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Gara > Idatzia > Jendartea 2006-10-13
Informe de la ONU sobre violencia contra la infancia
La ONU denuncia la amplitud de la violencia contra la infancia
Alrededor de 53.000 niñas y niños de entre cero y 17 años murieron en 2003 como resultado de homicidios, al tiempo que en el año 2000 al menos 5,7 millones de niños y niñas realizaban trabajos forzosos o en condiciones de servidumbre, 1,8 millones estaban atrapados en la prostitución y la pornografía y 1,2 millones fueron víctimas de la trata. Estas cifras se extraen del último Informe sobre Violencia contra los Niños del Secretariado General de la ONU.

NUEVAYORK

El informe, que supone el primer documento que ofrece un panorama completo sobre la amplitud y la escala de la violencia contra la infancia en el mundo, revela que la mayoría de esos actos violentos permanecen ocultos y son a menudo tolerados por la sociedad.

La violencia contra la infancia incluye la violencia física, la violencia sicológica, la discriminación, el abandono y los malos tratos. Abarca desde el abuso sexual en el hogar hasta los castigos corporales y humillantes en las escuelas; desde el uso de restricciones físicas contra niñas y niños en sus hogares hasta la brutalidad perpetrada por las autoridades encargadas de hacer cumplir las leyes; desde el abuso y el abandono que se produce en las instituciones hasta las guerras entre bandas en las calles donde los niños y niñas juegan o trabajan, desde el infanticidio hasta los llamados asesinatos por «honor».

«La mejor manera de abordar la violencia contra la infancia es impedirla antes de que ocurra», declaró el profesor Paulo Sérgio Pinheiro, el experto independiente nombrado por el secretario general para dirigir el Estudio.

«Todo el mundo tiene una función que desempeñar en esta tarea, pero los Estados deben asumir la responsabilidad principal», lo cual «significa prohibir todo tipo de violencia contra la infancia allí donde ocurra y quienquiera que sea el que la ejerza, e invertir en programas de prevención para abordar sus causas subyacentes», prosiguió.

Añadió Pinheiro que «es preciso que los individuos respondan por sus actos, pero un marco jurídico fuerte no debe referirse únicamente a las sanciones, sino que también debe enviar una señal firme e inequívoca de que la sociedad simplemente rechaza la violencia contra la infancia».

El estudio, que combina perspectivas de Derechos Humanos, de salud pública y de protección de la infancia, se centra en cinco «entornos» en los que se produce la violencia: el hogar y la familia, las escuelas y los entornos educativos, las instituciones (de atención y judiciales), el lugar de trabajo y la comunidad.

Aunque la violencia extrema contra la infancia puede ocupar los titulares de las noticias, el estudio llega a la conclusión de que para muchos niños y niñas la violencia forma parte de una rutina y es una realidad cotidiana.

Las cifras que ofrece el informe revelan un «panorama alarmante», según la ONU. Por ejemplo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que en 2002 alrededor de 53.000 niñas y niños de 0 a 17 años murieron como resultado de homicidios. Asimismo, según los últimos cálculos de la Oficina Internacional del Trabajo (OIT), 5,7 millones de niñas y niños realizaban trabajos forzosos o en condiciones de servidumbre en el año 2000, 1,8 millones estaban atrapados en la prostitución y la pornografía, y 1,2 millones fueron víctimas de la trata.

En 16 países en vías de desarrollo analizados en una Encuesta Mundial sobre la Salud realizada en las escuelas, el porcentaje de niñas y niños en edad escolar que informaron haber sufrido abusos verbales o físicos en la escuela durante los 30 días precedentes oscilaba desde un 20% en algunos países hasta un 65% en otros.

Asimismo, según el estudio, los niños y niñas que se encuentran en centros de detención son sometidos con frecuencia a actos de violencia por parte del

personal, a veces como forma de control o de castigo, y por lo general por infracciones menores. En 77 países, los castigos corporales y otro tipo de castigos violentos se aceptan como medidas disciplinarias legales en las instituciones penales.

Las consecuencias

Aunque las consecuencias pueden variar según sea la naturaleza y la gravedad de la violencia infligida, las repercusiones a corto y largo plazo para los niños y niñas «suelen ser graves y perjudiciales», advierte el informe. Las secuelas físicas, emocionales y sicológicas de la violencia pueden tener graves repercusiones sobre el desarrollo, la salud y la capacidad de aprendizaje de las niñas y niños.

Diversos estudios han revelado que el hecho de haber sufrido actos de violencia en la infancia está firmemente rela- cionado con comportamientos peligrosos para la salud en el futuro, como fumar, consumir alcohol y abusar de las drogas, así como la inactividad física y otros hábitos que conducen a la obesidad. A su vez, estos comportamientos contribuyen a algunas de las principales causas de enfermedades y de muerte, entre ellas el cáncer, la depresión, el suicidio y los trastornos cardiovasculares.

