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Gara > Idatzia > Iritzia > Gaurkoa 2006-06-21
Josu Iraeta - Ex diputado de Herri Batasuna
El juez político, una degeneración del sistema

Estamos ­una vez más­ situados en la cima del escándalo, inmersos en un continuo desatino que se prolonga porque sin duda cuenta con fervorosos e interesados defensores. Verdadero enfrentamiento en el que los afectados aumentan sin cesar. Una realidad empeñada en demostrar la larga sombra del régimen franquista, a la que para hacer frente los hay que además de llegar tarde, utilizan el hostigamiento ante la multitud de situaciones que se acumulan, pretendiendo crear opinión, aunque no con la intención de resolver, sino de protagonizar la actualidad. Esto no sirve, hay que bucear entre las causas y no perderse en los efectos, aunque estos sean graves, incluso irreparables.

¿Dónde están, cuáles son las causas de lo que está pasando desde hace lustros con los jueces, con los jueces «políticos»? ¿ Obedecen o sintonizan con una estrategia inducida por el ejecutivo en ejercicio, hoy de R. Zapatero? ¿Actúan como acólitos aznaristas, descendientes del justicialismo peronista? ¿Son víctimas de su exacerbado afán protagonista, acumulador de notoriedad y fuente de riqueza? ¿ Son un producto lógico, consecuencia de la nula estanqueidad de poderes vigente en el sistema político español? ¿ Hay de hecho, algún poder o institución que ejerza control sobre ellos, o por el contrario las consecuencias de su incontrolada independencia deben ser asumidas como errores del sistema, por aquello de «hoy por ti, mañana por mí»?

Asumiendo que siempre es más difícil la terapia que el diagnóstico, yo apuesto por una simbiosis.

Centrados en el tema, en mi opinión, además de las citadas, cabe añadir otras razones, y éstas son los cauces de formación y vías de acceso a la carrera judicial, ya que estimo es así como se obtiene la deformación necesaria que permite «hacer carrera» a quienes se sienten poder y actúan como justicieros.

Jueces que anhelan el estrellato mediático, que en consecuencia no aceptan el trabajo aislado y callado, y son proclives a hablar cuando se le pone un micrófono delante. Jueces a los que su marcado egocentrismo e incontinen- cia verbal los convierten en activos protagonistas políticos.

Este tipo de juez, solicitado protagonista de la actualidad, habitual en conferencias de prensa y artí- culos de opinión, es estrella de la prensa que informa menos y opina cada vez más. De las tertulias radiofónicas y televisivas que transmiten opiniones improvisadas de tertulianos competentes en todas las materias imaginables. Los hay, incluso, autores de libros con marcada tendencia a la ciencia ­ficción­. Así pues, son un claro exponente de la deformación antes citada. Este es el prototipo de «juez político», personas que han accedido a la carrera judicial y ejercen la hostilidad por sis- tema y como principio de actuación.

El «juez político» cree que su misión es actuar y es así como deja de ser juez y se convierte en justiciero. En su particular e interesado concepto de la justicia, se ve a sí mismo como el único puro e inmaculado con arrestos para enfrentarse a la suciedad y corrupción que le rodea.

El «juez político», necesitado de exhibir su independencia, puede o no pronunciarse en contra de otros poderes, como el Ejecutivo ­incluso por rencor­, pero no se muestra tan radical en defensa de su independencia ante otro poder social, económico o con raíces en los medios de co- municación, y no lo hace porque se sirve de él para el logro de sus intereses personales.

Inmerso en esta vorágine, el «juez político», lejos de los principios y fines de su teórico cometido, fortalecido y agigantado por los medios de comunicación, se siente ungido salvador de la patria y olvida que su nombramiento no está sometido a la elección popular. Que él ­como otros­ accede a la carrera judicial como funcionario, y en su «olvido» cree también poder ejercer la de político.

Comparto la opinión de que la situación actual no puede mantenerse así, pero también quiero apuntar que puede empeorar. Y lo digo porque toda estructura en proceso de desorden y abandonada al libre ejercicio de sus habilidades, tiende a agravar su dege-neración.

Naturalmente, toda estructura precisa de un marco que le permita intervenir y, por tanto, éste no puede ser ajeno a la gestión que genera el problema. La Audiencia Nacional española es el marco. Fue creada por Real Decreto el 4 de enero de 1977 y, aunque desde diferentes grupos de presión no aceptan reconocerlo, los tribunales penales de la Audiencia Nacional española, son órganos perfectamente homologables en su composición, funcionamiento y competencias con el franquista Tribunal de Orden Público.

Estos tribunales de excepción están siendo utilizados por los diferentes gobiernos españoles ­incluido el actual­ como auténtica punta de lanza, fundamentalmente contra quienes reclaman el ejercicio del derecho a la libre determi- nación. Ignorando y anulando todos los derechos que proclama su propia Constitución.

Es también, un escenario sombrío y anacrónico, testigo de las incontables e inconfesables inmundicias jurídico-políticas que se han conocido en los últimos treinta años.

Como quedan citadas, hay muchas razones para eliminar una institución excepcional como la Audiencia Nacional española, pues su vigencia y gestión no puede ser compatible con un sistema que se dice democrático. Su desaparición ­cuando se dé­ será un éxito de todos los demócratas y supondrá un paso firme y necesario para desactivar los núcleos de iluminados que no debieran tener espacio franco en el régimen político actual.

Es evidente que el diagnóstico expuesto puede ser o no compartido, que la terapia que se perfila en este artículo sea calificada de radical también lo es, pero si no se acude a la raíz del problema con ánimo de resolver, si quienes pueden y deben no actúan con sensatez e inteligencia, articulando un proceso de saneamiento, no saldremos nun- ca de esta situación degenerativa y la política continuará oscilando entre crónicas judiciales. -


 
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