Dieciocho años y siete días después de que consiguiera el ascenso, el Eibar regresa a Segunda B. Restan aún cuatro jornadas para que la temporada más triste de la historia azulgrana llegue a su fin, pero no serán más que el irrelevante epílogo de un año en el que el cuadro armero ha pasado del cielo al infierno.

Y es que apenas han transcurrido once meses ­parece un siglo ahora mismo­ desde que el Eibar rozara el milagro, quedándose a sólo tres puntos del ascenso a Primera. Un éxito que, paradójicamente, ha acabado pasando factura al club guipuzcoano. No es, desde luego, la única razón del desastre, pero la espectacular campaña que realizó el pasado año provocaron que la humildad que siempre ha caracterizado a los armeros perdiera terreno en su discurso oficial. Lo han pagado muy caro.

Tampoco habría que cargar las tintas en exceso, sin embargo, sobre los responsables eibarreses. Ni por sus declaraciones, ni por sus actuaciones. El dinero también es el rey en el mundo del fútbol. Excepción hecha del outsider de turno, los más ricos son los que ganan, o ascienden, y los más pobres, los que pierden o, en este caso, descienden.

El Eibar ha sido, de hecho, el principal candidato al descenso en sus 18 años como equipo de Segunda A. Con un presupuesto ampliamente superado por sus rivales, incluso de categorías inferiores ­el del Córdoba, en Segunda B, triplica este año al de los azulgranas­, ha apostado desde siempre por cuadrar sus cuentas, lo que le ha abocado a presumir en los despachos y a sufrir en el campo, con plantillas compuestas a base de retales: jugadores sin equipo, jóvenes cedidos, veteranos de vuelta...

Así que si lo de la temporada pasada se consideró un milagro, no lo fueron menos lo de las 16 anteriores en las que el equipo, con mayor o menor holgura, salvó la categoría. El Eibar debutó en Segunda A en la temporada 88/89, con Alfonso Barasoain en el banquillo. El técnico que firmó el ascenso guió también los primeros pasos del equipo en la categoría de plata. Y salvó los primeros apuros porque, tras una primera temporada relativamente tranquila en la que llegó a liderar la tabla durante algunas jornadas, la 89/90 estuvo a punto de saldarse con el Eibar de regreso a Segunda. Una recta final espectacular, incluyendo el triunfo en Sarriá ante un Espanyol que ascendía ese mismo año, permitió salvar los muebles.

Con los problemas justos transcurrieron las tres siguientes temporadas, con Miguel Etxarri primero y el trío Mendiluze ­ Lacasa ­ Gallastegi después al frente del equipo.

Empieza a soñar

Con el Eibar ya asentado en la categoría, dos entrenadores, José Mari Arakistain y Periko Alonso, consiguieron hacer soñar a la afición armera con la posibilidad de dar el salto a Primera en un futuro no demasiado lejano. Con el elgoibartarra se alcanzó en 1995 la 5ª plaza, igualada dos años después por Periko Alonso, con una última jornada en la que Osasuna arrebató a los guipuzcoanos la posibilidad de ascender un peldaño más y embolsarse 150 millones de pesetas ­compensación ofrecida aquella temporada al 4º clasificado, al reducirse a tres el número de ascensos­.

Sólo un par de años más tarde, los armeros pasaban de la ilusión al sufrimiento extremo. La temporada 98/99 comenzó con un eibarrés en el banquillo, Kike Ormaetxea, y concluyó con el regreso de Alfonso Barasoain ­con otro histórico azulgrana, José Ignacio Garmendia, como ayudante­ para firmar una recta final espectacular:siete victorias en ocho partidos, que permitieron al Eibar mantenerse en Segunda.

Tras tres temporadas en las que llegó a clasificar al equipo en 7ª posición, a Blas Ziarreta también le tocó sufrir, hasta el punto de ser cesado a dos jornadas del final, en la 02/03. Juanjo Arrieta y Javi Pérez se hicieron cargo del equipo para salvarlo en el último partido.

Jaime Barriuso, que había tomado el relevo de Juan Luis Mardaras, después de 14 años al frente del club, empezó así su mandato sufriendo, pero no tardaría en disfrutar.

Eibar recuperó la ilusión en la 03/04, cuando José Mari Amorrortu lideró al equipo en una primera vuelta en la que se empezó a soñar con el ascenso ­los últimos meses apagaron toda ilusión­, y enloqueció definitivamente un año después. Hasta la última jornada peleó el equipo de José Luis Mendilibar por un ascenso para el que solo faltaron tres puntos. La afición homenajeó al técnico vizcaino y sus jugadores como si lo hubieran logrado.

Once meses después, las lágrimas vuelven a Eibar. Como entonces, por no haber logrado el objetivo. Pero en esta ocasión no hay celebraciones. Sólo hay frustración. Y la promesa de volver. -

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