Raimundo Fitero
Productos
En la gala del pasado domingo de OT, uno de los que hacen de jurado en el plató le dijo a un concursante que no lo veía como «un producto» interesante. El jurado iba vestido estilo mafioso, es decir un tipo que vende productos musicales como puede vender productos bélicos o regentar un puticlub de carretera. Hasta su misma postura ante las cámaras denota que debía tener bastantes cosas menos escrúpulos. Ahora bien, dentro del contexto era el más sincero. No se andaba por las ramas. No estaba allí para descubrir a un cándido poeta sino a alguien que fuera el vehículo temporal para vender unos cuantos discos. Y para hacer ese tipo de cosas no se necesita ni buena voz, ni talento, sino una cosa tan intangible como es la personalidad, el carácter, la decisión. Todo eso que va formando la idea de producto.
Por ejemplo, un producto es Aznar. Un producto deteriorado, un productor de productos, un mangante, alguien que está en la política por dinero, vendiendo productos patrióticos cuando conviene o metiendo el bolígrafo por el escote de una reportera cuando su gran sentido del humor le parece conveniente. Sucedió con la corresponsal de Eva Hache, Marta Nebot, y fue un acto de machismo. Porque la melenita al aire de Aznar no es otra cosa que una versión confesional del producto macarra de extrema derecha de toda la vida. Es una grosería, un acto machista, un buen retrato de su producto caduco y trasnochado.
¿Qué otra cosa son los premios Príncipe de Asturias que un mero producto? TVE lleva varios días abriendo los telediarios con noticias sobre este producto, que sirve para que se junten dos tipos admirables como Paul Auster y Pedro Almodóvar, por un lado, y para que la princesa embarazada mueva la manita como una Barbie articulada, por otro. Se venden dos productos: los premios, y la pareja sucesoria.
Está claro, TVE retransmite esa ceremonia y debe hacer autopromoción, pero la verdad, cansan. Los premiados son gente encantadora y que se lo merecen, seguro, pero la parejita nos produce salpullido. Son un producto, ya lo sabemos, pero no insistan tanto, que a lo mejor no lo queremos comprar. -
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