Otra vez han vuelto a la carga con una nueva campaña de sanciones de tráfico, al tiempo que altos cargos piden que se endurezcan aún más las sanciones. Todo ello aderezado con insistentes mensajes proteccionistas y de colorido paternal:Velamos por usted. Su seguridad nos preocupa mucho. Por favor, póngase el cinturón de seguridad. Mire la cantidad de personas que se matan con el coche, no le vaya a pasar lo mismo a usted. Al volante nada de alcohol. La velocidad es muy peligrosa. Son tales nuestros desvelos que incluso nos gustaría conducir por usted. Le denunciamos por su propio bien...
Se extrapolan datos que son una pura manipulación y, por tanto, se convierten en mentiras. Por ejemplo, si decimos que el número de muertos durante la Semana Santa se mantiene en la misma cifra de hace diez años, estaremos mintiendo si no damos el dato de que el número de vehículos en circulación en esas fechas se ha duplicado de hace diez años a hoy. Esta Semana Santa ha habido 108 muertos en la carretera, pero el número de vehículos en circulación se estima que fue de 16 millones. A mí, sinceramente, me parece una cantidad muy pequeña si la comparamos con el número tan elevado de personas que se desplazaron. Bueno, ojalá no muriera nadie ni en la carretera, ni en los hospitales, ni en la cama, pero eso me parece que va a ser imposible.
¿Por qué esa campaña tan machacona, tan sensacionalista? Parece que los conductores somos subnormales profundos, incapaces de velar por nuestra seguridad, como si nos lanzáramos a las carreteras para matarnos alegremente y sólo nos pudiera salvar el papá Guardia Civil. Nos han hinchado la cabeza con las trágicas muertes, hemos soportado la fácil verborrea de los tertulianos y listos de turno, e incluso algún iluminado ha llegado a pedir la comparecencia del Ministro del Interior!
A veces parece que están escasos de informaciones impactantes y explotan de forma reiterada estas muertes para conseguir dos objetivos: primero, mantener a la audiencia colgada de sus espacios y, segundo, transmitir a la sociedad el mensaje de que su mayor preocupación es velar por nues- tra seguridad y nuestro bienestar. El papá-estado vigila tu salud y tu comportamiento y si te castiga y te reprime es por tu propio bien.
La realidad, sin embargo, es bien diferente. La última reforma del Código de Circulación se centró, sobre todo, en elevar de forma drástica el importe económico de las sanciones y facilitar su cobro. Papá-estado nos quita muchos miles de millones por medio de las sanciones e impuestos de circulación. Por eso fomenta la compra de coches y regala hasta 125.000 pesetas por la adquisición de uno nuevo, porque piensa recuperarlo con creces. Por eso tiene totalmente abandonado el transporte ferroviario, que debiera ser el más rápido, el más seguro y el más económico, porque quiere potenciar el transporte privado de líneas de autobuses (en las que ganan ellos o sus amigos) y los coches particulares que consumen muchísimo combustible y dejan enormes beneficios al Estado. No importa que los coches permanezcan atascados en interminables caravanas durante muchas horas, contaminando el aire. Lo prioritario es seguir construyendo autovías, autopistas y cinturones de circunvalación para que se puedan amontonar los coches, en lugar de buscar algunas soluciones racionales y alternativas, como podría ser reducir de forma drástica la flota de coches y potenciar el transporte público y las bicicletas.
Parece que los responsables políticos y económicos quisieran volvernos locos. Por un lado, nos insisten en lo peligroso, contaminante y derroche económico que supone nuestro coche y, por otra parte, nos subvencionan e incitan a su compra. Por una parte, nos prohíben circular a más de 120 km/h. y, por otra parte, nos venden coches que corren a 240 o más. Si la velocidad fuera realmente el problema, lo tendrían muy fácil, no se deberían fabricar coches de más de 130 km/h. Pero la realidad es que mienten más que hablan y los que van a 200 km/h. o más son los responsables políticos y económicos con sus chóferes privados, y a éstos no les de- nuncia la Guardia Civil, o no pagan. Y esta gente tan «importante» no creo que salga a la carretera a matarse.
La campaña que pretende concienciarnos de lo mal que nos portamos incluye también otras exageraciones y mentiras: Quienes no hacen uso del cinturón de seguridad son equiparados casi a suicidas. El cinturón salva vidas y el no llevarlo entraña riesgo de muerte, dicen. El cinturón es necesario y te puede salvar la vida en caso de golpe frontal, pero en otras circunstancias puede, incluso, ser perjudicial. Yo lo conozco bien por mi profesión de bombero y porque me ha tocado realizar rescates de accidentados atrapados dentro de la carrocería del coche e inmovilizados por el cinturón de seguridad. Tan serio es el problema que los bomberos nos vimos obligados a incorporar a nuestro equipamiento una navaja para cortar los cinturones y así poder rescatar a los heridos.
La campaña de persecución y desprestigio hacia todos aquéllos que conducen después de haber tomado algo de alcohol, aunque sea en cantidades pequeñas, busca más imponer fuertes multas que prevenir riesgos. En ocasiones es muy superior el riesgo que provoca la Guardia Civil realizando controles con retenciones y frenazos de transporte pesado, que ya ha llegado a arrollar a las personas estacionadas en el control ocasionando muertos. Yo no me creo que el alcohol sea la causa de tantos accidentes, al menos entre los conductores de cierta edad. Puede ser más frecuente entre los jóvenes, que son más amantes de la velocidad y del riesgo y que se agrava por la euforia del alcohol y la falta de experiencia. Pero esa es una realidad de los jóvenes.
La mayoría de los accidentes o, al menos los más graves, se deben a los descuidos, al cansancio, al estrés y al sueño. Si bien es verdad que no son fácilmente detectables y evaluables a la hora de imponer sanciones y multas. Si cada conductor pusiera todo lo que está de su parte para facilitar las maniobras incomprensibles o que considera descabelladas, se evitarían muchos accidentes y muchas muertes. Es muy importante hacerse ver, y mucho más en situaciones de emergencia o peligro, así que cuando realice una maniobra arriesgada por la razón que sea, toque el claxon y haga señales con sus luces, para que los demás conductores se percaten a tiempo. Pero jamás pierda el tiempo en abroncar con sus luces, su claxon... Aproveche su tiempo y sus energías en facilitar el espacio que necesita el que se ha metido en un apuro. No sabemos las razones que le han metido en esa encerrona, quizás esté angustiado, o no ha visto, o ha calculado mal, o ha sufrido una avería que le ha hecho perder el control. Facilite usted la maniobra y comprobará que la mayoría de los accidentes se pueden evitar, incluso sin la amenaza de la Guardia Civil. -