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Gara > Idatzia > Iritzia > Paperezko lupa 2006-08-03
Maite Soroa
Y en esto se fue Fidel

La salida de Fidel Castro del Gobierno de Cuba, aunque sea de forma provisional, ha movido al alborozo a la gusanera de Miami y a sus terminales mediáticas en Madrid. Y, como si quisieran explicar su propia historia, no faltó ayer quien pretendió comparar al líder cubano con el dictador al que tantos aplaudieron tanto. Joaquín Bardavío, en “El Mundo”, buscaba la comparación imposible: «Como era obvio, Raúl Castro es el heredero y quizá haya sorprendido el nombramiento de un directorio. A Franco le bastó con el sucesor porque es posible que no pensara, al menos en su ‘primera enfermedad’ y al principio de la ‘segunda’, en una transmisión definitiva. Fidel, al concretar, quizá tenga mayores recelos de su salud y piense estar más alejado de los asuntos públicos. Dos gallegos que nunca se llevaron mal pese a la abismal diferencia ideológica. O precisamente por ella. Dos autócratas que, ahora y de momento, llevan el mismo camino: enfermedad, transmisión de poderes (...)». Y de la legitimidad del sucesor de Franco, ni pío.

También el editorialista de “Expansión” se remitía al ejemplo: «La lógica económica y el entorno mundial hacen pensar que el castrismo debería diluirse tras la muerte de Castro como un azucarillo en el agua, como el franquismo se diluyó tras la muerte de Franco. Es posible que la sociedad cubana esté tan madura para el cambio como lo estaba la sociedad española en el año 1975. Lo que no está claro es que el aparato del castrismo esté tan debilitado para ceder el poder como lo estaba el aparato del franquismo. El propio Franco abrió la puerta a la reinstauración de la monarquía en España. Pero en Cuba, Fidel Castro ha engrasado durante años un complejo aparato para perpetuar el castrismo». O sea, Franco, ese demócrata. Es para mearse de risa.

Y Ramón Pi, en “La Gaceta”, hacía votos: «todos hemos pensado, y pensamos, en las posibilidades de que, una vez muerto Fidel, Cuba pueda vivir una transición a la democracia de perfiles semejantes a la experiencia española.

Insisto: no se parecen en nada las situaciones, Franco no era Castro, la sociedad española de 1975 no era la cubana de 2006, las clases medias de Cuba están esparcidas por el mundo, el humus cristiano español está muy deteriorado en la isla antillana. Todo lo que se quiera. Pero es inevitable, cuando menos, desear para los cubanos, nuestros hermanos, una salida pacífica del agujero». Mejor si les dejamos en paz, ¿no creen? - msoroa@gara.net


 
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