Torturados, presos políticos, presos que se suicidan y en huelga de hambre, protestan y reclaman justicia, y en sus denuncias hay ecos de asociaciones, colectivos y plataformas que les apoyan, se organizan, se manifiestan y forman una fuerza y una lucha conjunta en contra de todas estas injusticias.

Y ¿qué pasa con nosotros los inmigrantes? ¿Qué fuerza y organización tenemos realmente? ¿Qué conciencia política y social existe entre nuestros colectivos? Y ¿qué pasa con todos los que nos deberían estar apoyando? ¿Qué pasa con las ONG y sindicatos, con las plataformas contra la guerra y la miseria del mundo y contra la deuda externa? ¿Qué dicen y hacen las asociaciones que se encargan por velar por los Derechos Humanos? ¿Qué hace y qué postura tiene el director de Inmigración ante todas las arbitrariedades que se están cometiendo con los inmigrantes? ¿Qué pasa con la sociedad que no reacciona, que ni siquiera quiere enterarse de los cientos de inmigrantes que mueren al intentar llegar desesperadamente en sus pateras? ¿Qué decir de las masivas deportaciones y expulsiones, de esa llegada masiva de emigrantes y de las depor- taciones de otros que pudieron llegar y tener algún trabajo eventual, y a quienes se les detiene arbitrariamente en cibercafés, en el tren o en la calle? ¿Por qué no queremos enterarnos de las tantas cartas de expulsión que se dictan diariamente? ¿Por qué no queremos hablar del trato que se les da a los inmigrantes en los calabozos, en las cárceles, en las fronteras, en las costas, en los puertos? El discurso político sobre inmigración es falso y sobrado de demagogia, no tiene nada que ver con la realidad, ni resuelve para nada el problema de los inmigrantes. Se habla de diversidad y riqueza cultural, se mencionan los maravillosos proyectos y se calla acerca de todo lo que no se está haciendo y debería hacerse. Se reúnen los países para acordar y firmar convenios sobre inmigración, que no son más que estrategias para fomentar el maltrato social a los esclavos del siglo XXI: control, expulsión, explotación, barreras, deportaciones y medidas carcelarias y hasta militares, sin juicios ni contemplaciones. ¿Por qué no hablar de cómo dejar de invadirnos, saquearnos y empobrecernos, de cómo controlar el hambre, cómo detener las guerras, cómo congelar la deuda externa, cómo combatir la corrupción?

Basta ya de mentiras acerca de la inmigración, de proyectos mediocres y de investigaciones sin fundamento; comencemos a debatir y concluir con la verdad, para organizarnos mejor y crear una fuerza y una lucha real que no permita injusticias de ningún tipo en el fenómeno de la inmigración. -