Gabriel GULIAN | Músico
«Hay una cuenta pendiente con los forasteros que vivimos aquí»
El compositor uruguayo lleva más de quince años en Euskal Herria, y, aunque ha realizado casi toda la carrera aquí, no lo consideran un artista vasco. Acaba de publicar su primer disco en solitario, y lo presentará esta noche en Donostia, a las 22.00 en Altxerri. También ofrecerá conciertos en Man in the Moon de Gasteiz, los días 28 y 29. «Ese es el camino para que se liquide la cuenta pendiente», afirma.
Con motivo de la presentación del disco “Nadie sabe
nada”, GARA ha entrevistado al compositor, guitarrista, percusionista y cantante
Gabriel Gulian, que aúna el candombe, la música brasileña, el abanico rítmico
latinoamericano y el rock.
¿Podría hacer un resumen de su dilatada trayectoria?
En 1988 empecé a tocar con el grupo de reagge Potato. Grabé dos discos con ellos, en una época salvaje y bonita. Paralelamente, fui líder y fundador del grupo de candombe-beat Barraca Selva, y grabé “Tabulandia” con muy buenos músicos: con Javier Colina, Pancho Amat y Guillermo Mc Guill. En Donostia, fui bajista de las formaciones de salsa Tumbaito y La Ferretería del Son. Además, ayudé a Bingen Mendizabal en la realización de las bandas sonoras de “Airbag”, “Doña Bárbara” y “Cosas que hacen que la vida valga la pena”.
Y ahora ha publicado su primer trabajo en solitario: «Nadie sabe nada».
Lo he grabado en París, con la producción de Pajaro Canzani. Llevo dos años tocando y realizando conciertos solo. Era una cuenta pendiente que tenía, y la verdad es que tiene su lado bueno. Estás solo ante el peligro y haces lo que quieres. Lo malo es que a veces resulta un poco difícil conectar con el público, ya que la gente no conoce tus canciones.
¿Cuáles son las señas de identidad de su música?
Hago música latinoamericana. La base es el candombe, el ritmo que los negros de Africa llevaron a Uruguay, aunque me muevo por todo el abanico latino y también hago rock.
¿Cómo son las letras de sus canciones?
No soy cantautor, sino músico. Es cierto que canto y toco la guitarra, pero también la percusión y los bajos. No soy músico militante. Simplemente quiero gozar de la libertad a la hora de escribir y hacer música. Yo creo las letras y la música juntas. Trato de que la rítmica de las letras y la música vayan juntas. Rindo homenaje a los negros, hablo del amor, del desamor, de lo horrible y bonito que es el mundo... Me encantan los poetas surrealistas. Me gusta la provocación a nivel cultural, que una canción no te diga qué hacer o pensar, sino que cada persona que la esté escuchando la entienda de diferente forma. Porque la música y las letras son expresiones para sentirse libre.
¿Qué tiene de especial su disco? ¿Por qué merece la pena escucharlo?
Creo que recoge una música latinoamericana diferente. El toque diferenciador de los uruguayos es que tenemos la parte rítmica africana y la parte intelectual europea. Es una mezcla original. Cuando hablamos de música latina nos vienen a la memoria los bailes cubanos. Sin embargo, también se hace música en otros países, y el disco es una pequeña muestra de ello.
¿Cree que en Euskal Herria se aprecia la música latinoamericana?
Pienso que hay una cuenta pendiente. Por ejemplo, a mí me hubiera encantado publicar “Nadie sabe nada” con una discográfica de aquí, pero no ha podido ser. Primero por la barrera del idioma. Hay una cuenta pendiente con las personas de fuera que vivimos aquí y estamos haciendo música aquí. Todavía no me consideran un artista euskaldun, aunque vine hace más de quince años y he realizado casi toda la carrera aquí. Eso pasa porque a nivel institucional y de política cultural no se han percatado de que venderíamos y enriqueceríamos este país. -
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