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Gara > Idatzia > Iritzia > Gaurkoa 2006-09-13
Mikel Arizaleta - Traductor
Aita Donostia

Han pasado ya 50 a�os de la muerte del fraile capuchino Jos� Gonzalo Zulaika, quien escribiera junto a la �Missa pro Defunctis� aquel juguet�n �Venerabilis barba capuchinorum�. Adem�s del monumento al Padre Donostia, que el escultor Jorge Oteiza y el arquitecto Luis Vallet realizaron en 1959, son numerosas las calles y plazas que en nuestro pueblo portan el recuerdo del gran Aita Donostia, nacido en Donostia en 1886 y muerto en Lekarotz el 30 de agosto de 1956. Aita Donostia es uno de los homenajeados en la Quincena Musical, pero tambi�n �se que tiene plaza en Bilbo, no lejos de aquel viejo convento de capuchinos de Basurto. Y ya la historia secreta de este convento, indagada por el profesor de historia de la universidad de Brest Severiano Rojo Hern�ndez, nos introduce en la �poca que le toc� vivir en suerte al capuchino Donostia. En 1907 Roma modifica la organizaci�n territorial de los capuchinos del Estado espa�ol. Hasta entonces el Pa�s Vasco pertenec�a a la provincia capuchina de Castilla. En adelante formar� todo �l parte de la de Navarra, todo menos Bilbao, y esto a pesar de la petici�n reiterada de los vascos. �En un contexto de consolidaci�n del nacionalismo vasco esta medida permitir�a unificar al Pa�s Vasco y a Navarra en una sola y �nica estructura. Adem�s, supondr�a el reemplazo de un personal de origen castellano por otro de origen vasco y navarro. De esta manera, el convento de Bilbao considerado como una plaza fuerte del nacionalismo espa�ol podr�a ser anexionado por una provincia en la cual algunos religiosos eran acusados de favorecer la expansi�n del nacionalismo vasco�, apunta Antonio Moliner en su art�culo �La campa�a de 1921 contra los capuchinos de Navarra acusados de separatismo�.

En 1916 el Definitorio General de los Capuchinos decide que Bilbao pase a Navarra, pero los capuchinos castellanos recurren en 1921 al poder civil y el dictador Primo de Ribera fuerza para que se aplace la ejecuci�n del decreto de nueva anexi�n. La rebeli�n militar del 36 y la ca�da del Pa�s Vasco en el 37 provoca el exilio de numerosos eclesi�sticos, entre ellos distinguidos capuchinos de Lekarotz, cuna y centro de fomento por entonces de la cultura vasca. El profesor Aita Donostia, perseguido por la dictadura de Franco y la ojeriza de unos superiores capuchinos fieles al r�gimen, huye al Estado franc�s. Pas� el 3 de noviembre de 1936 por Dantxarinea para no regresar hasta el 1 de abril de 1943 por el puente de Irun. Y con �l otros muchos a Chile y Argentina, como su �ntimo amigo Jorge de Riezu, recopilador de sus obras, Miguel de Alzo, Hilario Olazaran, D�maso de Inza, El�as de Labiano, Bonifacio de Ataun, etc. Se trata de un exilio de calado ideol�gico, se trata de depurar al clero �nacionalista�; como dec�an los vencedores, �la gran verg�enza se acab� para siempre�. Estos nuevos exiliados, en cambio, hablaban de democracia, de lucha por la libertad y por la existencia de Euskadi como naci�n. Otro profesor de historia, Oscar Alvarez Gila, ha analizado con detenimiento el exilio religioso vasco durante esos a�os. �Como otros capuchinos, y quiz�s el m�s destacado, se le consider� una de las figuras m�s representativas del denominado nacionalismo musical vasco, y se vio forzado al exilio (...) No se vio exiliado, igual que ocurri� a muchos otros, por nada que pudiera avergonzarle. Bien al contrario por lo mismo que dir�a, a�os despu�s, el ex obispo de Vitoria, Mateo M�- gica, al defender el comportamiento de su clero huido al exilio: �El cardenal Gom� ha escrito de estos sacerdotes que huyeron por prudencia, y yo, hoy, repito aqu� lo que dije al Vaticano: que estos curas no huyeron porque se consideraran culpables, sino porque vieron que muchos inocentes eran castigados duramente por no estar de acuerdo con la pol�tica de Franco�.

En el mes de marzo de 1950, mientras nac�an las di�cesis de Bilbao y San Sebasti�n, una revista clandestina titulada �Egia� (la verdad) apareci� por las calles de las capitales vascas. Publicada por sacerdotes, criticaba al Gobierno franquista y cuestionaba su pol�tica. Pocos meses despu�s (agosto), unos eclesi�sticos de Guip�zcoa firmaron un documento que enviaron al obispo y en el cual denunciaban la represi�n y la evoluci�n general de la sociedad vasca. En 1950, asis- timos pues al renacer de la conflictividad clerical en el Pa�s Vasco�.

Aita Donostia no fue euskaldun zaharra, aprendi� el euskera fuera de casa y en 1932 lleg� a ser euskaltzain, miembro de la Academia de la Lengua Vasca.

Traigo a la memoria del lector la vida dura de este exiliado vasco, amante de la m�sica, del folclore y de su pueblo, muy olvidada a veces entre sus notas armoniosas en quincenas musicales por gente sumisa y de bajo perfil humano. Aita Donostia fue un vasco �como otros muchos lo fueron y lo son hoy d�a� castigado por el nacionalismo espa�ol, que sufri� en su cuerpo la dictadura de Franco y el espa�olismo de una Iglesia y unos superiores capuchinos adictos al r�gimen. Reivindico su memoria de maltratado y su recuerdo de amante de la naci�n vasca en este cincuentenario de su muerte. No en balde su plaza de Bilbao, Aita Donostia, es hoy d�a inicio y partida de las grandes manifestaciones abertzales. -


 
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