Iratxe Fresneda
El toque
Queda inaugurada la 54 edición. Una gala se encargó de anunciárnoslo, aunque ya lo supiéramos, y en la misma faltaba un invitado de honor: Pedro Almodóvar. A pesar de que los galardonados con el premio Fipresfi siempre acuden a recoger este reconocimiento, faltó Almodóvar. Faltó él y su Pe, y alguna que otra estrella que sea candidata a decorar un festival falto de glamour y brillantina. Quizá sea esta la razón por la que los foteros desesperen y se dediquen a esperar a Gordon, el huracán, y puede que por eso la gente comente que cada vez vienen menos estrellas. Y lo cierto es que el cine necesita de algo de glamour, misterio, estilo, llamémoslo como queramos, pero algo que nos haga soñar y nos aleje un poco de la calamidad. La frivolidad bien dosificada puede llegar a ser un antidepresivo muy eficaz. Pero hay frivolidades y frivolidades, claro, siempre las ha habido. Sonrío mientras me acuerdo del comentario que me hizo un colega durante el cóctel de inauguración: «¿Todos estos glamourosos con estolas de piel de conejo al cuello dónde están durante el resto del año?». Minutos más tarde me daban una pista sobre el asunto: «Ese tipo se ha dedicado a comerse todas las cucharitas de pulpo que había en la mesa, menudo gorrón». El era uno de los glamourosos del María Cristina. Pero bueno, a falta de estrellas buenas son las películas. Desde aquí una recomendación: veamos, como dice el anuncio de TCM, alguna de esas películas que tendríamos que haber visto ya. Y así, quizá descubramos dónde reside el espíritu del glamour, ese que surge cada vez que Lubitsch nos hace reír de un modo elegante e inteligente. Su toque es purita clase. -
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