una satisfactoria estructura afectiva y unas relaciones gratificantes que promuevan el crecimiento y el desarrollo de las personas, amplía el abanico de posibilidades convivenciales. Es así como hoy nos encontramos con una heterogénea tipología familiar que, como Gobierno, debemos cuidar y apoyar. Es necesario construir un sistema de protección que ofrezca servicios y apoyos para todas las situaciones carenciales o de necesidad que se manifiesten en el hogar y que afecten a las familias en toda su diversidad». Ahí queda eso.

¡Ay! pero con el aumento de divorcios que nos anuncian, muchas personas tienen miedo de que la familia esté agonizando y, aunque no sea cierto porque la familia continúa, la realidad es que hay parejas que se rompen. Hay veces que, a pesar de todos los intentos, la pareja no funciona, entonces, aunque resulte doloroso, lo mejor para ella misma es aceptar la ruptura, procurando poner todos los medios a su alcance para que el sufrimiento sea el menor posible, sobre todo si hay hijas o hijos a los que también afecta ésta.

Resulta curioso ver cómo socialmente aún cuesta aceptar esta realidad. Ver cómo, de modo a veces subliminal, se echa la «culpa» de estas rupturas a la Ley de Divorcio, cuando ésta no ha hecho sino «civilizar» el problema. Pero esta ley, que tiene lagunas importantes, parte del respeto a las personas y del principio de libertad de los cónyuges para decidir voluntariamente ­como ya no puede ser de otro modo­ la continuación o no de su convivencia.

Las relaciones de pareja, y los problemas que de ellas surgen, ya no pueden abordase como si la sociedad no hubiera cambiado. Aunque a las mujeres todavía nos queda mucho trecho por recorrer hasta alcanzar la suficiente independencia emocional para relacionarnos con la pareja en condiciones de igualdad, vamos avanzando. La progresiva equiparación de derechos para ambos sexos, el acceso a los anticonceptivos y la incorporación de las mujeres al trabajo remunerado, ha permitido a algunas de éstas alcanzar el primer escalón: el de la independencia económica, totalmente necesario para superar los roles de subordinación y poder decidir si su pareja funciona o es mejor romperla, incluso para su familia, que continuara siendo una familiaŠ de otro modo. - jegia@gara.net


 
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