«Los altos mandos militares hebreos no han tenido más remedio que preparar una ofensiva que se intuye dolorosa. Ya han muerto 19 militares israelíes. Pero van a morir más. ‘Esto es una guerra y no hay tiempo de contar a los muertos. Los contaremos cuanto todo esto acabe, y los lloraremos, pero ahora estamos en guerra y hay que ganarla y para ganarla morirán más soldados’».

Las palabras «duras pero realistas» del jefe de la Comandancia Norte del Ejército israelí, para “Abc”, que es quien se ha encargado de vestir con tintes épicos lo que sólo va vestido de vergüenza, «reflejan bien a las claras la situación». Para mí también. porque hay situaciones en las que es una suerte poder contar los muertos.

¿Pueden contar los suyos los libaneses? ¿Y cuántos de sus muertos cuentan? Para los israelíes, cien. Cien militantes de Hezbulá, que son los terroristas que mantienen secuestrados a dos soldados israelíes mientras más de mil bombardeos y los ataques «selectivos y precisos» ­«nada fuera de lo común» según un portavoz militar­ de Israel terminan, precisa y selectivamente, con las vidas de cien de ellosŠ y las de doscientos civiles más que no entran en el recuento. ¿Cuántos más podrán contar ahora que el apoyo de EEUU, el gran preocupado por los derechos humanos, se ha materializado en el envío urgente de bombas de precisión? ¿Cuántos puede contar el pueblo palestino, que ni siquiera ha llegado a saber cuántos de los suyos permanecen enterrados en lo que fueron los campos de Sabra y Chatila. ¿Cómo podrán llevar la cuenta de los niños, los adolescentes, los jóvenes, adultos, ancianos... que han caído bajo eso que gran parte de la prensa y sin ningún pudor se ha acostumbrado a llamar «respuesta del Ejército israelí a los atentados terroristas palestinos»? ¿A cuántos más hay que sumar los 150 muertos de las tres últimas semanas?

¿Cómo se cuenta el dolor cuando no se intuye, como lo intuyen los altos mandos hebreos, sino que se vive tan extremadamente unido a la existencia como lo viven los palestinos? ¿Cómo será levantarse cada mañana sin saber si ellos, o sus hijos, o sus padres llegarán con vida al día siguiente, o si la perderán, y si será cruzando una calle, o en el autobús, en el mercado, o porque un tanque israelí se ha lanzado contra su casa? ¿Cómo es la vida cuando día tras día y uno tras otro, los tuyos caen bajo las balas y los misiles israelíes? ¿Cómo se cuenta la vida cuando los vivos prefieren entregarla y morir?

Hay ocasiones en las que es una suerte poder contar los muertos. En otras, es un privilegio reservado únicamente al agresor. -