«No importa si ocurre en la familia, en la escuela, en la comunidad, en una institución o en el ámbito laboral, los trabajadores de la salud se encuentran en primera línea de la respuesta a la violencia contra la infancia», declaró el director general interino de la OMS, Anders Nordstroem.

«En primer lugar, tenemos que contribuir a evitar que este tipo de violencia ocurra, y que cuando suceda, los niños y niñas reciban los mejores servicios posibles para reducir sus efectos perjudiciales», afirmó. «Los Estados deben llevar a cabo políticas y programas basados en pruebas empíricas que aborden los factores que conducen al surgimiento de esta violencia, y asegurar que se asignen los recursos necesarios para atacar sus causas subyacentes y supervisar la respuesta a estos esfuerzos», manifestó.

«Nunca puede justificarse»

La alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Louise Arbour, declaró a su vez que «la violencia contra los niños y niñas es una violación de sus Derechos Humanos, una realidad perturbadora en nuestras sociedades».

«Nunca puede estar justificada, ya sea por razones disciplinarias o debido a las tradiciones culturales», advirtió. «No se puede aceptar el concepto de un nivel ‘razonable’ de violencia», ya que «el peligro que conlleva la violencia legalizada contra la infancia en un contexto concreto es que se produzca una tolerancia a la violencia contra la infancia en general», añadió.

«La violencia tiene un efecto duradero no solamente sobre los niños y niñas y sus familias, sino también sobre las comunidades y los países», declaró la directora ejecutiva del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), Ann M. Veneman. «Damos la bienvenida a este amplio estudio acerca de las repercusiones de la violencia sobre la infancia», añadió.

El informe reclama que se tomen varias medidas para evitar la violencia contra la infancia a través de doce recomendaciones generales que abordan esferas como las estrategias y los sistemas nacionales, la recopilación de datos y la necesidad de garantizar que todos los implicados asuman sus responsabilidades.



El castigo corporal en la escuela es una realidad

NUEVAYORK

Las respuestas de los gobiernos al cuestionario del estudio indican que muchos países han tomado medidas reales para reformar las leyes que abordan la violencia contra la infancia. Sin embargo, se constatan brechas importantes entre los compromisos para evitar la violencia contra la infancia por medio de la legislación y la inversión en programas positivos para evitar que siga ocurriendo. Esto es especialmente cierto en relación con los homicidios de niñas y niños de 15 a 17 años, con la violencia sexual contra las niñas, y con los malos tratos de recién nacidos y de niños y niñas desde el nacimiento hasta los 14 años. Solamente un escaso número de niños y niñas están protegidos por las leyes que prohíben el castigo corporal en los cinco entornos que examina el estudio: por lo menos 106 países no prohíben el castigo corporal en las escuelas; 145 no prohíben el castigo corporal en las instituciones asistenciales, y el castigo corporal se permite como método disciplinario en los sistemas penitenciarios de 78 países, y como parte de las sentencias criminales en otros 31 países.



Números para la reflexión
En todo el mundo existe una falta crónica de datos sobre la violencia contra la infancia, que menoscaba su comprensión y la toma de las medidas necesarias. Las cifras disponibles esconden casi sin ninguna duda el alcance del problema. Por ejemplo:

Relaciones sexuales forzadas- Mediante el análisis de una serie de estudios y datos sobre la población de 2000, la OMS calcula que la prevalencia de relaciones sexuales forzadas o de otras formas de violencia que incluyen toqueteos, entre niños y niñas menores de 18 años, es de 73 millones (7%) y 150 millones (14%) respectivamente.

Acoso en la escuela- En 16 países en desarrollo analizados en una Encuesta Mundial de Salud realizada en las escuelas por la OMS y los Centros de los Estados Unidos para el Control y Prevención de las Enfermedades, el porcentaje de niños y niñas en edad escolar que dijeron haber sufrido acoso verbal o físico en la escuela durante los 30 días precedentes oscilaba desde un 20% en algunos países hasta un 65% en otros.

Violencia doméstica- Todos los años, se calcula que por lo menos 275 millones de niños y niñas en todo el mundo son testigos de casos de violencia doméstica. Esta exposición tiene repercusiones negativas a corto y largo plazo en el desarrollo del niño o niña.

Trabajos forzosos- De los alrededor de 218 millones de niñas y niños trabajadores que se registraron en 2004, 126 millones realizaban trabajos peligrosos, según la OIT en 2006. Los últimos cálculos de la OIT indican que 5,7 millones realizaban en 2000 trabajos forzosos o en condiciones de servidumbre, 1,8 millones habían caído en las redes de la prostitución y la pornografía, y alrededor de 1,2 millones de niños y niñas fueron víctimas de la trata de seres humanos. Muchos más niños y niñas con edad legal de trabajar sufren casos de violencia en sus lugares de trabajo, a manos de sus patronos o compañeros de labores.


 
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