Timor Leste se convirtió hace cuatro años en el primer nuevo Estado del milenio. Desde entonces intenta materializar su proyecto para sacar a la población de la difícil situación económica que heredaron de las etapas colonialistas portuguesa, japonesa e indonesia. Esos esfuerzos no han estado exentos de dificultades y de divisiones. Las rivalidades étnicas, regionales, históricas y políticas han condicionado la buena marcha de los esfuerzos del Gobierno.Tampoco hay que olvidar el papel que los estados vecinos, fundamentalmente Indonesia y Australia, han venido desempeñando. El primero, curando todavía sus heridas por «la pérdida de Timor oriental» de su proyecto de estado, mientras que el Gobierno de Sydney no ha tardado en mostrar su política de doble rasero, apoyando la independencia del país al tiempo que no le devuelve sus derechos sobre los ricos yacimientos petrolíferos que se encuentran en las aguas de Timor Leste, y sin cuya explotación el Gobierno timorense ve hipotecada su política de desarrollo. La alegría y la esperanza que el pueblo timorense mostró tras lograr la independencia pueden estar tocando a su fin si los dirigentes no resuelven pronto la crisis actual.
En Timor Leste hay unos doce grupos étnicos diferentes, las lenguas oficiales son el tatum y el portugués sólo lo habla una minoría de la élite política. Aunque una mayoría aplastante es católica, dentro de la Iglesia se producen divisiones entre la línea más ortodoxa oficial y los seculares (sobre temas como la planificación familiar o la religión en las escuelas). También han aparecido algunos grupos de carácter mesiánico que preocupan a los altos cargos de la Iglesia, pues hacen una mezcla de la religión con costumbres ancestrales.
Los actuales acontecimientos están presentándose a la opinión pública como un movimiento de malestar dentro del Ejército, para dar paso después a un supuesto enfrentamiento interétnico. El primer escenario nos presentaba tres facciones en lucha: los militares disidentes contra el Gobierno; la mayoría del Ejército, leal al Ejecutivo; y la Policía, también leal.
El descontento militar viene de lejos. La conversión de
una fuerza guerrillera como el FALINTIL en un Ejército regular (F-FDTL) no ha
sido fácil. La relación directa de la guerrilla con la población, principal
sustento de su éxito, no se ha tenido en cuenta cuando se dio esa
transformación. Además, muchos guerrilleros no pudieron formar parte del nuevo
Ejército por problemas de salud y las ayudas que se les dieron no lograron
asentar su vida civil. Incluso en el nombramiento de oficiales se han cometido
errores. Así, algunos oficiales guerrilleros son ahora soldados rasos y viceversa.
La excusa etnica
Para justificar las demandas de los disidentes se manejan excusas sobre el choque entre dos campos, los lorasa´e (orientales) y los loromonu (occidentales) o, lo que es lo mismo, los firaku versus los kaladi. Estos dos grupos étnicos están ubicados en las zonas orientales y occidentales respectivamente. En el pasado no se encuentran importantes muestras de la rivalidad entre ambos grupos. Es a partir de la II Guerra Mundial, con el asentamiento de miembros de ambas comunidades en Dili, cuando se acentuarán las divergencias, sobre todo en torno al comercio.Posteriores movimientos migratorios acentuarán la división de Dili en zonas consideradas como firaku o kaladi. Las diferentes percepciones en torno a la participación de unos y otros en la guerra de liberación nacional presentan a los firaku con un mayor protagonismo en la misma, lo que luego supuestamente les traerá mejores condiciones en el periodo actual, lo que denuncian los kaladi. Tras esta cortina de humo se encuentran otros intereses, que aprovechando esas diferencias y la difícil situación económica y social, buscan reorientar la política de Timor Leste hacia parámetros más neoliberales.
Estos días se ha visto cómo diferentes bandas han cobrado protagonismo aprovechándose de la situación de tensión que se vive. Este fenómeno está directamente ligado a los clubes de artes marciales que proliferaron por el país durante la ocupación indonesia como fórmula de autodefensa de los jóvenes timorenses. Desde la independencia esos grupos se han organizado en torno a la extorsión y al crimen organizado, aprovechándose de las altas tasas de desempleo que asolan Dili: los Gorkas, Sagrada Familia o Calimao 2000 tienen sus propios intereses y no dejan pasar la oportunidad de asentarse para lograr ventajas políticas.
Algunos medios han presentado al primer ministro Alkatari
como la fuente de todos los problemas. Esta lectura simplista pretende ocultar
los movimientos interesados que se esconden tras los choques. Los ataques
estarían dirigidos contra Alkatari desde diferentes frentes, todos ellos muy
poderosos. Está la nueva clase social, una burguesía de nuevos ricos que quiere
seguir medrando y beneficiarse de una política más capitalista y de los fondos
que, de darse un cambio en la dirección del país, llegarían a Timor Leste. No
perdonan que Alkatari siga defendiendo las bases ideológicas del FRETILIN, a las
que presentan despectivamente como «ideas de otra época». O la Iglesia católica,
que rechaza de plano los intentos del Gobierno de no hacer de la religión una
asignatura obligatoria en el sistema educativo y que ha amenazado con «salir a
la calle» contra Alkatari.
Congreso del FRETILIN
Las maniobras políticas para destituir al primer ministro se dieron también en el congreso nacional del FRETILIN, de los pasados 17, 18 y 19 de mayo. El embajador de Timor ante la ONU y EEUU, José Guterres, se presentó para desbancarle de la dirección del partido. El político que se define como «políticamente moderado» y que acusa a la dirección del partido de «utilizar métodos leninistas» sufrió una vergonzosa derrota cuando los delegados reeligieron a la dirección, con más del 80% de los votos.Las diferencias que ha mantenido Alkatari con el presidente timorense Xanana Gusmao y otros líderes también son factor clave en la presente crisis. No hay que olvidar que mientras éstos defendían un modelo presidencial para Timor Leste, Alkatari apostó por un régimen parlamentario.
La política del primer ministro tiene tres prioridades: la educación, la sanidad y la agricultura. La política que desarrolla se basa en inversiones en el sector público. De hecho, hoy en día la sanidad es gratuita, como lo son la educación primaria y la secundaria. Sus acuerdos con Cuba en materia de sanidad y educación le han colocado la etiqueta de «comunista», olvidando sus detractores que en materia educativa hay más colaboradores occidentales que cubanos.
El acuerdo con China, Brasil y Malasia en torno al petróleo tras rechazar un convenio con Australia que no beneficiaba al país no ha gustado en Sydney, como tampoco gusta en Washington el rechazo de Alkatari a las políticas de «ayudas» del FMI y el Banco Mundial. Pese a todo, el país no tiene una deuda tal que le obligue a seguir el camino de «venta» de otros.
La conjunción de todos esos intereses contra Alkatari, junto a las viejas rivalidades políticas y étnicas, han traído el actual panorama desolador a Timor Leste. Quienes esperan la privatización de amplios sectores o la llegada de dinero a través del Banco Mundial para seguir medrando no quieren dejar pasar la oportunidad de dar un giro definitivo al rumbo del país, a costa incluso de acabar con el proyecto original que logró que Timor Leste se independizara tras años de lucha. -
(*) Txente Rekondo es miembro del Gabinete Vasco de
Análisis Internacional (GAIN)