Junto a la crítica situación en la zona, muchos analistas continúan sus peculiares bombardeos de tópicos para intentar disfrazar u ocultar la realidad. El conflicto no comenzó por la detención de dos soldados israelíes en Líbano. Fuentes de inteligencia de Israel han confirmado que preparaba estas acciones hace tiempo. La clave reside en la ocupación que Israel mantiene desde hace 40 años en Palestina y 18 en Líbano.Todos los esfuerzos sionistas por acabar con la resistencia palestina han fracasado, y otro tanto le ha ocurrido con sus ataques hacia Hezbollah. Pero para poder contextualizar mejor esta actitud unilateralista y prepotente de Israel (ha mantenido seis guerras contra sus vecinos, sin contar las dos intifadas, en las últimas décadas) es necesario destacar el apoyo incondicional que ha recibido desde Washington, siempre dispuesto a evitar las negociaciones que solucionen definitivamente el problema de la región.
La guerra puede durar más de lo esperado. Fuentes locales certifican que las cosas no serán como en el pasado, cuando los ejércitos de Israel apabullaron a sus vecinos árabes, y hay quien se atreve a asegurar que el escenario más positivo para Israel puede ser similar a su salida de Líbano hace seis años.
Cambios
Los tiempos han cambiado en Oriente Medio, y el sentimiento de la población contra los desmanes y la prepotencia de Washington y Tel Aviv crecen por momentos. Los propios servicios de seguridad de Israel habían advertido del error de atacar a Líbano. Los operativos israelitas no han podido infiltrarse en Hezbollah, al tiempo que reconocen que la capacidad de esta organización es muy superior a la que afrontan con la resistencia palestina.Además, el ejército israelí no se enfrenta a un enemigo como la OLP de Arafat de 1982, cuando la invasión del Líbano fue al principio un paseo militar. A diferencia de aquella OLP, Hezbollah ha sabido mantenerse junto a la población libanesa sin hacer ostentación manifiesta de su poderío. Es difícil encontrar bases o campamentos militares de la organización chiíta, algo que contrasta con la postura «de pose fotográfica» de que hacía gala Arafat, buscando en todo momento a través de su escenificación mostrar a todos la «materialización de un estado» que luego se demostró no ser más que un castillo de naipes. Hezbollah ha seguido al pie de la letra los manuales de lucha de guerrillas y por ello se encuentra como pez en el agua.
Otro error que puede cometer Israel es el uso de sus ataques indiscriminados para provocar que la población civil reaccione contra Hezbollah. Esta técnica criminal ya la utilizó en el pasado, pero en estos momentos los datos que llegan de Líbano apuntan a su fracaso. Un reciente estudio en el país, previo a la matanza de Qana, revela que el 70,9% de la población apoya la captura de los dos soldados, mientras que cerca del 88% se muestra favorable a la resistencia contra Israel.
A ello se suma la preparación de Hezbollah ante los ataques de Israel. Los dieciocho años de experiencia ha permitido que la resistencia libanesa conozca tan bien a su enemigo que le ha podido causar importantes derrotas. La salida del año 2000 y el reciente ataque contra el ejército sionista han sido un fuerte golpe para el orgullo militar israelí.
Guerrilla con cohetes
La estructura militar de Hezbollah ha impedido a Israel atacar el corazón de la resistencia. Una organización de células descentralizadas, armadas con Kalashnikov, granadas y cohetes, junto a la capacidad de elaborar importantes artefactos explosivos, puede poner en jaque al mejor de los ejércitos. Pero además, Hezbollah utiliza morteros, misiles anti-tanque (como los que en 1997 destruyeron varios tanques israelíes, y que procedían de Israel y que vía Irán, parte del escándalo Irán-contra, acabaron en manos de la resistencia libanesa). Todo ello, además, con un importante arsenal de cohetes Katyusha y otros de mayor capacidad, que probablemente se utilicen según avancen las hostilidades. La fácil maniobralidad de estas armas, su sencillo manejo y desplazamiento, las convierten en un arma muy temida en Israel.
Hezbollah recuerda su «ventaja sobre Israel. Mientras que los soldados sionistas buscan mantenerse vivos, nosotros buscamos preservas los principios aun a costa del sacrificio. Porque, ¿qué valor tendría una vida de humillación?».
Todos los datos apuntan a que si Israel sigue con su ofensiva, la respuesta que reciba irá en la misma medida. La estrategia de movimientos que mantiene Hezbollah, sin mostrar todas sus cartas, le permite afirmar que están preparados «para una guerra de larga duración».
Efectos colaterales
La postura de EEUU e Israel con el apoyo de algunos países puede acabar por abrir una nueva caja de Pandora en Oriente Medio, y cuyos efectos pueden trastocar muy seriamente los planes neoconservadores y la seguridad del conjunto del planeta. La crisis ya está teniendo una serie de efectos colaterales en otros lugares que pueden acabar encadenando una serie de respuestas descontroladas por doquier.Los dirigentes de Egipto, Jordania o Arabia Saudita no pueden estar tranquilos. Los clérigos sauditas partidarios de la monarquía emitían varias condenas hacia Hezbollah. El llamamiento a la unidad de todos los musulmanes frente a la agresión por parte de al-Qaeda les ha dejado arrinconados y las organizaciones sunitas del mundo árabe podrían estar reconsiderando sus posturas.
La situación de Afganistán e Iraq (donde al-Sistani ha publicado una fatwa condenando la agresión israelí) puede agravarse aún más para EEUU y sus aliados. Los analistas locales señalan que si las milicias chiítas de Iraq se alzan contra la ocupación, el desastre militar para los ocupantes puede ser mayúsculo.
Las corrientes más militaristas de Israel quieren vengarse de las derrotas que han sufrido a manos de Hezbollah, y para ello no dudan en destruir todo un país. Las condiciones de Tel Aviv no son de recibo, su argumentación carece de toda credibilidad, a la vista de su oscuro pasado. La llamada comunidad internacional debe forzar un alto el fuego que permita alcanzar una mesa de negociaciones sin condiciones, al tiempo que posibilita el intercambio de prisioneros, pone fin a la ocupación israelí en los diferentes estados de la región y busca una salida negociada para lograr que la paz se instale en Oriente Medio.