Según un informe de la Organización Internacional de Migraciones del año 2003, existen más de 175 millones de personas que han emigrado de sus países de origen, en otras palabras, una de cada 35 personas es un emigrante, lo que equivale al 3% de la población mundial. Pero conformarnos con decir que las cifras globales sobre refugiados y refugiadas «llegan a su nivel más bajo en 26 años» nos da escalofrío, por desconocer los problemas, situaciones y realidades por la que muchas naciones del mundo hoy por hoy vienen padeciendo.

Es ignorar las más de cuarenta guerras y conflictos que están activos en el planeta: ya sean por hambre, pobreza, desigualdades interétnicas, por los recursos naturales, minerales, por el agua, por la biotecnología, etc. Y todos ellos producen el fenómeno migratorio, y no porque en los con- flictos se hayan superado las necesidades de fondo, sino que las políticas internacionales de los poderosos están impidiendo que los nacionales de los países mal llamados «tercermundistas» entren y salgan de los territorios; impidan el ingreso a los países del «primer mundo» con sus leyes de extranjería, la exigencia de visados, las políticas de asilo restrictivas, la confusión generalizada entre inmigrantes y refugiados y que cuando haya migración ésta se realice a nivel interno y se haga hacia los países «subdesarrollados», como ocurre en la moderna actualidad donde el 90% de las personas desplazadas forzosas y refugiadas lo hace a regiones o países en vías de desarrollo.

En concreto: no hay facilidades para el desplazamiento y mucho menos para la solicitud del asilo y el refugio, derecho contemplado en la Declaración Universal y en la Convención del Refugiado de 1951.

Las riquezas naturales y minerales han sido el castigo para muchos pueblos y naciones empobrecidas por el yugo de las burguesías y las multinacionales que usufructúan mediante la expoliación la apropiación de estos recursos, como el agua, que la padecen por su ausencia 900 millones de personas en el mundo y que podría escasear para 2.500 millones de personas en 2025, siendo el preciado líquido el mayor conflicto geopolítico del siglo XXI, en el cual países del Norte a través de sus multinacionales se apropian de él, como lo hacen las empresas Vivendi, Suez, RWE, Aguas de Barcelona, entre otras.

A nivel mundial, según el ACNUR (Alto Comisionado para los Refugiados de Naciones Unidas) en su último informe titulado «Tendencias mundiales sobre refugiados en 2005», hay 21 millones de personas bajo la competencia del ACNUR, cifras que no representan la real totalidad de desplazados internos y refugiados en el mundo, porque no todas las personas están bajo la protección de esta oficina, ya que muchas son anónimas en el conflicto y fuera de él, otras son apátridas (2,4 millones), 25 millones son desplazados internos (de los cuales sólo a 6,6 millones protege el ACNUR) y 4,3 millones de refugiados palestinos están bajo competencia de la Agencia de Ayuda para los Palestinos-UNRWA.

Poner de ejemplo el caso de Colombia nos viene bien para ilustrar lo que sucede en el resto del mundo, porque allí se combinan todos los factores habidos y por haber. Un conflicto que tiene más de 50 años con una guerra fratricida bipartidista (liberal-conservadora) impuesta, que ya desde 1948 el pueblo colombiano (un millón de habitantes) se vio obligado a desplazarse forzosamente a nivel interno, y que hoy continúa su diáspora con más de 3,5 millones de desplazados internos y más de cinco millones a nivel internacional.

Como contempla la Convención de 1951 sobre el Estatuto de los Refugiados, muchos colombianos/as tienen un «fundado temor de ser perseguidos por sus opiniones políticas o por las que se les atribuyen por razones de sexo, raza...», y desde hace 20 años la situación viene siendo crítica, ahondada actualmente por el gobierno militarista de Uribe Vélez, que con el fraude electoral y la represión ha sido reelegido por otros cuatro años más para imponer la llamada «Seguridad Democrática», la paramilitarización del país que ha llevado a legalizar a los 35.000 «reinsertados» y crear los «nuevos» grupos «neoparas» que hoy tienen amenazados y vienen asesinando a defensores, sindicalistas, estudiantes de las universidades públicas y a militantes y dirigentes del partido opositor Polo Democrático Alternativo-PDA.

Para los colombianos que tienen que traspasar las fronteras regionales e interoceánicas no es fácil llegar a los países de acogida, más aún cuando su destino es Estados Unidos o Europa, mas aún cuando el actual presidente de Colombia le propone al presidente Bush colocarle un chip a los inmigrantes para controlarlos; mas aún cuando desde 2002 ningún colombiano puede entrar en el Estado español sin visado, manteniéndose vigente el Acuerdo de Schengen y por ende los 300.000 colombianos en forma irregular que la Ley de Extranjería mantiene en el limbo.

Dicen que cada vez hay menos refugiados, sí, pero no porque las causas hayan desaparecido, sino porque las medidas restrictivas, coercitivas y políticas a nivel internacional e internas de los países de acogida impiden obtener esta categoría y los beneficios si es que los hay. No son gratuitas las políticas de la Unión Europea (los buques patrulleros en las costas de los países emisores, las alambradas y muros de Melilla, la Constitución Europea), el muro de la vergüenza que levanta Estados Unidos en la frontera con México y los señalamientos a los movimientos sociales y populares de terroristas configuran el panorama que los inmigrantes y refugiados tenemos que afrontar como pan de cada día. -