BEIRUT
Comandos de élite israelíes transportados en helicópteros protagonizaron una fugaz pero sangrienta incursión hasta el valle de la Bekaa, en el este de Líbano, y se llevaron secuestradas a cinco personas. La operación, que dejó 16 civiles muertos, fue realizada en la madrugada de ayer y tuvo como objetivo un hospital en la ciudad de Baalbeck, feudo de la guerrilla de Hizbula, que no dudó en tildar de «fiasco» el operativo, al asegurar que los secuestrados son civiles.
No es la primera vez que el Ejército israelí lleva a cabo incursiones de este tipo, siempre con el intento de intercambiar a los secuestrados con soldados capturados por la resistencia.
Ante la constatación de que el «espectacular» operativo no dio los frutos deseados, el jefe del Estado Mayor israelí, teniente general Dan Halutz, aseguró que «no teníamos la intención de capturar a nadie en particular (...) quisimos demostrar nuestra capacidad de llegar a cualquier parte».
Un término geográfico laxo que incluye a las localidades fronterizas del sur de Israel y en las que todo apunta a que la infantería israelí sigue enfangada, haciendo frente a la resistencia numantina de Hizbula. Ello explica los insistentes bombardeos, por mar, tierra y aire, contra estas poblaciones, ataques que llegaron a la capital del sector, Saïda, matando a tres soldados libaneses.
La región de Tiro sufría durante la tarde de ayer intentos bombardeos, que mataron a una pareja de ancianos en su casa y a una familia de cinco miembros en un refugio.
Israel continúa con su táctica de castigar a la población civil libanesa, haciéndole pagar su incapacidad para luchar frente a frente con la guerrilla.
Una táctica monstruosa en la que hasta ahora ha contado con el apoyo de EEUU y el silencio cómplice de sus aliados.
Fuentes de la Administración Bush anunciaron ayer que el alto el fuego es cuestión «de días, no de semanas», en lo que algunos quieren ver un cambio en la actitud de Washington.
Pero Israel pide más tiempo, como poco hasta finales de la semana que viene, mientras la prensa israelí especula con el alto el fuego el próximo lunes.
Por de pronto, el general Halutz anunció un recrudecimiento de los bombardeos. «Estamos considerando (acometer) ataques más al norte, incluido Beirut; supongo que el asunto será sometido a análisis en el plazo de uno o dos días», dijo.
Himat CHREIF
BAALLBECK
«Todo va bien»: Awad Jamaleddine tuvo el tiempo justo para tranquilizar a su amigo antes de morir. Es uno de los 16 civiles muertos en la incursión israelí en Baalbeck.
Un misil destruyó su casa. El cuerpo de Awad, el de su hijo de 18 años, Hussein, los de sus cuatro sobrinos y otros parientes, fueron proyectados por la explosión al jardín de la casa donde se refugiaban de los bombardeos.
«Yo estaba al teléfono con Awad y le pregunté qué es lo que estaba pasando. Me tranquilizó asegurando que oía bombardeos y helicópteros sobrevolando la zona, pero que parecían resonar lejos», recuerda Abdel Rahim Haïdar.
«Después, después nada. La línea se cortó. Por la mañana hemos ido corriendo a la casa y hemos descubierto el horrible espectáculo», prosigue Abdel Rahim Haïdar. En el jardín, un grupo de mujeres llora aferrando en sus brazos los cadáveres. Un hombre recita versículos del Corán.
«Los EEUU no tienen moral», grita una joven. «¡Venid aquí y sacad fotos de este crimen de Bush!» insta otra a un fotógrafo de AFP.
En un campo de trigo cercano, los cuerpos ensangrentados de Maha Chaabanz al-Issa, 40 años, y de sus cinco hijos, de entre 3 y 17 años, han sido instalados en una tienda beduina. Tienen disparos en la cabeza y en el torso. Su marido y otros dos niños resultaron heridos graves.
El único delito de todos ellos, encontrarse en el camino del comando israelí que protagonizó el «espectacular» asalto al hospital de Baalbeck. Murieron en los bombardeos previos o, en el caso de los beduinos, cuando el helicóptero israelí eligió el campo de trigo donde tenían su tienda para esperar a los comandos tras el asalto. Se precipitaron fuera de la tienda, entre atónitos y aterrados y, simplemente, fueron abatidos.
La operación, que duró tras horas, dejó 16 civiles muertos, entre ellos siete niños, y 20 heridos. Cinco libaneses fueron secuestrados por Israel, que asegura que mató a diez milicianos de Hizbulah. La guerrilla lo niega y el Ejército libanés coincide en que todos los secuestrados son civiles.
Fuentes de Hizbula aseguran que el hospital fue evacuado antes de la llegada del comando israelí y que sus combatientes tendieron una trampa a Israel, al hacer circular en los alrededores del hospital vehículos de dirigentes del Partido de Dios, entre ellos el del jeque Mohammad Yazbeck, miembro de la dirección de Hizbula «La operación ha sido un fiasco», aseguró la televisión del movimiento de resistencia chiíta, Al Manar.
AI denuncia el plan militar israelí para vaciar
todo el sur de Líbano
GARA
BEIRUT
Una misión de Amnistía Internacional (AI) que ha viajado por algunas de las poblaciones más castigadas por los bombardeos israelíes, denunció que parece haber un plan israelí para vaciar el sur de Líbano de población civil.
Donatella Rovera, que ha encabezado la misión, señaló que la destrucción de plantas potabilizadoras, centrales eléctricas y hasta supermercados, unida al bombardeo de puentes de comunicación vital, «hacen pensar en planes sistemáticos de echar a la población civil de la zona».
El ejército israelí lanza octavillas en los pueblos bombardeados conminando a sus habitantes a abandonarlos, práctica que AI también considera condenable.
Nada de «escudos humanos»
En cuanto a las acusaciones de Israel, coreadas por sus muchos voceros en Occidente, de que Hizbula se sirve de lo población civil como «escudos humanos», la misión no ha encontrado ninguna prueba de que esto sea así, sino todo lo contrario.
En los pueblos visitados explicó la responsable de la misión los miembros de Hizbula piden a los más ancianos o aquellos que aún no han abandonado sus bienes que salgan por no poder garantizarles protección.