Txotxe Andueza
«Bienvenido, Mr. Gehry»
Ha nacido una nueva ruta turística en las tierras del vino de la Euskal Herria peninsular, se trata de las denominadas «catedrales del vino», obras grandiosas que han elevado el negocio vitivinícola a la categoría de punto de alto interés turístico. El poderío de cada una de las empresas que han optado por poner en manos de un famoso arquitecto la renovación de sus instalaciones ha marcado la diferencia a la hora de dar a conocer el proyecto, pero lo cierto es que en los últimos años ha sido notable el aumento de visitantes a estas grandes bodegas, y la obra deFrank Gehry en Eltziego no ha hecho sino poner la guinda al pastel. Un pastel que, dicho sea de paso, habrá que ver cómo se reparte. Porque los pueblos y habitantes de Arabar Errioxa viven, respiran y trabajan vino, pero tal vez no sean precisamente quienes han podido desarrollar estos grandes proyectos los más dados a hacer que los beneficios reviertan en la zona de la que viven. Además, la pompa y el boato con que se inauguran proyectos privados a los que se quiere dar importancia pública, recuerdan a las imágenes en blanco y negro de “Bienvenido Mr. Marshall”, una película que sucede en una sociedad distinta a la actual y que se nos antoja muy lejana, pero que ha dejado honda huella. Pleitesía al Borbón, que no puede faltar en un proyecto elitista como el de Eltziego; pleitesía a una empresa grande y poderosa, que nada tiene que ver con los productores locales que luchan día a día para poder colocar sus caldos; pleitesía a una obra cerrada a los locales y abierta sólo a quienes pueden pagarse ese lujo... Y todos contentos, porque con ello se extiende el nombre del vino, porque miles de personas vienen cada año a visitar las nuevas bodegas, porque el turismo aumenta... aunque la pregunta es, ¿a beneficio de quién? No me parece un buen negocio cambiar producción por turismo. Al menos en una zona donde la producción ha estado tan bien integrada en el entorno, sin menoscabo en la capacidad económica de quienes se han dedicado a la producción vitivinícola y en general de los pueblos en los que se realiza esa actividad. La duda es si el turismo relámpago y programado para ver las grandes bodegas permitirá que el resto sigan igual. Ojalá no pongan en peligro el modo de vida, el paisaje y la forma de ser de sus habitantes, que siempre han sido su mejor atractivo. -
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